Yaiza tenía 4 años cuando su madre la ahogó con una bolsa de plástico el pasado 31 de mayo, en Sant Joan Despí (Barcelona). Un mes antes, Tomás Gimeno mató a sus hijas Anna y Olivia, de uno y seis años, y las hizo desaparecer en el mar, en Tenerife.
El hallazgo del cuerpo sin vida de Olivia, el pasado 10 de junio, provocó una gran conmoción en toda España. El suyo es un caso parecido al de Yaiza. Pero la popularidad del caso contrasta con el silencio mediático e institucional en torno al crimen de Yaiza.
La familia paterna de Yaiza ha denunciado el abandono que han sentido durante estos días. No han tenido la cobertura mediática de las niñas de Tenerife, ni concentraciones, ni minutos de silencio. Dos casos parecidos, pero tratados de forma diferente.
Las niñas de Tenerife y la niña de Barcelona tienen algo en común: en ambos casos, uno de los progenitores utilizó a sus hijos para causar dolor a su pareja. Pero hay una diferencia sustancial. En un caso lo hizo el padre, y en el otro la madre.
Qué dice la teoría de género
Para los expertos en violencia de género, esto es importante. La violencia vicaria es una forma de violencia de género. Y la violencia de género se entiende como la que ejercen mayoritariamente los hombres sobre las mujeres.
Se entiende la violencia contra los menores como una extensión del dominio que ejercen los hombres sobre sus parejas. Un dominio que nace de la desigualdad estructural entre hombres y mujeres. En la raíz está el machismo protagonizado por los hombres.
Según este planteamiento, el de Yaiza no puede ser considerado como un caso de violencia de género. El crimen lo perpetró su madre para hacer daño a su pareja. Pero al ser una mujer, se entiende que no es un caso de violencia machista.
Esto explicaría que el ministerio de Igualdad, e incluso el presidente del Gobierno, se hayan pronunciado sobre el caso de Tenerife y hayan callado sobre el de Barcelona. Eso no evita la polémica en torno a esta situación que divide a la sociedad española.
Lo hizo para causar daño al padre
María Cristina Rivas, de 35 años, planeó el asesinato de su hija para hacer daño a su ex pareja. Ella y el padre de la menor se habían separado. La semana antes del crimen le pidió una segunda oportunidad, pero él se la denegó hasta dos veces.
La familia paterna tiene claro que María Cristina planeó el asesinato de Yaiza de forma premeditada. Esperó al día que su padre tenía que recogerla en el colegio, el lunes. Llamó a la escuela y a su trabajo para simular que estaban enfermas.
La madre suministró a su hija un tranquilizante y la ahogó con una bolsa de plástico en la cabeza. Luego intentó suicidarse, pero no lo logró. En el escenario del crimen había dejado hasta cinco cartas dirigidas a su ex pareja.
Una vez recuperada, la madre pasó a disposición judicial y ahora se encuentra en prisión provisional. Ante el juez declaró que llevaba dos o tres meses pensando en matar a su hija. Reconoció haberlo hecho para causar daño a su ex.
Un padre sin nombre
El caso de María Cristina es idéntico al de Tomás Gimeno. Este mató a sus hijas para causar el mayor daño imaginable a su ex, Beatriz. La madre de Anna y Olivia había rehecho su vida con otro hombre, y Tomás quiso vengarse de la forma más cruel.
Pero por muy aberrante que sea el crimen cometido por María Cristina, la violencia machista es solo la que ejercen los hombres, en tanto que hombres, a sus parejas. Se entiende que los hombres ejercen un papel dominante en una sociedad patriarcal.
Hay otro condicionante que puede explicar el distinto trato entre ambos casos. En el último mes han muerto ocho mujeres a manos de sus parejas. Se trata del período más negro de la violencia de género en España desde enero de 2020.
Esto ha sensibilizado especialmente a la sociedad española. En los actos de repulsa por el crimen de Olivia había un mensaje claro: basta de violencia de género. Por eso el caso de Anna y Olivia tienen un significado especial que el de Yaiza parece no tener.
Pero detrás de estos matices se encierra una tragedia igual de dolorosa. El padre de Yaiza, cuyo nombre no ha trascendido, está roto, hundido, desesperado. Asegura que su hija lo era todo para él, y ahora se encuentra solo y abandonado.
Un debate de fondo
El tratamiento hacia este padre contrasta también con el dedicado a Beatriz Zimmermann, madre de las niñas. Conocemos su nombre, hemos visto su rostro y hemos leído sus cartas. La sociedad española se ha volcado con ella, y en cambio se ha olvidado del padre de Yaiza.
«Estamos dolidos. No ha habido ni un solo gesto público ni privado de solidaridad de las instituciones», ha dicho la familia paterna de Yaiza.
En el trasfondo hay undebate enraizado en la sociedad española. La extrema derecha lleva tiempo planteando el concepto de violencia intrafamiliar para poner al mismo nivel la que ejercen los hombres y las mujeres. El resto del arco político, se opone a ello.
Los casos de Yaiza y Olivia han reavivado este debate. Miembros de Vox han pedido que se reconozca a Yaiza y a su padre como víctimas de la violencia de género. Otra parte de la sociedad considera que se trata de casos parecidos, pero diferentes.