David Beriáin era una de esos periodistas que nunca tuvo miedo en arriesgar parte de su seguridad por contar la verdad y explicar una buena historia. Este martes se confirmaba que el periodista navarro había fallecido víctima de un ataque junto a su cámara y habitual compañero Roberto Fraile. Los dos se encontraban en Burkina Faso colaborando junto a una ONG para realizar un documental sobre la caza furtiva en el país. Y aunque quizá no fuese ese el lugar teóricamente más peligroso donde habían trabajado, finalmente no conseguirían sobrevivir a lo que todavía no está claro si fue un ataque terrorista (teoría que defiende el gobierno africano) un secuestro que salió mal o un robo.
Pero la realidad es que el mismo hacía tiempo que tenía claro que la suya era una profesión realmente peligrosa. Pese a ello nunca tuvo miedo de hablar con las FARC en Colombia (reportaje por el que ganó varios premios o estuvo nominado al más importante para corresponsales de guerra, el Bayeux de Normandía) o cubrir guerras como la Irak, Afganistán o Siria. Y aunque tenía muy claro que su vida corría peligro, en alguna ocasión había llegado a afirmar que sabía que tanto su mujer como sus padres y el resto de su familia comprendían su decisión de seguir yendo a zonas de conflicto en las que pudiera sufrir un desenlace tan trágico a su carrera periodística.
Es por eso que en una de las entrevistas que concedió a lo largo de su vida, concretamente a la revista 'Nuestro Tiempo' en 2017, no dudo en enviar un bonito mensaje a aquellos que le quieren, donde, por cosas del destino, ya vaticinaba su triste final. «Mis padres, mi familia y mi mujer me han querido de la manera más hermosa que se puede querer a alguien: libre. Aunque eso suponga en su caso que un día pueda haber una llamada que les diga ‘no va a volver’. Eso es un acto de generosidad del que yo no sé si sería capaz», afirmaba en aquella entrevista.
Qué es lo que le movía a hacer este tipo de periodismo
Cómo explicábamos, David Beriáin era uno de esos periodistas de raza que siempre estuvo dispuesto a ir a buscar la noticia allí donde se estuviera produciendo. Daba igual lo conflictiva que pudiera ser la zona a la que tuviera intención de desplazarse. Junto a los números conflictos que cubrió para diversos medios, se hizo conocido por sus reportajes sobre el tráfico de drogas o de personas que se pudieron ver en Cuatro o Dmax.
Desde 2012, fue el fundador y principal impulsor de la productora 93 metros, en la que contaba con la colaboración de varios periodistas y profesionales técnicos, pero también de la persona más importante de su vida, su mujer Rosaura Romero, que hacía labores de producción. Una de las anécdotas que muestran su imagen familiar y a su vez su pasión por su profesión es el origen del nombre de su productora. 93 eran los metros que separaban la puerta de la casa de su abuela paterna, Juanita, con el banco de la iglesia donde rezaba, y que él mismo decidió escoger como nombre cuando está murió. «Por eso nos llamamos así, porque no nos olvidamos nunca de que a veces la historia más grande está en el lugar más pequeño», explicaba en la entrevista citada.
Pero, como decíamos, nunca dudo en continuar o no con su profesión, ya que «la vida es demasiado fuerte como para ignorarla». Cualquier tipo de persona tiene una historia merecedora de ser explicada, pues como él mismo dijo: «El peor de los asesinos quiere a alguien y alguien le quiere a él». Y definía de esta manera lo que para él es el periodismo: «La religión del otro. Lo que importa es lo que pasa a los demás e intento dedicar mi vida a entenderlo. No sé si me espera ninguna otra vida después, pero creo que mi dios son los demás».