El lunes 31 de mayo los medios de comunicación se hicieron eco de una noticia terrible. Una niña de cuatro años fue asesinada en Sant Joan Despí, Barcelona.
Los investigadores tuvieron claro desde el primer momento que la responsable había sido la madre de la pequeña. Acabó con la vida de la menor y luego se intentó suicidar.
El Sistema de Emergencias Médicas (SEM) logró reanimar a la progenitora, pero no pudo hacer nada por Yaiza, así se llama la víctima. El periódico 'El Mundo' ha explicado todo lo que hay detrás de este suceso tan terrorífico.
El exmarido de la responsable hizo saltar todas las alarmas. Fue a recoger a su hija al colegio y le informaron de que no había asistido. Intentó conectar con ella y al no obtener respuesta puso el asunto en manos de las autoridades.
Este crimen es un claro ejemplo de violencia vicaria. Dos palabras que están muy presentes en los medios de comunicación después de la desaparición de Anna y Olivia.
El final de ambos casos es bastante parecido. El padre de Yaiza se ha puesto en contacto con Beatriz, madre de las niñas de Tenerife.
Una carta desgarradora: «Son unos monstruos»
Tomás Gimeno ha intentado destrozar a su antigua mujer obligándole a buscar a las pequeñas que tenían en común eternamente. Los planes no han salido como él pensaba, pues la Guardia Civil ha encontrado el cuerpo sin vida de Olivia.
Es un caso muy similar al que hemos citado en líneas anteriores. Por ese motivo, el progenitor de la menor catalana le ha enviado una carta a la señora Zimmermann.
«Ella también es un monstruo, todos lo son. Ahora me pregunto cómo no pude verlo», escribe el afectado.
«Me dicen que asuma que no había nada que yo hubiera podido hacer para evitarlo. Pero yo no puedo dejar de pensar en que le he fallado».
Su nombre es Sergio y se ha convertido en un ejemplo de entereza. Mucha gente relaciona la violencia vicaria a los hombres, pero él ha demostrado que las mujeres también pueden convertirse en verdugos.
Su comunicación con la madre de Anna y Olivia ha dejado sin aliento a la población. Ambos han sido unidos por un dolor imposible de sanar.
«Cruzaba los dedos, como seguro hacían millones de personas, deseando que ese monstruo no hubiera llegado a hacer lo que lamentablemente se confirmó la semana pasada», comenta haciendo alusión a Tomás.
«Nadie y mucho menos un padre puede creerse en el derecho de poder decidir cuando acaba la vida de sus hijas. Los niños deberían ser felices», concluye.
Una terrible venganza: «Tienes lo que te mereces»
Cristina Rivas terminó con la vida de su pequeña y después intentó suicidarse. Trabajaba en una farmacia, así que le resultaba muy fácil acceder a ciertos medicamentos.
Dejó tres sobres verdes y uno blancos en la mesilla de noche. El primero era para su madre, pedía disculpas por el delito que acababa de cometer.
«Espero que puedas perdonarme, te queremos», escribió. El segundo era para su abuela: «lo siento yaya».
El tercero era para su exmarido, una de las víctimas del crimen: «para Sergio, el culpable de todo esto. Gracias».
Detrás del sobre había unas líneas que derrochaban odio y rencor. «Has hecho que me quite la vida, pero vas a llorar la muerte de tu hija».
Cristina asegura que estaba viviendo un infierno y todo era culpa del padre de la niña. No tuvo piedad con él y encima le culpo del fallecimiento.
«La última palabra la tienes tú: decide si la entierras o la incineras. Tienes lo que te mereces», escribe sin ningún sentimiento.
En las palabras que le dedicó a su abuela intentó explicar la monstruosidad que había cometido. «Quiero que pague por ello. Por todo el sufrimiento que yo he pasado».
Afortunadamente los médicos salvaron la vida de la señora Rivas. Ahora podrá pagar por el delito que ha cometido y tendrá mucho para arrepentirse dentro de la cárcel.