Olga Pardo, una vecina de Valencia de 43 años, desapareció el 3 de abril y apareció muerta en una acequia tres días después. Su muerte forma parte de una sucesión de asesinatos que tiene a la Comunidad Valenciana en vilo ante la posibilidad de que haya un asesino en serie. La policía, de momento, descarta esa opción.
Primero fue Alicia, en noviembre. Luego Florina, en enero. Y finalmente Olga y Johana, en abril. Las cuatro mujeres vivían en Elche, Valencia y Burriana (Castellón), y fueron estranguladas y arrojadas a una acequia. Ninguna de ellas fue violada, y la policía cree que en ninguno de los casos las víctimas conocían a su agresor.
Aun así, los investigadores no ven indicios de conexión entre los casos y siguen tratándolos de forma aislada. En el caso de Olga, la investigación se centra en su entorno más cercano y la principal pista son las últimas llamadas que realizó con su teléfono. La última persona a la que llamó ha revelado todos los detalles en el diario Levante.
Las últimas personas que vieron a Olga con vida fueron sus compañeros de piso. Fue el sábado 3 de abril, y Olga estaba con uno de sus compañeros en el piso que compartían en el barrio de La Torre, en Valencia. El testigo, que ha querido conservar su anonimato, dice que Olga estaba «nerviosa y chateando todo el rato con su teléfono». Eran las cinco de la tarde, y según cuenta, ella le pidió dinero y él le dijo que no.
El testigo explica que Olga le pedía dinero con frecuencia, y que él se lo daba «porque nunca me fallaba, siempre lo devolvía». Primero le pidió 50 euros, luego 20. Finalmente le dio «bastante menos» con la condición de que se quedara en casa tranquila y no se fuera. «Le dije que, si quería, comprase algo en el supermercado y volviera a casa». La acompañó al súper, compraron algunas cosas, y salieron cada una por una puerta distinta. Él esperaba que volviera a casa, «pero entonces la vi yendo hacia la parada del autobús».
La joven cogió un autobús para dirigirse hasta la Malva-rosa. Más tarde llamó a su compañero de piso y le dijo que ya iba para casa. «Le dije que se diera prisa, que no eran horas de andar por la calle», asegura, pero nunca regresó.
'No lloros, ni fatiga de persecución'
Luego hay otra llamada más, que el testigo ya no respondió pero que quedó grabada en el contestador. En ella, Olga le pide que le llame. Según cuenta, «tanto en la llamada como en el mensaje, se notaba que iba caminando, como si anduviese deprisa, pero tranquila. Ni lloros, ni fatiga de persecución. Y no me habló de que tuviese un problema o que la estuviesen amenazando». Cuando vio el mensaje la llamó, pero ya no respondía.
Horas más tarde, una amiga de Olga le llamó pero no le cogió el teléfono porque había vivido un tiempo con ellas y la cosa no había acabado bien. Olga y esta amiga acababan de salir de un centro de desintoxicación, y la convivencia se había complicado. Dos semanas antes de la muerte de Olga, el propietario le había pedido a esa chica que se fuera. Por eso el testigo no le cogió la llamada aquella noche, aunque ahora se arrepiente.
En un primer momento pensó que Olga le había llamado de madrugada, pero días después, revisando el teléfono con ayuda de la Guardia Civil, se dio cuenta de que las llamadas eran al mediodía. Es decir, no a las 00.30 sino a las 12.30. Por lo tanto, Olga no murió aquella noche, sino al día siguiente y seguramente a plena luz del día.
La principal hipótesis de la policía
Una de las hipótesis que baraja la policía es que la víctima no conociera al asesino, y que este escogiera a su víctima al azar y por sorpresa. Esto coincide con la última llamada que Olga hizo a su compañero, en la que no se la ve alterada ni parece que nadie la esté persiguiendo.
El domingo por la noche, el dueño del piso y con quien Olga mantenía una relación muy especial, se enteró de que la mujer no daba señales de vida. Intentó contactar con ella, pero ya no le entraban ni los whatsapps ni las llamadas. Tenía el móvil apagado, aunque era frecuente que pasase la noche fuera y se quedase sin batería. «Era muy buena gente, una chica estupenda. Pero tenía un problema y ese problemas la ha llevado donde está», dice esa persona, «¡Maldita la hora!».
Al día siguiente, el compañero de piso de Olga avisó a su hermana, que presentó la denuncia al día siguiente. Pero unas horas antes, un guarda de la Real Acequia de Moncada había descubierto el cuerpo de una mujer hundido a metro y medio de profundidad. La Guardia Civil reflotó el cadáver, y era el de Olga Pardo, con su ropa y su bolso intactos. La autopsia dejó claro que había muerto estrangulada, y desde entonces el grupo de homicidios intenta estrechar el cerco sobre el asesino.