A última hora del jueves, el buque Ángeles Alvariño localizaba el cuerpo de la pequeña Olivia en el fondo del mar. Se confirmaba así el peor de los presagios de la familia. El cuerpo de su hermana pequeña Anna y el de su padre todavía no se han encontrado.
Un sufrimiento enorme para Beatriz
Lo que ha hecho Tomás Gimeno con sus hijas lamentablemente no es un caso aislado. Son numerosos los progenitores que tratan de darles a sus exparejas donde más les duele haciendo daño psicológico y físico a sus hijos en común.
Algunos de ellos van un paso más allá. Terminan con la vida de sus descendientes para que sus exparejas sufran el resto de su vida. Este es el único objetivo de quienes llevan a cabo estos macabros planes.
Estos sucesos vuelven ahora a cobrar protagonismo tras el hallazgo del cuerpo de la pequeña tinerfeña de seis años.
El padre de las pequeñas habría escrito a su exesposa el día de su desaparición. Le envió un inquietante mensaje: «No las vas a volver a ver».
Lamentablemente, Beatriz ha visto cumplida la amenaza de su expareja. Tras más de 40 agónicos días, la progenitora de las pequeñas está viviendo su peor pesadilla.
Sus retoños en común se han convertido en víctimas indefensas de esta monstruosa cara de la violencia vicaria. Esta es una de las expresiones del maltrato de género más crueles que existen.
La venganza nada tiene que ver con las criaturas. No obstante, es la forma de hacer más daño al otro progenitor.
Similitudes con el parricidio de Córdoba
Otro claro ejemplo de violencia vicaria es el caso de José Bretón. Este hombre fue condenado por asesinar y quemar en Córdoba a sus dos hijos.
Bretón llevó a cabo un cruel plan que terminó con la vida de sus hijos de 2 y 6 años de edad. Su fin era provocarle el máximo dolor a la madre de los menores.
«Al cometer el crimen piensan más en el dolor que sufrirá la progenitora al perder a esas criaturas que en el trágico e injusto final planeado para sus propios hijos», señalaba el psicólogo forense Javier Urra.
«Estos asesinos no suelen interpretar que acaban con la vida de personas que llevan su sangre, su propia descendencia: lo que ellos hacen es matar a los hijos de su pareja», subrayaba en referencia al caso de José Bretón.
Cuando dan ese paso la gran mayoría han renegado de esos hijos. Los consideran solo de la otra parte. Por ello no les importa terminar con su vida.
Su único objetivo es provocarle un inmenso dolor a su expareja que nunca será comparable al que va a padecer realmente, según Urra.
En la mayoría de estos casos, las personas que matan a sus hijos terminan suicidándose. «Ese asesino considera que ya ha provocado el dolor que buscaba en el otro progenitor y no piensa pagar el castigo penal y, mucho menos el moral en su entorno, por esos hechos», según este psicólogo forense.
Esto fue precisamente lo que hizo el hombre que mató a tiros a sus hijos de 5 y 13 años en Ciudad Real. También el parricida que apuñaló en 2018 en Castellón a sus dos hijas un mes antes de la vista del juicio de divorcio.
Otro caso similar fue el del hombre que se tiró en 2017 con su hija de solo un año, en brazos, desde una ventana del Hospital de La Paz, en Madrid. De hecho, sus últimas palabras fueron: «Te voy a dar donde más duele».
No siempre son hombres. En Alicante se juzgó a una mujer que se arrojó al vacío en Denia con su bebé en brazos. Afortunadamente, salvaron milagrosamente la vida al amortiguar la caída una valla metálica.
El caso de José Bretón no terminó en suicidió. Además, nunca confesó haber asesinado y quemado a sus hijos. Esto alargó el sufrimiento de su expareja hasta que se supo toda la verdad.