El avance en la vacunación contra el COVID-19 ha supuesto un antes y un después en la crisis sanitaria que vive todo el planeta desde hace más de año y medio. La situación pandémica está mejor, pero no hay que bajar la guardia porque este coronavirus no ha desaparecido. Muchos de los que han pasado la enfermedad hace meses continúan padeciendo sus consecuencias a día de hoy, algo difícil de digerir para la mayoría.
Las secuelas de la enfermedad
En la actualidad, los casos de contagios por COVID-19 se siguen sucediendo, aunque en menor medida que antes de que comenzara la vacunación. Es importante mantenerse alerta y no olvidarse de que existe un coronavirus peligroso entre nosotros.
La forma de pasar esta enfermedad es diferente en cada persona. Hay quienes han tenido síntomas propios de un resfriado, pero hay otros que continúan acarreando los problemas de esta dolencia tras meses desde que dieron positivo en COVID-19.
Esto se conoce como COVID persistente y en él se incluyen muchas secuelas que complican la vida diaria de quienes se contagiaron hace tiempo. La pérdida de olfato, gusto o las dificultades respiratorias son las más comunes, pero no las únicas.
Según un estudio publicado por el British Journal of Dermatology, este coronavirus provoca diversas lesiones en los dedos de las extremidades. Esto puede ser el resultado de la respuesta inmunitaria frente al propio virus.
En este análisis, de tipo observacional, investigadores de la Universidad de París examinaron a 50 personas durante la primavera de 2020. Todos ellos presentaban rojeces en los dedos de manos y pies y los tenían inflamados tras pasar la enfermedad.
Además, en este estudio también se analizaron a otras 13 personas con sabañones previos a la pandemia.
Gracias a esta investigación, los expertos consideran haber hallado, por primera vez, qué partes del sistema inmunitario podrían estar involucradas en la aparición de este tipo de lesiones. Esto podría servir de gran ayuda a la hora de buscar tratamientos efectivos.
De acuerdo con este estudio, que se basa en el análisis de sangre y la piel, existen dos elementos que hacen que se produzca este síntoma. En primer lugar está la existencia de una proteína antivírica que se conoce como interferón tipo 1. En segundo, un anticuerpo que ataca por error a las células y tejidos de las extremidades e invade al virus.
A todo ello hay que sumarle la importancia del papel que juegan las células de los vasos sanguíneos que riegan las áreas afectadas.
Los jóvenes, los más perjudicados
De acuerdo con Charles Cassius, uno de los autores del estudio, esta investigación aporta nuevos datos para entender lo comúnmente llamado dedos COVID. A pesar de que era algo sobre lo que ya se había estudiado, tanto su epidemiología como sus características clínicas, había detalles concretos sobre la fisiopatología que todavía no estaban muy claros.
Según este estudio, los problemas en las manos y pies suelen aparecer entre la población más joven. Los niños y los adolescentes son quienes más propicios son a padecer estas secuelas del COVID-19, aunque puede afectar a personas de cualquier edad.
Este síntoma suele presentarse entre una y cuatro semanas después de ser contagiado por este coronavirus que tantas vidas se ha cobrado alrededor del mundo.
Los expertos en la materia aseguran que tienden a desaparecer sin necesidad de fármacos en numerosos casos.
Lo cierto es que según el análisis de los investigadores este efecto secundario era mucho más frecuente durante las primeras olas de la pandemia. Parece afectar menos con la variante Delta. Esto no se descarta que pudiese estar relacionado con que cada vez hay más personas vacunadas.
Sea más habitual o no que hace unos meses, lo que está claro es que la pandemia todavía no ha terminado. No hay que bajar la guardia porque un momento de debilidad puede trastocar la salud para siempre.