Beatriz Serrano Franco, de 16 años, fue diagnosticada de COVID-19 el pasado 26 de enero. Lo que no esperaba es que las consecuencias de haberse contagiado de coronavirus fueran tan agresivas con ella. Sufre covid persistente y su familia ya no sabe qué hacer para que su salud mejore.
La joven lleva seis meses sin levantarse casi de la cama. Apenas se incorpora y lo tiene que hacer con gafas de sol porque no puede soportar la luz. Beatriz suele estar tumbada en el sofá de espaldas a la televisión y se pone un cojín en la cabeza dejando pasar las horas.
Su madre, Esther Franco, confiesa en Nius que está desesperada con el caso de su hija. "Tener una hija de 16 años que parece un bulto de carne en el sofá, te destroza. No sabes qué hacer, qué le pasa, quieres que se levante, le das ánimos, pero ella no te mira".
"Sus dolores de cabeza son tan intensos que a veces pienso que se va a volver loca. La covid persistente la está dejando sin ganas de nada con solo 16 años", se lamenta.
El infierno de Beatriz, afectada por el covid persistente desde principios de 2021
El caso es que el COVID-19 persistente tiene unos síntomas y una duración sin fecha de caducidad, igual que la gravedad de la misma.
En relación a una encuesta reciente del Instituto Valenciano de Pediatría junto con la de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP), han registrado 606 casos de consultas de pediatría de toda España. De todos los que han pasado el COVID-19, un 22% padecen covid persistente.
Beatriz es una gran estudiante que, gracias a las facilidades dadas, ha conseguido sacar adelante 4º de la ESO con muy buenas notas. Tanto es así que le han otorgado un premio de excelencia académica. "No sé cómo lo ha hecho porque dábamos el curso por perdido", desvela su madre.
Todo empezó en enero, cuando le salió un bulto en el cuello. Les explicaron que rechinaba los dientes y le recetaron antiinflamatorios. Pero, a las pocas horas, Beatriz perdió el gusto, al siguiente el olfato y después comenzaron los fuertes dolores de cabeza.
"No ha sido capaz de ir al colegio en seis meses y no podía concentrarse ni seguir las clases online. Se levantaba a las dos de la tarde y se iba al sillón, así día tras día. Estaba al borde de la depresión, apática, no participaba en nada, solo miraba al infinito", cuenta Esther.
"Hemos ido a urgencias más de diez veces, no daban con un tratamiento que remitiera los dolores. La inflaron a corticoides para que el virus no atacara a los pulmones. Pero no estaba bien", confiesa.
Beatriz ha cambiado tres veces de tratamiento sin obtener un resultado satisfactorio
"Por fin, la neuróloga Pérez Esteban empatizó con nosotras y nos dio ánimos. Llevamos ya tres tratamientos y hace unos días parece que la cosa empezaba a mejorar. El dolor de cabeza había remitido, pero esta misma mañana no podía levantarse de la cama", asegura su madre.
Beatriz tiene náuseas, erupciones por el cuerpo y palpitaciones, además de haber perdido seis kilos. Quiere estudiar medicina, pero el dolor muchas veces la hunde. Y no puede ni contestar wasaps a sus amigas, "¿te imaginas una chica de 16 años sin mirar el móvil?"
"Después de seis meses así pido un milagro, que le deje de doler la cabeza. Está en sus años de formación. Una vez que empiezas a quedarte atrás, es muy difícil porque los niños también pierden la confianza en sí mismos".
"Es una espiral descendente, la neuróloga dice que la migraña se ha cronificado y que es cíclica pero que pasará. A mí me da miedo qué efectos va a tener todo esto en ella a largo plazo siendo tan joven. No veo el final", sostiene.
Tanto Esther como la Asociación de LONG COVID ACTS solicitan que se continúe investigando. La razón, que estos afectados necesitan un seguimiento multidisciplinar en todos los ámbitos.