Hace ya unos cuantos días de la terrible explosión en una parroquia de Madrid que acabó con la vida de cuatro personas en la capital, sin embargo, lo sucedido está aún muy presente.
En los últimos días se ha ido conociendo la identidad de las personas que fallecieron en el suceso, así como las tristes historias detrás de los mismos. Como ya se había sabido, una de las víctimas del suceso fue Rubén Pérez Ayala, un sacerdote de 36 años que se encontraba en la parroquia en el momento en el que se provocó la explosión.
Ahora ha sido su hermano, el también sacerdote Pablo Pérez Ayala el que ha contado su dura experiencia y la de su familia durante los momentos después de la explosión en la parroquia.
Ha asegurado que, pese a todo, aún fue «un milagro» que se pudieran despedir de su hermano, pues su pronóstico decía que, por las heridas que presentaba, debería haber fallecido antes, sin embargo, se le pudo trasladar a un hospital y allí estuvo ingresado algunas horas, hasta que finalmente perdió la vida.
«Llegó vivo y luchó sin parar», ha contado Pablo, asegurando que gracias a eso pudo acudir al hospital para dar el último adiós a su hermano, cosa que en un principio pensó que no podría hacer. «Rubén tendría que haber llegado muerto al hospital por una serie de heridas que tenía, pero que llegó vivo y luchó sin parar».
Al sacerdote se le realizaron dos operaciones nada más llegar al hospital, aunque de ninguna de ellas salió con buenas expectativas de recuperación. En primer lugar se le realizó una intervención para reparar la pelvis, que se le había visto muy afectada.
Horas más tarde se le tuvo que someter a una segunda operación, debido a una hemorragia interna que sufrió, fue durante la madrugada. «Rubén ha salido de esta segunda operación y está en la UCI muy crítico. Estas horas son vitales», dijeron entonces fuentes cercanas.
Sin embargo, poco más tarde, se daba la triste noticia, finalmente el sacerdote no pudo sobrevivir a las heridas que había sufrido durante la explosión.
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El hermano de Rubén, Pablo, cuenta como vivió también el momento de la explosión y el enterarse de la noticia. Según ha explicado, él se encontraba en su casa y fue una llamada telefónico lo que le alertó.
En ese momento, asegura, salió corriendo hacia el lugar pero entre el caos no pudo acceder a la zona de la parroquia, en la que sabía que se encontraba su hermano.
Asegura, sin embargo, que en un primer momento pensaron que Rubén no habría salido tan mal parado de la explosión, puesto que, según le dijeron, había salido por su propio pie del lugar.
No fue así. El sacerdote había logrado salir solo de la parroquia, sin embargo, fue con un tremendo esfuerzo, la explosión le había dejado tales daños que tuvo que salir arrastrándose del lugar para intentar salvar la vida. «Resultó que había salido solo arrastrándose, nadie sabe cómo», asegura su hermano.
Ahora Pablo lo recuerda con mucho amor y habla de él con orgullo. «Rubén y yo hemos compartido habitación hasta que yo entré al seminario. Siempre nos hemos peleado y nos hemos reconciliado. Nos ha unido el vínculo del sacerdocio».
Cuenta también que, pese a ser él dos años menor que Rubén, fue Pablo quién le inicio en la vocación sacerdotal. Él entró al seminario y Rubén no quiso hacerlo en un primer momento, dos años más tarde, sin embargo, acabó por darse cuenta de que era también su vocación, y ambos emprendieron juntos el camino del sacerdocio.