Eran las nueve de la noche del pasado jueves 30 de diciembre cuando la policía recibió la llamada de una madre desesperada. María llevaba horas sin saber nada de su hija Abril, de 3 años. En el domicilio del padre había luz pero nadie respondía, así que entraron por la fuerza en el número 91 de la calle Amparo de Madrid, en el distrito de Lavapiés.
Al acceder al domicilio se encontraron dos cuerpos sin vida, el de la niña y el del padre. Julien, un fotógrafo francés de 47 años, había asesinado a su hija y después se había quitado la vida. En la calle, los psicólogos del Summa 112 tenían que atender a María y a la abuela de la niña, ambas con un cuadro de ansiedad.
Lloraban desconsoladas por un crimen incomprensible como lo son todos los de la violencia vicaria. 2021 ha sido precisamente un año aciago por el repunte de víctimas menores a manos de sus padres como venganza hacia sus parejas. La muerte de Abril fue el trágico colofón de esta macabra crueldad que se ha convertido en una moda.
María y Julien llevaban años en Lavapiés
A las 22:00 horas del jueves, el centro de Lavapiés era un hervidero de coches patrulla y ambulancias, con sus luces azules y amarillas. Agentes de Seguridad Ciudadana acudieron hasta el lugar junto al Grupo de Delitos Violentos de Policía Científica y de Homicidios. Eran la vanguardia de la investigación abierta en torno al crimen.
De momento se sabe que María y Julien llevaban décadas viviendo en el barrio de Lavapiés y que se habían separado hacía poco. Ella es psicóloga de profesión y vive en el edificio de enfrente de la casa de su exmarido. Por eso la noche de los hechos advirtió que había luz en el domicilio donde estaban Julien y Abril.
Él era fotógrafo y trabajaba en el laboratorio de revelado del centro cultural La Casa Encendida, donde impartía talleres. Era natural de Francia pero llegó a Lavapiés hace 20 años. Como suele suceder en estos casos, los vecinos le recuerdan como “una buena persona” y no vieron en él nada fuera de lo común.
Tuvo a su hija Abril con María
Para celebrar el aniversario de su llegada al barrio, el fotógrafo francés publicó un libro de instantáneas de Lavapiés. Le gustaba frecuentar los bares de la zona e hizo un buen puñado de amigos y conocidos que le querían mucho. En un barrio familiar como Lavapiés, había conseguido ser uno más.
Hace unos años, Julien explicaba la experiencia de su aterrizaje en Lavapiés: “Cuando llegué pasé un año y medio sin conocer el barrio, después tuve una gran experiencia en Laboratorio 3, un centro ocupado de la calle Amparo, y decidí centrarme en el barrio”.
Allí nació su única hija, Abril, fruto de su matrimonio con María. La relación se había desgastado y decidieron separarse, aunque no constan denuncias previas por violencia de género ni órdenes de alejamiento. De momento no han trascendido más detalles sobre cómo se han producido las muertes, pero se confirma que presentaban signos de violencia.
El drama de la violencia vicaria en España
El caso está siendo investigado por Policía Nacional y falta la confirmación de la Delegación del Gobierno para la violencia de género. Si se confirma el parricidio, el número de menores asesinados por violencia machista ascendería a 7 en 2021. Desde que empezó a contarse este dato, en 2013, han muerto 46 menores.
La tragedia que ha segado la vida de la pequeña Abril se suma a otros nombres marcados por la crueldad de sus padres en 2021: Anna y Olivia, Isabel, Mohamed, Rocío Caíz y la hija menor de Eva Jaular. El caso de Anna y Olivia, asesinadas por su padre Tomás Gimeno en Tenerife, ha puesto de actualidad el tema de la violencia vicaria.
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Por un lado, las muertes de Anna y Olivia han servido para sensibilizar sobre la necesidad de proteger a nuestros pequeños. Pero por otro lado, los expertos no descartan que el eco mediático del caso Tomás Gimeno haya servido como reclamo para otros parricidas. Como Julien, el hombre que asesinó a su hija de tres años horas antes de Nochevieja.