La India se ha convertido de la noche a la mañana en el nuevo epicentro del coronavirus en el mundo. Mientras los países occidentales como España avanzan hacia la normalidad, en el país asiático la segunda ola deja 300.000 nuevos casos y 2.000 muertes al día. Muchos lo consideran prácticamente como una nueva pandemia.
El Gobierno de España pide a los españoles no viajar a ese país y a los que están allí que vuelvan cuanto antes. Los españoles en la India se han visto sorprendidos por la segunda ola y están viviendo en primera línea el infierno de un país al límite, con los hospitales desbordados y sin oxígeno.
«Ahora se está muriendo gente joven, con treinta y pocos años y no hay camas, ni oxígeno ni pruebas PCR», explica al diario El País Amaia Forces, médico de familia de 51 años. Esta española llegó a Nueva Delhi en febrero y vive allí con su marida y una de sus hijas. Su tarea es detectar casos y hacer cumplir los protocolos sanitarios de la escuela donde trabaja. Ahora, en plena oleada, vive confinada en casa: «Es como si fuese una nueva pandemia».
Amaia cuenta que si en una casa hay un caso positivo, lo más seguro es que se contagien todos porque suelen vivir todos hacinados en un mismo lugar. Muchos de sus compañeros tienen familiares en estado grave o que han muerto: «Es tan trágico que a veces sólo puedes darles consuelo y aconsejarles que consigan morfina para que al menos mueran en paz en sus casas».
La doctora y su marido han recibido la vacuna de AstraZeneca, y están esperando la segunda dosis. Pero está preocupada por su hija, de 14 años, con la que en un primer momento quería volver a España. Tenía dos billetes para Frankfurt, pero Alemania ha cerrado sus fronteras para vuelos procedentes de la India. Comprar otros dos para Madrid con escala en Amsterdam cuesta 3.000 euros, así que tendrán que quedarse en Nueva Delhi y seguir a rajatabla el confinamiento y las restricciones.
Ayer recibió la llamada de una compañera suya, contándole que a su madre le falta oxígeno en la sangre. Este está siendo uno de los principales problemas, ya que se están agotando las reservas de oxígeno, especialmente en Nueva Delhi. Mientras, Amaia quiere echar una mano, aunque no puede ir al hospital a ayudar y lo hace telefónicamente. «Me ofreceré voluntaria para cuidados paliativos», asegura.
Esperando para volver a casa cuanto antes
Cerca de Nueva Delhi, en Haryana, vive Jon Aguirre, un español de 34 años que vive allí por trabajo. «Desde octubre vivíamos en una burbuja paralela», explica, «veíamos que en el mundo el coronavirus estaba afectando bastante y en la India se hacía vida normal». Según cuenta, lo único obligatorio era la mascarilla «aunque la gente la lleva mal puesta», y todo estaba abierto, incluso los centros comerciales y los restaurantes.
A pesar de todo, el estallido de la oleada le ha pillado por sorpresa: «No me imaginaba que iba a haber otro cierre como el de ahora». En su entorno hay muchas personas y familiares enfermos «más graves que la primera ola». También cuenta que «se ve a mucha gente asustada y la afluencia en las calles o en los comercios es muy inferior en este nuevo pico». Ahora teme ponerse enfermo, dado el colapso de los hospitales, y confía en una evacuación rápida: «la empresa nos ayudaría a salir, o la embajada española».
Pacientes jóvenes más graves
Al sur del país, en Andra Pradesh, está Gerardo Álvarez-Uría, de 46 años. Es médico de la Fundación Vicente Ferrer y conoce de primera mano, ya que dirige la unidad de infecciosos de un hospital. Cuenta que desde el mes de abril ha habido un aumento repentino, con «el hospital lleno y todas las camas de la UCI ocupadas, casi sin reservas de oxígeno y con pacientes mucho más graves que antes».
En su opinión, después de superar la primera oleada hubo un exceso de confianza. «El virus está mutando constantemente y puede volverse más contagioso», advierte. En su hospital están atendiendo a gente entre 30 y 50 años con graves problemas respiratorios. Además, se encuentran con el problema del miedo a las vacunas: «En enero y febrero venía muy poca gente, aunque teníamos dosis de sobra».
Este es ahora lo que más preocupa en la India y en el resto del mundo. Si la vacunación no es suficiente para evitar oleadas tan agresivas como la que está teniendo lugar allí, el resto de países se pueden ver afectados. La solución pasa por acelerar la vacunación más allá de los países desarrollados. Si no, advierte Gerardo, habrá una crisis humanitaria.