Primer plano de la cara de Rosario Porto

'El día que velaban a su hija Asunta, fue el mejor de la vida de Rosario Porto'

Las autoridades que resolvieron el caso han recordado la investigación del crimen

Primer plano de la cara de Rosario Porto
'El día que velaban a su hija Asunta, fue el mejor de la vida de Rosario Porto' | EFE

El suicidio de Rosario Porto ha vuelto a traer a colación el caso de Asunta Basterra y ahora los guardias civiles que investigaron el crimen de la menor han recordado la dolorosa investigación que consiguieron resolver en tiempo récord para descubrir a los asesinos de la pequeña.

Alfonso Basterra tenía un gran poder sobre Rosario Porto

«A Charo su hija le sobraba. En la nueva vida que ella imaginaba con su amante la niña no tenía cabida. Yo sigo creyendo que la quería (no como entendemos el resto de los mortales) e incluso que se les pudo ir de las manos», ha explicado uno de los agentes.

Él intentó que la mujer confesara a base de palabras. «La dejaron como a Blancanieves en el bosque. Lo de Alfonso es distinto y nunca pudimos demostrarlo. Jamás olvidaré lo que se dijeron en los calabozos».

«Tu imaginación calenturienta nos va a traer muchos problemas», le dijo Rosario a su exmarido, ante lo que él le ordenó que se callara. Las autoridades mantuvieron la sospecha de abuso a la menor durante meses, pero no consiguieron ninguna prueba de ello.  

Los agentes coinciden en que la obsesión por su amante y el carácter voluble de Rosario fueron el detonante para divorciarse de Alfonso Basterra seis meses antes del crimen. «No lo metáis en líos», demandó a los guardias cuando no le quedó más remedio que admitir que había pasado la noche con él.

«Se ve que no me quería tanto», lamentó cuando el hombre, que estaba casado y esperando el nacimiento de su tercer hijo, rechazó una llamada de su abogado.

«Ahí creímos que podía hablar, que se iba a venir abajo, pero no fue así. Los dos se ajustaron al guion y nos quedó clara la prevalencia que su exmarido tenía sobre ella».

«Se había pasado la moda de adoptar. Asunta para ella se convirtió en un estorbo, en un impedimento. Y él vio la manera de acercarse de nuevo a Charo y ganarse su confianza», explica otro agente. «Charo era el medio de vida de Basterra, que no tenía donde caerse muerto. Yo no creo que hubiera más».

«Hubo un momento en el segundo interrogatorio en que parecía que iba a hablar. Se derrumbó y rompió a llorar. Me dijo que tenía que ayudarla, pero lo miró a él y bajó la cabeza».

Cuando los padres adoptivos de Asunta Basterra estaban en prisión, el primer abogado de la acusada les envío un mensaje inquietante a los investigadores: Alfonso estaba intentando manipular pruebas en contra de su exmujer.

A pesar de que él la espiaba y destrozó una puerta cuando descubrió la infidelidad de Rosario, ella jamás reconoció que él la maltrataba.

El mejor día de Rosario Porto

«Para Rosario el éxito social era imprescindible. Lo que pensaran de ella le importaba por encima de cualquier cosa. Eran la familia perfecta o eso querían hacer creer», ha explicado el instructor del caso, José Antonio Vázquez Taín. 

La abogada explicó su vida ideal cuatro años antes del crimen a los psiquiatras y a la psicóloga que le atendieron en el sanatorio mental de La Robleda. «Tengo una casa preciosa, un marido magnífico que me quiere muchísimo y una niña de nueve años, china, con altas capacidades», destacó entonces. «Soy culta, hablo dos idiomas, viví en Francia». 

Aunque no lo dejaron escrito por la dureza que implicaba, los investigadores del caso y algunas de las personas que la evaluaron psicológicamente de cara al juicio coincidieron en que para la abogada «el día del velatorio de Asunta fue el mejor de su vida».

«Entró en el tanatorio como si fuera a dar una charla a la Alianza Francesa y allí fue capaz de hacerse una foto con el féretro».

Rosario Porto brilló ese día. «Estudiad y haced un curso brillante», les espetó a los compañeros de curso de la menor. «Me olvidé de ir a la inmobiliaria», le dijo a una amiga y a otra persona le gritó después de sonreírle. 

«Había borrado a la niña de su cabeza. Estábamos junto a los calabozos y cuando le preguntaba cambiaba de tema. Hablaba del instituto o de las clases de violín, pero no de su hija. Me dijo algo desconcertante: yo no me puede permitir que la gente crea que Asunta es contestona. Ella es perfecta. Su tema recurrente fueron los viajes con su amante, sus cenas».