«Vete despidiendo de ellas». Fue lo último que le dijo a Itziar Prats su marido antes de matar a sus dos hijas, Martina y Nerea, de 2 y 6 años, en Castellón. La misma edad tenían José y Ruth, asesinados por su padre José Bretón en Córdoba. Pocos meses después, en la localidad murciana de Benel, un hombre mató a su hijo de 11 años.
Y en la memoria de todos está el crimen de Amaia y Candela, las niñas de 4 y 9 años asesinadas con una radial a manos de su progenitor. Son algunos de los casos más extremos de violencia vicaria, que es la violencia ejercida por los padres hacia sus hijos como una forma más de malos tratos hacia sus parejas. El último, el secuestro de Anna y Olivia, de 1 y 6 años, por parte de su padre Tomás Gimeno, tiene a toda España en vilo.
El secuestro de Anna y Olivia, y el caso de Rocío Carrasco, que denuncia en televisión los malos tratos sufridos por parte de su ex marido Antonio David Flores, ponen sobre la mesa un tipo de violencia de género menos conocida, la que ejercen los hombres contra sus parejas utilizando a los hijos.
La violencia vicaria puede tener varias formas, desde humillar a la madre delante de sus hijos hasta la manipulación o la violación del régimen de visitas. En los casos más extremos, el progenitor ejerce un daño físico al menor para infligir dolor a su pareja. Se trata de arrebatarles lo que más quieren, sus hijos, como forma de venganza o presión.
En la mayoría de estos casos se repite una constante: las víctimas habían pedido auxilio a la justicia, pero les había sido denegada. Desde 2015, la ley reconoce a los niños como víctimas de la violencia contra sus madres, pero al mismo tiempo, a menudo se interpreta el derecho a la paternidad como un bien superior. Por eso en la mayoría de ocasiones los jueces se niegan a suspender los regímenes de visitas.
Martina y Nerea, de 2 y 6 años
El martes 24 de septiembre de 2018, Ricardo Carrascosa, un hombre de 48 años, mató a sus dos hijas a cuchilladas. Cuando la policía llegó, Martina y Nerea, de 2 y 6 años, yacían en el suelo sin vida, y el asesino, que era también su padre, se había suicidado tirándose por la ventana. La tragedia sacudió a los vecinos, en Castellón.
La madre, Itziar Prats, se había separado de su marido hacía un año. Antes de perder a sus dos hijas en el macabro crimen, recibió un mensaje de su marido: «Vete despidiendo de ellas». No era la primera vez, ya que las amenazas se habían hecho recurrentes. Itziar, psicóloga de 43 años, lo había denunciado a la justicia, pero el sistema falló y en una de las visitas que le tocaban por ley al padre, ejecutó su venganza.
David mató a su hijo de 11 años
El 26 de julio de 2019, David mató a su hijo de 11 años durante un regímen de visitas en Beniel (Murcia). El agresor, de 39 años, tenía antecedentes por violencia machista y había amenazado varias veces a su ex pareja con hacerle daño al niño. Como el caso de Itziar, el sistema no protegió al menor, que acabó muriendo a manos de su padre.
Fue durante una de las visitas que le tocaban por ley. El padre no devolvió al hijo a su madre cuando tocaba, a las 20.30. La madre, alarmada, llamó a la policía, que cuando llegaron al domicilio se encontraron al niño muerto en el suelo, con heridas de arma blanca, y al padre ahorcado. El hombre había sido condenado poco antes por coacciones a su ex pareja, y también por quebrantar el régimen de visitas.
Crimen de Amaia y Candela, 4 y 9 años
Uno de los casos más espeluznantes es el del crimen de Moraña. Sucedió el 31 de julio de 2015 en la localidad pontevedresa de Moraña. David Oubel, de 42 años, drogó a sus hijas antes de degollarlas con una radial e intentar suicidarse. Al llegar al lugar de los hechos, los agentes se encontraron a una de las niñas en la cama, y otra en el suelo ya que intentó escapar antes de ser asesinada. El parricida estaba en el baño, malherido.
Amaia y Candela, de 4 y 9 años, vivían con su madre, que tenía la custodia, pero estaban pasando unos días de verano en la casa de su padre. Fue entonces cuando perpetró su terrible venganza arrebatando a su ex pareja lo que más quería. El homicida, que mostró una gran frialdad, lo confesó todo y fue sentenciado a prisión permanente revisable.
Andrea, 7 años, el caso que lo cambió todo
Uno de los primeros casos más mediáticos de violecia vicaria extrema fue el del asesinato de la hija de Ángela González Carreño. Andrea tenía 7 años cuando el 24 de abril de 2003 su padre, Felipe Rascón, le descerrajó un tiro acabando con su vida. Antes de hacerlo, se había dirigido a su ex pareja con una clara amenaza: «Te quitaré lo que más quieres».
Felipe mató a su hija, luego a su perra, y finalmente se suicidó. El caso de Ángela era flagrante, porque había puesto 51 denuncias antes del trágico suceso. Después de una larga batalla judicial, consiguió que las Naciones Unidas condenara al Estado español por no proteger a las mujeres y a sus hijos e hijas víctimas de la violencia de género.
Caso Bretón: Ruth y José, 2 y 6 años
Si hay un caso célebre de violencia vicaria en España, este es el de José Bretón, el parricida de «Las Quemadillas». José y Ruth tenían 6 y 2 años cuando el 8 de octubre de 2011 su padre les durmió con sedantes y acabó con su vida quemándoles. José Bretón, el asesino, les había recogida el día antes dentro del régimen de visitas establecido.
Un mes antes, su mujer Ruth Ortiz le había comunicado su intención de divorciarse. A partir de entonces planeó con todo detalle su terrible venganza. Después de asesinarles fingió que les había perdido en el parque, pero la investigación policial consiguió destapar el macabro suceso. José Bretón fue acusado de haber asesinado a sus dos hijos a sangre fría para vengarse de su mujer, y fue condenado a 25 años de cárcel.