Las secuelas del coronavirus fueron objeto de estudio por varios investigadores del Hospital de Mataró, del Consorcio Sanitario del Maresme (Barcelona). Los especialistas habían observado nuevos síntomas tras pasar la enfermedad, como la disfagia orofaríngea (dificultad para tragar los alimentos y los líquidos) y la desnutrición y la sarcopenia (pérdida de masa muscular).
Pere Clavé, director de Investigación de ese hospital, lideró dicho estudio. Además, Clavé es investigador asociado del Ciberehd y presidente fundador de la Sociedad Europea de Trastornos de Deglución.
El caso es que la investigación se ha publicado en revista Clinical Nutrition y sus resultados son clarificadores. Los pacientes requirieron de seis meses para recuperar su peso normal y la disfagia orofaríngea se mantuvo en el 23% de los pacientes al medio año de seguimiento.
"Estos resultados son la primera publicación de una serie de tres estudios, un estudio correspondiente a cada ola de la pandemia por coronavirus. Este primero tiene la característica de que nuestra reacción a la pandemia fue absolutamente contemplativa porque no estábamos preparados. Es evidente que la pandemia nos arrolló, como a la mayoría de hospitales del país", cuenta el investigador.
Las secuelas del coronavirus asociadas a la primera ola
"Esta primera parte explica cuál es el impacto de la primera ola de la pandemia en dos alteraciones que son muy prevalentes en estas personas: los trastornos de la deglución. Básicamente, se asocian al mismo fenómeno que hace que los pacientes pierdan el olfato y el gusto, a esa alteración neural", prosigue.
"Además, en esos casos se complica por la insuficiencia respiratoria. También porque algunos tienen que ir a UCI y ser intubados, por tanto esta es la ruta de la disfagia", explica Clavé.
"A su vez, los pacientes que ingresan la malnutrición es muy frecuente por dos factores. En esa primera ola, la mayoría de personas que ingresaban eran personas mayores, muchos de ellos procedían de residencias o centros sociosanitarios. El 45% de pacientes que tenían malnutrición perdieron unos 10 kilos en 10 días, por tanto el impacto fue tremendo", indica el especialista.
Cuando los enfermos vuelven a casa, "les cuesta tanto recuperar la deglución que hasta el 23,3% de los pacientes nunca la van a recuperar. Esa gente con disfagia y malnutrición, además, van a tener un elevado riesgo de reingreso por complicaciones infecciosas respiratorias de tipo bacteriano", sentencia el investigador.
Es manifiesto que la disfagia debe considerarse un síndrome post COVID-19 porque "el 26% de los pacientes no se recuperan", sostiene Clavé.
"Otra cosa que nos ha impactado es que el hecho de tener disfagia en el periodo de seguimiento de los seis meses claramente es un factor de riesgo de supervivencia. Es también de mayor mortalidad, ya que una persona con disfagia tiene más riesgo de morirse que los demás", aclara el catalán.
"La comunidad científica reconoce que del coronavirus tenemos mucho que aprender"
"Esto está vinculado a las posibles complicaciones por infecciones respiratorias que pueden tener esas personas", explica. A los seis meses, la mortalidad de los afectados que no sufren disfagia es de solo el 7%. Por otro lado, la mortalidad de aquellos que tienen disfagia es del 28,5%.
A pesar de todo, Clavé no es tan negativo con los datos estudiados. "En la primera ola la capacidad de reacción fue muy baja. En la segunda y tercera la intervención fue mucho más intensa, el equipo multidisciplinar pudimos responder a estos retos nutricionales que ofrece el coronavirus", sentencia.
Los estudios que salgan próximamente arrojarán datos más esperanzadores. "Nos preparamos con protocolos que atacan, identifican a los pacientes con disfagia desde su ingreso en urgencias. Esos protocolos han sido muy efectivos a la hora sobre todo de minimizar el impacto sobre la malnutrición".
"Llevamos estudiados más de 1.300 pacientes, es una observación en un grupo muy potente. En la primera teníamos más de 200 pacientes, en la segunda ola incluimos 400 pacientes y en la tercera, también 400".
Este estudio forma parte de NutriCOVer, un plan de apoyo para la investigación clínica de la mano de importantes especialistas nacionales. "Hemos estado tan inmersos en cada ola y en el estudio que no hemos hecho ningún avance en ese sentido", afirma.
"Además de la OMS, la comunidad científica reconoce que del COVID-19 tenemos mucho que aprender. Los pacientes, tanto cuando están ingresados como cuando se les da de alta después de la enfermedad, tienen muchos trastornos que si no ponemos encima de la mesa métodos de diagnóstico para identificarlos pues es difícil ponerlos de manifiesto. Uno de ellos es la disfagia", concluye.