El peor de los presagios llegaba al final del pasado jueves 10 de junio. Tras más de 40 días buscando a Anna y Olivia, un devastador hallazgo fulminaba toda esperanza. El buque Ángeles Alvariño daba con los restos mortales de la mayor de las hermanas.
A partir de ahí, todos los esfuerzos se dirigen a encontrar los cuerpos de Anna y del padre de las pequeñas, Tomás. Beatriz, la madre de las niñas confiaba en que su expareja no había sido capaz de hacerles daño, pero la cruda realidad ha sido distinta.
No es la primera vez que un progenitor decide acabar con la vida de sus propios hijos. Se trata de la conocida violencia vicaria. El objetivo reside en hacer sufrir a la otra parte haciendo daño a lo que más quiere.
Para entender mejor qué lleva a una persona a asesinar a sus hijos, Iker Jiménez ha contado con varios expertos. Criminólogos y psiquiatras forenses cuyo trabajo es ahondar en la mente humana más oscura.
El objetivo de Tomás Gimeno era «prolongar la agonía de Beatriz»
La despedida de Tomás hacía pensar que se había llevado a las niñas fuera de nuestras fronteras. Sus últimas palabras fueron destinadas a su expareja dejándole claro que jamás volvería a ver a Anna y Olivia.
Sus movimientos el día de la desaparición respondían a una posible huida con pistas falsas para despistar a los expertos. Un plan trazado que respondía a un objetivo. «Ha querido prolongar la agonía de Beatriz y que la madre no pudiera ver a las niñas», señala un experto.
En muchos casos de separación, la manera en que un progenitor asume este hecho es determinante. Gimeno no lo aceptó, y mucho menos que Beatriz rehiciera su vida. «No tiene un sentido de amor, sino de posesión, no ha querido el rol de perdedor».
El criminólogo y psicólogo Vicente Garrido lo tiene claro. Más allá de terminar con la vida de las niñas, Tomás no quería ni que los cuerpos fueran encontrados. Una manera de extender la desesperación de su madre ante la incertidumbre del paradero de sus hijas.
«La gente de este perfil quiere ser recordado por lo que ha hecho», explica Garrido. «Podía haber matado a las niñas en tierra, pero quería que su exmujer no las viera más».
Por su parte, el psiquiatra forense José Cabrera Forneiro opina sobre la necesidad de pensar que este tipo de personas están desequilibradas. Algo que no determina el grado de maldad de un individuo. «Un sujeto normal puede ser más peligroso que una persona que tiene un trastorno mental», manifiesta el experto.
El ego exacerbado del padre de Anna y Olivia
Con una posición social acomodada y su buen físico, Tomás Gimeno pensaba que nadie podía sustituirle. Sin embargo, Beatriz rehízo su vida y esto le superó. Tanto que llegó a agredir a la pareja de su exmujer.
«No acepta su fracaso con Beatriz», señalan. Su narcisismo y su ego le hacen imposible entender cómo la madre de sus hijas decidió separase. Y no solo eso, sino establecer los días que vería a sus hijas y que estas tuvieran relación con la pareja de Beatriz.
Los expertos afirman que lo que acrecentó todavía más su sentimiento de frustración fue saber que la pareja de Beatriz era completamente diferente a él. «No lo acepta. Y se tiene que vengar de ello», señalan.
Los expertos conocía cuál sería el desenlace de las niñas
A pesar de que muchos apuntaban a que Gimeno se había marchado con las niñas fuera de España, los investigadores no las tenían todas consigo. El perfil de Tomás no encajaba en el de una persona con esa capacidad de planificación.
El psiquiatra forense José Miguel Gaona pone en evidencia la inmadurez de Gimeno. «Las personas inmaduras exigen el amor incondicional, Tomás no acepta el rechazo». «Considera que le ha sustituido por una persona mayor, sin sus cualidades», señala Gaona.
El inspector de policía Serafín Giraldo Pérez, explica que la investigación sigue su curso y que desde el primer momento la huida no encajaba. «Es difícil que desaparezca alguien en Europa, más difícil con niñas pequeñas a su lado».
«Los expertos e investigadores siempre pensaron que el desenlace iba a ser fatal», puntualiza Félix Ríos criminólogo y perito judicial. Pero existía la necesidad por parte de la familia y de la sociedad en general de pensar lo contrario.
Resulta doloroso saber que una persona es capaz de acabar con las vidas de dos niñas y más incomprensible si se trata de su padre. El optimismo de Beatriz era contagioso y a pesar de que las pruebas decían lo contrario, todavía había esperanza.
Una esperanza que ha llegado a su final. Ahora el único deseo es poder dar con el cuerpo de Anna para que la familia pueda darles el último adiós y ambas descansen juntas.