Fabiola Martínez sonriendo en un photocall

Fabiola cuenta la realidad de su hijo a Bertín Osborne: 'No nos la queremos jugar'

La modelo venezolana se ha posicionado en contra de la nueva ley de educación

Como sucedió con Roberto Chinchilla, Fabiola Martínez, ha querido defender el derecho de los padres para elegir el centro escolar para sus hijos, tras la aprobación de la nueva ley de educación. 

Hace unos días ya mostraba su descontento por este asunto y ahora ha querido ir un paso más allá. La modelo ha señalado a 'La Razón' que escoger el centro educativo «puede ser el segundo momento más duro para unos padres después de que ten su diagnóstico». 

Kike, el primer hijo que tuvieron en común Fabiola Martínez y Bertín Osborne, que actualmente tiene 13 años, nació de forma prematura y afectado por una grave lesión cerebral que le causó una infección intrauterina provocada por la bacteria Listeria.

«Nos cuesta asimilar que nuestro hijo no es lo que nos habíamos imaginado, que es, simplemente, de otra manera. Eso tiene un proceso de aceptación y de duelo por la pérdida idílica que teníamos de ese hijo hasta que, después, decides tirar hacia adelante y cambiar el chip», explica la presidenta de la Fundación Bertín Osborne

Pero la aprobación de la Ley Celaá ha supuesto un antes y un después en los padres que llevan a sus hijos a centros especiales. 

La ley establece que «el Gobierno, en colaboración con las administraciones educativas, desarrollará un plan para que, en el plazo de diez años[...], los centros ordinarios cuenten con los recursos necesarios para poder atender en las mejores condiciones al alumnado con discapacidad». 

La ley Celaá podría suponer la desaparición de los centros educativos especiales

A pesar de que la nueva normativa no señala literalmente que se vayan a cerrar estas escuelas, la ambigüedad de su redacción deja abierta esta posibilidad.

Muchos han interpretado que la aplicación de la Ley Celaá puede derivar en que los fondos y los recursos de los centros especiales pueden acabar destinados en los colegios ordinarios y que, por lo tanto, los primeros queden reducidos a la mínima expresión y terminen cerrando. 

Por este motivo, los padres de los alumnos que acuden a estos centros han querido salir a defender «un modelo que funciona». 

«Con nuestros niños no nos la queremos jugar; queremos que los dejen tranquilos, no que se toque lo que ya sabemos que funciona», ha explicado Fabiola Martínez.

Además, la modelo venezolana ha señalado que una de las razones por la que están preocupados es de dónde van a salir los fondos para la integración de los niños con necesidades especiales en las escuelas ordinarias. «Esta nebulosa es lo que nos tiene preocupados y angustiados».

Ni Fabiola Martínez ni Bertín Osborne quieren cambiar de colegio a su hijo. «A Kike podría darle una crisis epiléptica en plena explicación del profesor. Y ya colapsaría la clase... Porque, imagínate, un niño que no está acostumbrado a ver a otro convulsionando. ¿Qué va a sentir? ¿Cómo va a reaccionar?».

Isabel Celaá no conoce la realidad de estos niños

Además, ha destacado que si se topase con Isabel Celaá le mostraría la realidad de estos padres para que viera la realidad de estas familias. 

«Muchas veces las palabras se reinterpretan, pero los hechos son los hechos y, una cosas que es una realidad, te da en la frente. Le diría mostrándole a mi hijo: este es un niño con necesidades especiales. ¿Y, ahora, cómo resuelves todo esto? ¿Por qué quitarles a unos para darles a otros? Y si no es así, ¿cómo lo vas a hacer? Porque todavía no lo hemos escuchado».

«Tendría que nacer seis veces y, además, ser política para poder entender esas cabezas, porque hay cosas que no tienen sentido y son incongruentes, aunque ellos las ven clarísimas».

Inscribirlos en centros ordinarios supone un retroceso

Asimismo, también ha querido plantear una reflexión: por qué todos los niños con necesidades especiales tienen que asistir a colegios ordinarios. 

«Si tengo un hijo con discapacidad y cinco oportunidades diferentes de escolarizarle, podré escoger, pero si me dejan solo una, me están obligando a elegir la única que hay. Y ya es difícil enfrentarte al momento de escolarizar a tu hijo para que te lo pongan más duro». 

Por esta razón no está a favor de la nueva ley de educación, que pretende acoger a los niños con necesidades especiales en centros ordinarios. 

«En algunos casos, este modelo supone un retroceso o un parón y les lleva de vuelta a la especial. Muchos piensan que llevar a un niño con necesidades educativas especiales a la ordinaria es que aprenda de forma más lenta las matemáticas o a leer y a escribir, pero en casos como los de Kike ni siquiera estamos hablando de eso, sino de rehabilitación. El aprendizaje de contenidos académicos vendría después».

Así, Fabiola Martínez ha explicado que su hijo asiste todos los días a un centro de rehabilitación donde una fisioterapeuta le ayuda para evitar la atrofia y que tenga que ser intervenido quirúrgicamente. 

«Habrá padres que lo quieran para sus hijos y están en su derecho, pero hay un grupo que lo tiene más complicado y que creemos que en la primera fase de escolarización es importantísimo que se desarrolle el máximo potencial porque es lo que va a permitir que puedan pasar a la escuela ordinaria con los apoyos necesarios y tengan más posibilidades todavía de integrarse». 

La modelo considera que la integración es posible, pero que no es un proceso que se dé de forma espontánea, es el resultado de un gran trabajo de adultos, expertos y profesionales. 

Como Fabiola Martínez, son muchos los padres que creen que la Ley Celaá les quita el derecho de elegir el centro educativo para sus hijos. «Tendrá prioridad la opción más inclusiva», señala la nueva normativa.

Por lo tanto, «no te da opción a de escoger la especial. Es sí o sí la ordinaria. La ley nos quita autoridad a la hora de querer elegir los padres lo mejor para nuestros hijos, le dan más peso a la opinión de los profesionales, pero la última palabra tiene que ser la nuestra y en la ley esto no se recoge así. No pueden ser otros los que van a decidir por nuestros hijos. No. Ahí no nos van a pisar».