La segunda sesión del juicio contra Alberto Sánchez por matar a su madre y comérsela ha permitido escuchar por primera vez de su boca el relato del «caníbal de Ventas». En su estremecedor testimonio, Alberto ha dicho que oía voces en su cabeza que le decían que matara a su madre, y que no recuerda haberla descuartizado y haberse comido sus restos.
Los hechos que ahora juzga la Audiencia Provincial de Madrid sucedieron en febrero de 2019, en Madrid, y causaron una gran conmoción en la sociedad española. La sola idea de que un joven pueda comerse a su propia madre pone los pelos de punto, pero ahora un tribunal trata de hallar los motivos que se esconden tras el acto.
Alberto ha declarado con evidentes dificultades al hablar por la medicación que está tomando debido a sus problemas mentales. Ha afirmado que él y su madre, que vivían bajo el mismo techo, discutían por tonterías, pero que «en el fondo nos llevábamos bien». Según su versión, ella era alcohólica y él iba a menudo a una casa okupa para consumir drogas. Su adicción empezó durante un Erasmus en Grecia, en el que su hermano tuvo que ir a rescatarlo.
A partir de entonces todo empezó a ir de mal en peor. Alberto asegura que solía «fumar canutos y ver la televisión, escuchando mensajes ocultos». Dice no recordar nada del crimen de su madre, más allá de una voces en la cabeza que le decían: «Mata a tu madre» y «Te voy a descuartizar». Oía estas voces desde los quince años, cuando sus amigos se reían de él por la incontinencia urinaria que padecía. «Voces de vecinos, de conocidos, de famosos», dice, y recuerda cuando su madre le llevó al psiquiátrico «supongo que para abandonarme».
Los primeros indicios apuntaban a una personalidad psicopática, ya que los presos que lo vigilaban día y noche aseguraron que era consciente de lo que había hecho y que no se arrepentía. Luego, estando ya en la cárcel, escribió una carta en la que reconocía su problemas mentales y pedía cumplir su condena en un centro psiquiátrico: «Estaba mal hace mucho tiempo y me refugié en las drogas. Llevaba mucho tiempo oyendo voces y teniendo alucinaciones. Espero que me lleven a un centro psiquiátrico después del juicio».
Ahora, un jurado tendrá que determinar si estaba en sus plenas facultades o es un enfermo mental, qué pena le corresponde y dónde tendrá que cumplirla. El fiscal pide quince años por un delito de homicidio, y cinco meses por profanación de cadáveres. Su pena conllevaría un agravante de parentesco y, además, tendría que indemnizar a su hermano con 90.000 euros.
El escenario del crimen que hizo vomitar a los agentes
Agentes con años de experiencia a sus espaldas vomitando. Esta es la consecuencia de la escena con la que se encontraron los policías que acudieron aquel día a casa de Alberto y su madre. María Soledad, una señora de 66 años, había desaparecido y una amiga suya que hacía un mes que no la veía fue a poner la denuncia. Los agentes acudieron a la casa, y el muchacho les dejó pasar sin oponer resistencia. Una vez dentro, encontraron restos humanos por toda la casa.
Según la investigación, Alberto mató a su madre después de una discusión. Lo hizo ahogándola con sus manos, y luego la tendió sobre la cama y la descuartizo con una sierra de carpintero y dos cuchillos. Repartió los trozos por la casa, algunos los puso en tápers de plástico y otros en bolsas de basura. Se cree que él y su perro se estuvieron alimentando de la carne de su madre dos semanas.
Según el relato de los agentes, el joven les explicó ahí mismo lo que había hecho, lo cual provocó los vómitos de varios de ellos. Uno de los policías asegura que de camino al calabozo les confesó que la había matado mientras preparaba el desayuno, y que «como no sabía qué hacer con los restos se los comió y se lo dio al perro sin mostrar ningún tipo de arrepentimiento».