Laia, niña de 13 años asesinada en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) el 4 de junio de 2018

El hombre que acabó con la vida de Laia, una niña de 13 años: ‘Vi una sombra’

El autor confeso intenta esquivar la prisión permanente revisable alegando que iba drogado y pensó que le atacaban

El jurado popular de la Audiencia de Barcelona escuchó ayer el espeluznante relato de Juan Francisco López Ortiz, el autor confeso del asesinato de la niña Laia, de 13 años. Ha explicado que creyó ver una sombra en su habitación y, asustado, fue a por un cuchillo: «Me estaba defendiendo de alguien que había en casa».

La estrategia de la defensa está clara: alegar enajenación mental. Esto podría encajar con la personalidad de Juan Francisco, un adicto a las drogas que tenía a su madre en estado terminal en el hospital. Pero su versión no cuadra con los hechos, porque la pequeña Laia murió asfixiada. Fiscalía y acusación piden para él la prisión permanente revisable.

Los hechos ocurrieron en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) el 4 de junio de 2018. Laia, una niña adoptada de origen chino, había pasado la tarde en casa de sus abuelos, en el segundo piso, y bajó hacia el portal donde la esperaba su padre dentro del coche. En el primer piso, Juan Francisco abordó a la menor, la introdujo en su casa, la agredió sexualmente y la mató asfixiándola.

El autor de los hechos explicó ayer que había consumido cerveza y cocaína, y que creyó ver una sombra en su habitación. Pensó que era un ladrón y fue a la cocina a por un cuchillo para defenderse. Por eso, la defensa alega que fue un homicidio imprudente. El cuerpo de la menor presentaba heridas de arma blanca, pero los resultados de la autopsia confirmaron que la niña murió por asfixia, causada por las manos y una correa de perro.

«Casi podría jurar que yo no puse esa correa, pero visto lo que ocurrió, no puede decirle», ha respondido ante el ministerio fiscal. Sostiene que su intención fue siempre defenderse, y relata su actitud al volver a su habitación con el cuchillo: «Allí cojo todo lo que voy encontrando y voy dando golpes con toda la fuerza que tengo».

Juan Francisco pesa en la actualidad 95 kilos, mientras que la víctima pesaba 37. Este es un hecho relevante, porque fiscalía y acusación lo ven como una demostración de que la niña no pudo defenderse en ningún momento. Debido a este ensañamiento, piden que el autor de los hechos pase el resto de sus días en la cárcel.

Los vecinos niegan que fuera drogado

La defensa arguye que Juan Francisco es un adicto a las drogas y que además estaba afectado por la situación de su madre, en estado terminal y que falleció el día después del crimen. El hombre, de 46 años, vivía entonces en casa de sus padres, pero su padre le había amenazado con echarlo de casa por su mala conducta. Todos estos problemas podrían haber influido. Pero los vecinos que aquel mismo día hablaron antes con él aseguran que no le vieron bajo los efectos del alcohol y las drogas.

Además, niega que abusara sexualmente de la menor a pesar de que el cadáver apareció desnudo, y que había restos de semen en sus calzoncillos junto a la sangre de la menor. Según su relato, estuvo viendo pornografía antes del suceso, pero en ningún caso de menores. Dice que estuvo mirando vídeos de transexuales ya que él mismo había mantenido relaciones con uno durante su estancia en Estados Unidos. El acusado ha querido así desviar la atención sobre las supuestas búsquedas de «niñas orientales follando con adultos» que se le atribuyen. Él lo niega, y dice que solo tecleó «busco matrimonio China, parejas China, putas en China». 

'La cabeza, las drogas, el miedo'

Durante el juicio, también ha explicado que después del crimen escondió el cadáver y limpió el suelo para que su padre no lo viera así. Dice que estaba asustado y sudaba mucho, y por eso se duchó. Luego, dice, fue consciente de lo que hizo: «Me armo de valor, abro el armario y… dantesco». Al llamar a su puerta y preguntar por una niña, «les dejo entrar y me quedo en el recibidor, porque para mí yo no había hecho nada».

En todo momento ha sostenido que no era consciente de lo que hacía y que no se dio cuenta hasta días después. Asegura que mintió a la policía y a los forenses porque no quería que su hija y su padre se enteraran de su adicción. «Era una locura. La cabeza, las drogas, el miedo. No se puede explicar. Lo único que tenía en mente era que mi padre no se enterara de que iba drogado, porque me quedaba en la calle». Así intenta Juan Francisco esquivar la prisión permanente, aunque no le será fácil.