Hasta 200 personas podrían haber muerto en un estudio sobre el coronavirus. La Comisión Nacional de Ética en la investigación de Brasil investiga en estos momentos la situación para aclarar lo ocurrido. Al parecer, estos pacientes fueron ingresados en distintos centros hospitalarios del país, participando en un estudio irregular.
Querían probar en pacientes afectados por la COVID-19 la proxalutamida, una droga que suele utilizarse con frecuencia en el tratamiento de algún cáncer. No está registrada en el país, ni tampoco se usa en ninguna prueba médica.
Sin embargo, el pasado mes de julio, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, abrió la puerta a su utilización en la lucha contra el coronavirus. Explicó que "esto existe, pero aún no está probado científicamente".
La comisión investigadora brasileña, dependiente del Ministerio de Sanidad, es la que se ocupa de los estudios con seres humanos. A comienzos de este año realizaron un trabajo de investigación para comprobar la eficacia de esta droga. Pese a ello, admitían varias irregularidades contrarias a sus indicaciones.
Ahora se da a conocer que algunos de los pacientes que pasaron por centros médicos para tratar el virus fueron utilizados como cobayas. Estiman que la cifra de víctimas mortales ascendería a 200. Familiares de los muertos ya han demandado a las autoridades y ahora piden que se haga justicia, recoge El País
Es lo que piden los allegados de Zenite Gonzaga Mota, una mujer de 71 años y con síntomas de coronavirus a principios de febrero. Después de una semana con problemas para respirar y tratándose en casa, optaron por llevarla a un hospital.
Días después, sin saberlo, se convertiría en una cobaya humana, junto a otro grupo de personas. Ninguno de sus familiares conocía que iba a formar parte de un experimento que ha supuesto todo un escándalo en el mundo científico.
Zenite llegó al centro médico con un descenso de la saturación de oxígeno, diagnosticándole una infección pulmonar. Se la derivó al hospital José Mendes para que fuera tratada con antibióticos. Poco tiempo después, los responsables de dicha instalación abordaron la posibilidad de usar un nuevo tratamiento en la lucha contra la enfermedad.
Un fármaco pensado para el cáncer
Se trataba de "un medicamento estadounidense para el tratamiento del cáncer, que funciona excepcionalmente contra la COVID-19". Así lo aseguraba el presidente del complejo hospitalario, Luis Alberto Nicolau.
Ese fármaco era la proxalutamida, que no estaba registrada en el país. Al parecer, el responsable del centro siguió las indicaciones del alcalde de la ciudad. Le aconsejó que administrara dicha droga a los pacientes con coronavirus de los hospitales municipales de Itacoatiara.
Lo veían como una auténtica revolución en materia sanitaria, pero lo hacían sin tener ningún de estudio previo que lo avalara.
Según desvela el órgano de investigación brasileño, el estudio implicó a más gente de la prevista en un primer momento. Fueron 645 participantes, cuando lo permitido eran 294. Los analizados eran sobre todo pacientes gravemente enfermos de coronavirus que estuvieran en cuidados intensivos.
El informe de la CONEP aprecia "indicios de irregularidades en el seguimiento". También "transgresiones de las normas vigentes sobre ética en investigación con seres humanos".
De hecho, investigadores de la Unesco publicaron un documento hace unos días criticando este método de trabajo. Lo calificaron como uno de los "episodios más serios y graves de la infracción ética" y de "violación de los derechos humanos".
El responsable del estudio, el doctor Flavio Cdegiani, considera que estas afirmaciones "se basan en falsas premisas". Sostiene que el fármaco no produce reacciones adversas graves en los enfermos con coronavirus.
Cuenta que la intención de la Comisión Nacional de Ética era invalidar dicha investigación tras el interés mostrado por Bolsonaro en la proxalutamida.