Las autoridades canadienses dan por finalizada la búsqueda de los cuerpos de las víctimas del naufragio del Villa de Pitanxo. El balance final es de tres supervivientes, nueve muertos y doce desaparecidos. Entre los desaparecidos está precisamente Ricardo Arias García, el marinero que tentó a la suerte dos veces.
El Villa de Pitanxo es un pesquero con base en Marín que a finales de enero zarpó rumbo a las aguas del norte, en Canadá. Allí naufragó la madrugada del pasado martes en la que ya es la peor tragedia que se recuerda en la navegación gallega. Entre los náufragos hay 16 españoles, 10 de ellos de nacimiento.
Las autoridades dan por finalizada la búsqueda debido a las condiciones climáticas, y dan a los desaparecidos por muertos. Es literalmente imposible que hayan sobrevivido dos días en las aguas congeladas de Terranova. Ahora se empiezan a conocer las historias de las víctimas, algunas de ellas tan sorprendentes como la de Ricardo.
El primer naufragio de Ricardo
Ricardo Arias García era vecino de Marín, tenía 46 años y este era el segundo naufragio que vivía. En octubre de hace veintidós años fue el único superviviente del naufragio del Arosa con 13 marineros a bordo. Se prometió a sí mismo no volver al mar, pero decidió volver a tentar a la suerte con el Villa de Pitanxo.
En aquella ocasión, el joven marinero de 24 años se estrenaba en uno de los caladeros más peligrosos del mundo, el del Gran Sol. El 3 de octubre de 2000, a las 06:20 horas de la mañana, la embarcación lanzó una señal de socorro. Estaban atrapados en medio de un temporal con vientos de fuerza siete y olas de diez metros.
Ricardo y sus 12 compañeros se lanzaron al agua, pero solo tres de ellos consiguieron llegar hasta las rocas. Dos de ellos murieron poco después de ingresar en el hospital. Ricardo, al que encontraron agarrado al peñasco con las piernas ensangrentadas, logró sobrevivir como único testigo de la tragedia.
'Mátame, venga, mátame ya'
Más tarde, el protagonista recordó que mientras las olas lo engullían encaramado a la roca sólo deseaba morir pronto. “Mátame, venga, mátame ya, al menos que me queda la opción de morir ahogándome”, repetía. Afortunadamente sobrevivió, se recuperó y volvió a casa con la promesa de no volver al mar.
Como marinero experimentado, Ricardo sabía que el mar no da segundas oportunidades. Pero también como marinero se vio empujado a una especie de destino que lo arrastró nuevamente a las aguas. Probó otras profesiones en tierra firme, pero sin un rumbo firme volvió a enrolarse como navegante.
El pasado 26 de enero embarcó en el Villa de Pitanxo que salía de Vigo rumbo a Terranova. “A ver si esta vez tengo más suerte”, dijo a sus amigos antes de salir en la que sería su última aventura. No la tuvo, y la madrugada del pasado martes las olas hundieron al pesquero en cuestión de minutos.
El segundo naufragio de Ricardo
De los 24 tripulantes del Villa de Pitanxo, quien mejor conocía lo que iba a suceder era probablemente Ricardo. Ya había sobrevivido una vez a un naufragio, y las leyes no escritas del mar dicen que nunca hay una tercera. Esta vez, todo sucedió más rápido, tanto que los marineros no tuvieron tiempo de nada.
El pesquero se encontraba rematando la faena después de dos semanas de buena pesca de fletán negro. De repente, un golpe de mar con olas de cuatro a ocho metros de altura provocó el hundimiento de la rampa de popa. En cuestión de minutos, un torrente de agua hundió por completo la embarcación.
La mayoría de los tripulantes no superaban los cincuenta años de edad y eran extranjeros que habían llegado a España para ganarse la vida como marineros. Todo fue tan rápido que no estuvieron a tiempo de ponerse los trajes antitérmicos. Algunos de ellos, como Ricardo, quedaron sumergidos para siempre en el agua.
Ricardo, un hombre muy trabajador
Ricardo Arias García no consta esta vez entre los supervivientes del naufragio. Era natural de Loira, una pequeña localidad costera de la ría de Pontevedra, y tenía una larga experiencia en el mar. Quienes le conocían bien aseguran que era un chico muy trabajador y que todas las compañías se lo rifaban.
El dolor invade hoy Marín, localidad de Ricardo y de muchos otros tripulantes del barco hundido. Ayer se celebró una sesión extraordinaria en el ayuntamiento donde se leyó una declaración institucional. Hicieron referencia a “las dos caras del mar, la de la fuente de riqueza y la cara cruel de que todo salga mal”.