La situación sanitaria por el COVID-19 en Europa es desigual. Mientras el número de contagios per cápita en Alemania es de poco más de siete por cada 100 000 habitantes en 14 días, en España supera ya los 317. Países como Francia ya han tomado una drástica determinación para frenar la expansión del virus.
Medidas drásticas para llevar una vida normal
La vacunación generalizada no será obligatoria en el país galo, sin embargo, la presión para quienes no quieran vacunarse irá aumentando en las próximas semanas. Cada vez más actividades socioculturales necesitarán que se presente el pasaporte sanitario. Este se requerirá en sitios tan habituales como cafeterías, cines o transportes.
“Cuanto más vacunemos, menos espacio dejamos para que el virus se difunda”, señalaba el jefe del Estado francés en un discurso televisivo a comienzos de semana. Se quiere evitar a toda costa que el coronavirus siga campando a sus anchas por el país.
En las últimas semanas, Francia ha desatado la polémica de sí la vacunación masiva debe ser obligatoria o no. A ello contribuyen los grupos de población escépticos que no quieren recibir ninguna dosis, a pesar de que la variante Delta se ha convertido en mayoritaria en el país vecino.
Quienes sí tendrán que vacunarse obligatoriamente serán los empleados que trabajen con personas vulnerables como ocurre en las residencias de ancianos. Estos deberán hacerlo antes del próximo 15 de septiembre. A partir de esta fecha, habrá sanciones para quienes todavía no hayan recibido ninguna dosis contra el COVID-19.
A pesar de que quería evitarse esta imposición, el presidente galo no ha visto otra salida para evitar una posible cuarta ola en el país que dirige. Ante la llegada de la variante Delta, que está atacando fuertemente a la población, el Ejecutivo francés ha decidido tomar esta drástica medida.
A comienzos de este mes, solo el 60% del personal sanitario había recibido una de las dos dosis en el país vecino. Aunque podían haber accedido a ellas desde hace meses, el porcentaje de sanitarios con ambas pautas en residencias y hospitales no llegaba al 50%.
“No podemos aceptar que haya focos de contagio de sanitarios que contaminen a sus pacientes”, señalaba la semana pasada Alain Fischer, responsable de la estrategia de vacunación del Ejecutivo.
Ante la deteriorada situación epidemiológica que vive el país en las últimas semanas, se ha decidido endurecer el tono contra quienes se muestran escépticos todavía con las vacunas. Por ello, el mandatario francés ha anunciado una batería de medidas que hacen que en la práctica sea casi obligatorio vacunarse si se quiere llevar una vida normal.
Los franceses se preparan para las próximas semanas
A partir de la próxima semana, el pasaporte sanitario se requerirá no solo en las discotecas y grandes eventos sociales o deportivos. También será necesario para acceder a lugares culturales donde el aforo supere las 50 personas.
En agosto, se requerirá también en cafés, restaurantes o transportes, entre otros, a los mayores de 12 años. De esta forma, se incita a los más escépticos a vacunarse y dar un nuevo empujón a la campaña.
A todo ello hay que sumar que tanto las PCR como los test de antígenos pasarán a ser de pago el próximo otoño, salvo que sean prescritos por un médico.
“La vacunación no será obligatoria para todo el mundo, pero la vamos a promover para que el mayor número (de personas) se vacune”, señalaba Macron.
Está claro que con las medidas para las próximas semanas el presidente francés vuelve a poner la crisis sanitaria en el centro de todas las miradas. Le quedan diez meses en el Gobierno y quiere centrarse en la recuperación económica para volver a encabezar el Ejecutivo.
De hecho, la reforma del desempleo entrará en vigor en octubre. Además, la de retrasar la edad de jubilación se pondrá de nuevo en marcha como proyecto en cuanto la crisis sanitaria se resuelva.