La quinta ola de coronavirus ya parece una realidad difícil de frenar. Los contagios se han vuelto a disparar en todo el país, especialmente entre los jóvenes, y algunas comunidades ya han frenado la desescalada.
Cataluña ha sido la primera que ha decidido volver a cerrar todo el ocio nocturno, sin excepciones. Únicamente se salvan del cierre los festivales de música al aire libre, pero con tests de diagnóstico obligatorio y hora límite de cierre.
En el resto de España, varias comunidades se están planteando ya una decisión similar y es probable que llegue en los próximos días.
En el caso de la comunidad catalana, las autoridades creen que es posible que haya que tomar más decisiones. Han reiterado que no quieren hacerlo, pero si sigue la explosión de casos no quedará más remedio.
Recuerdan que todavía queda un porcentaje importante de población sin vacunar o a falta de recibir la segunda dosis. Y que la variante Delta, mayoritaria entre los contagios de los jóvenes, es más transmisible y escapa más a las vacunas.
Esto hace que aunque los mayores estén inmunizados, algunos de ellos podrían no escapar al virus. Y los jóvenes tampoco es que sean inmunes, ya que con tantos contagios lo normal es que algunos también acaben ingresados.
Para frenar la escalada de contagios, no solo en Cataluña, sino en todo el país, los científicos ya han pedido que vuelva la mascarilla. El pasado 26 de junio se acabó la obligatoriedad de llevarla siempre por la calle, pero los expertos creen que era demasiado precipitado.
A la vista de los datos de contagios, muchos de ellos han pedido que vuelva a implantarse esta medida. El problema, según la portavoz del Gobierno catalán, es que ahora ya no depende de la Generalitat.
Las competencias sobre las mascarillas las tiene el Estado, concretamente Sanidad, y la Generalitat solo puede recomendar su uso. Así lo han hecho en los últimos días, pero han pedido al Gobierno español que recapacite y replantee la medida.
Muchos ciudadanos llevan la mascarilla todavía
Lo cierto es que gran parte de la ciudadanía sigue llevando la mascarilla en la calle aunque ya no sea obligatorio. Casi todos los gobiernos autonómicos lo han pedido así, pero muchos ciudadanos la llevan por iniciativa propia.
Desde el 26 de junio, pasear por calle implica encontrarse a gente con mascarilla y otra que sí que la lleva. Los que no la llevan sostienen que ya no es obligatorio y que, si no hay aglomeraciones, no se la ponen.
Los otros argumentan que la siguen llevando porque se sienten más seguros. Muchos creen que la decisión de quitarla se ha tomado demasiado pronto, y los expertos en la materia les dan la razón.
Llevar mascarilla por la calle nunca fue, en sí misma, una medida eficaz contra los contagios de coronavirus. Al aire libre las probabilidades de contagio son mucho menores, especialmente si hay distancia entre las personas.
Pero su imposición a nivel estatal hizo que las personas asumieran mejor que estaban en una pandemia. Llevar mascarilla implicaba ser consciente de que había que mantener distancias, y sobre todo, recordaba que había que llevarla también en interiores.
Ahora que no es obligatorio llevarla, es fácil encontrarse con personas que hablan sin mascarilla y sin distancia de seguridad. Cuando sales a pasear no sabes si te vas a encontrar con alguien, argumentan algunos ciudadanos.
Y acostumbrados a llevar la mascarilla durante un año, si te encuentras con alguien a veces no te das cuenta de que no la llevas. Así que mantienes una conversación con esa persona, sin mascarilla y a menos de 1,5 metros de distancia.
Por eso, muchos se sienten más seguros llevándola todavía por la calle, incluso los mayores que ya están vacunados. Ellos, en principio, son los que están más protegidos ahora mismo por el virus.
Aun así, creen que es importante seguir llevándola para no bajar la guardia. Los contagios de los últimos días parecen corroborar que las medidas se han relajado demasiado, igual que la actitud de parte de la ciudadanía.