Con la llegada del COVID-19, fueron muchos los que se dedicaron a investigar sobre esta enfermedad que tantas vidas se estaba cobrando alrededor del mundo. Tras ello, trataron de frenar su expansión con una vacuna. No obstante, antes de poder inocularla a la población había que probarla en un grupo reducido de voluntarios.
Ser voluntario no es tarea fácil
En julio de 2020 Jeremy Menchik decidió participar en la búsqueda de una solución para la pandemia. Este profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Boston se presentó voluntario para los ensayos de la dosis de Moderna contra el COVID-19.
"Dejar que una compañía que nunca había llevado una vacuna al mercado usara mi cuerpo daba miedo", señala Menchik en un artículo para el medio especializado STAT.
"Participar en el ensayo suponía siete visitas al hospital, 24 llamadas de teléfono, escribir decenas de entradas en un diario, someterme a reiteradas baterías de preguntas sobre mi vida privada, cinco extracciones de sangre y numerosos test nasofaríngeos", añade en su texto.
"Cuando supe que la vacuna era un éxito me puse eufórico", afirma Menchik.
Estaba convencido de lo que había hecho durante meses. De hecho, hasta se presentó voluntario de nuevo cuando, ante la aparición de delta, Moderna comenzó a probar una tercera dosis específica para luchar contra esta variante.
Los intereses económicos priman
Lamentablemente, a día de hoy se encuentra decepcionado con su decisión. “Si hubiera sabido entonces lo que ahora sé sobre la búsqueda de beneficios por parte de la compañía, no habría hecho esto", señala en su artículo.
Él quería participar en la búsqueda de una solución para la crisis sanitaria sin pedir nada a cambio. Ni siquiera sabía si se le inocularía la vacuna o un placebo. Seis meses después le explicaron que en su caso le habían administrado una solución salina.
Al comprender que lo que él pensaba que era un noble proyecto científico era "antes que nada, un ejercicio despiadado de búsqueda de beneficios" se decepcionó bastante.
No logra entender cómo "en vez de ir a por todas para acabar con la pandemia lo antes posible, Moderna está ayudando a prolongarla al no hacer accesible su tecnología de ARN mensajero al Gobierno de Estados Unidos y a otros fabricantes para que la producción global pueda incrementarse rápidamente".
Las vacunas han logrado salvar miles de vidas, sin embargo, este antiguo voluntario considera que no todo vale para que los fabricantes se llenen los bolsillos.
Jeremy Menchik estima que Moderna podría haberse hecho con unos beneficios que rondaría los 15 000 y 18 000 millones de dólares en 2021.
Desafortunadamente, este antiguo voluntario, no cree que las intenciones de Pfizer y BioNTech sean distintas.
"Según algunos cálculos, estos fabricantes de vacunas están ganando 65.000 dólares al minuto", señala Menchik.
También recuerda que Moderna recibió 2.500 millones de dólares del Gobierno estadounidense para desarrollar el medicamento.
Renunciar es la única opción para él
Por el momento la pandemia parece que todavía está lejos de terminar. Aunque parece que en muchos casos los síntomas son más leves, el COVID-19 sigue estando muy presente en nuestro día a día.
"Esta situación no le interesa a nadie, excepto a las compañías que se benefician cuando aparecen nuevas variantes", lamenta este profesor universitario.
Menchik pide a otros voluntarios de Moderna que recapaciten y renuncien como él a seguir participando en ensayos clínicos. Considera que, presionando así a la compañía, esta compartirá su tecnología y ayudará a salvar vidas. Además, de esta forma se podría controlar la pandemia y generar beneficios globales superiores a los 150 000 millones de dólares.