Actualmente, el porcentaje de niños que padecen COVID-19 persistente no es muy elevado. Pero, la transmisión que están sufriendo los menores en España en las últimas semanas hace que todo pueda complicarse con el comienzo del curso escolar.
"El tratamiento o seguimiento de estos niños es complicado, porque es un virus nuevo que está aflorando ahora con este tipo de problemas. Estamos aprendiendo continuamente para poder abordarlos", expone en El Mundo, Fernando García-Salas, presidente de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria.
"Si un niño ha padecido COVID-19 hace tres, cuatro semanas, y vemos que tiene una pérdida de apetito, come menos, está más cansado... Esto nos puede indicar que hay un COVID-19 persistente".
El Hospital Germans Trias i Pujol ha sido el primero en tener una unidad para los pacientes de COVID-19 persistente en niños y adolescentes. "En este momento, hay 115 pacientes que han sido atendidos", apunta Carlos Rodrigo, director clínico de Pediatría en dicho hospital.
El 98,2% de los niños asintomáticos estudiados se recuperaron en ocho semanas
"Nos han llegado solicitudes de distintas comunidades españolas, incluso de Francia. Que yo sepa, es la única Unidad bien estructurada, con todas las capacidades... aunque se nos va a desbordar en cualquier momento", afirma.
En España, se han contagiado en julio 625.739 personas y sobre el 10% de casos, los enfermos podrían desarrollar COVID-19 persistente. En niños, estaríamos hablando de un 4,4%, según publica The Lancet Child & Adolescent Health.
La investigación avanza que "la enfermedad de larga duración tras una infección por SARS-CoV-2 parece menos común en niños que en adultos". Así, el 98,2% de los niños estudiados, que eran asintomáticos, se recuperaron en ocho semanas.
En el estudio se refleja que "algunos niños (4,4%) experimentaron síntomas después de cuatro semanas, con una media de dos síntomas persistentes. Entre los síntomas, se encontraron la fatiga, el dolor de cabeza y la pérdida del sentido del olfato".
"Los niños que no se encuentran bien, tienen problemas de relación porque salen menos de casa. Se encuentran con astenia, con dolores musculares, hacen menos deporte... Todo esto hace que la relación con los compañeros disminuya y tengan un problema importante", señala García-Sala.
"Los niños que tienen COVID-19 persistente han tenido formas de coronavirus levísimas, o ni se habían enterado. En muchos casos, hemos hecho el diagnóstico después", asegura Rodrigo.
"Cuando no podemos curar, no nos queda más remedio que rehabilitar"
"La mayoría de los niños tiene más de 12 años. Lo importante es reconocerlo y no creer que son vagos, o que se han convertido en malos estudiantes. Hay situaciones en que, a lo mejor, se castiga al niño por no hacer los deberes, o por no querer salir a jugar", apunta.
"Si el problema fundamental es dolor de cabeza, actuamos selectivamente sobre el dolor. Si es cansancio, hacemos rehabilitación; a todos les hacemos test psicométricos, para ver la capacidad de respuesta, de pérdida de concentración, de memoria...", explica.
El doctor Rodrigo sostiene que "el equipo de neuropsicólogos hace rehabilitación neurocognitiva para mejorar todas esas capacidades. No hay un solo medicamento que sirva para esto, sino que hay que hablar, explicar, tranquilizar hasta donde se pueda", sentencia.
Además, también apunta que "cuando no podemos curar, no nos queda más remedio que rehabilitar. Lo que no funciona bien, intentar que se recupere. Es importante que se sepa que existe, que la gente no piense que si un niño o un adolescente coge el virus, da lo mismo".
Es ciertamente preocupante lo que refleja este doctor en El Mundo. "Ahora hay muchísimos niños infectados, nunca habíamos tenido tantos niños en Urgencias con COVID-19. No son formas graves, pero hay muchísimos y no sabemos si es la variante delta, pero creemos que tiene más que ver con el comportamiento de los padres y la sociedad", apunta Rodrigo.
¿Hay riesgo cero de muerte en niños?
El doctor García-Sala afirma que "no hay un riesgo cero. Aunque sean pocos, hay niños en los hospitales y niños que han fallecido". A su vez, reconoce que uno de los síntomas más preocupantes son los fuertes dolores de cabeza.
"Estamos viendo cuadros de cefalea en adolescentes cuatro y cinco meses después de haber pasado un COVID-19. Lo que más nos preocupa es que, con la medicación habitual que damos para las cefaleas, no conseguimos solucionarlas", afirma García-Sala. "Hay niños a los que tenemos que enviar al neurólogo para tratarlos, pero es bastante frustrante, porque, a veces, no lo conseguimos".
"Con el tiempo se van a curar; pero, cuando nos viene un paciente con este problema, no podemos decirle el tiempo, porque varía de unas personas a otras", cuenta el doctor.
Por último, Rodrigo asegura que "es muy variable. Algunos llevan desde la primera ola de la pandemia". Recalca, pese a todo, que "la tendencia general es que vayan mejorando", especialmente si reciben un buen diagnóstico y posterior tratamiento.