El secuestro de Anna y Olivia a manos de su padre Tomás está atrayendo la atención de todo el país. La investigación sigue en marcha, y aunque va más lenta de lo que sería deseable, cada vez hay más pistas para resolver el caso. Una de las claves está en el último hombre que le vio con vida y habló con él: Agustín, el vigilante del puerto.
La Guardia Civil le ha tomado declaración varias veces, ya que es la última persona que vio y habló con Tomás Gimeno. Él le abrió la barrera cuando llegó al puerto a las 21.28, antes de desaparecer. «Controlamos a quien entra y lo vi llegar, estoy seguro que las niñas no iban en el coche», aseguró el guarda.
El hombre miró bien dentro del coche, en los asientos, y está seguro de que las pequeñas, de 1 y 6 años, no estaban allí. Luego lo volvió a ver cargando su barca. «Llevaba dos bolsas grandes de basura y una mochila. Una de las bolsas estaba en la lancha cuando la recuperó la Guardia Civil», explica. Las imágenes registradas por la cámara del puerto confirman que llevaba bultos, y el capitán del puerto declaró haber visto dos bolsas, una maleta, una mochila y bultos.
Agustín vio a Tomás regresar a las 23.30 después de haber zarpado. Estaba nervioso, buscaba un cargador en el coche y tuvo que comprarlo. Incluso topó con la policía del puerto, ya que estaba incumpliendo el toque de queda, pero la prioridad número uno de Tomás era encontrar el cargador. Agustín buscó uno en su despacho pero no lo encontró, y Tomás se fue a una gasolinera. Allí cargó el móvil y a las 12:10 se marchó.
Este ha sido un detalle al que los investigadores han prestado mucha atención: por qué estaba tan nervioso Tomás, y por qué necesitaba un cargador. Han llegado a la conclusión de que alguien que ha matado a sus hijas y quiere suicidarse no necesita un cargador, ni tampoco lo necesitaba para despedirse o hablar con su ex, porque ya lo había hecho. La principal hipótesis es que no ha hecho daño a las niñas, y que necesitaba el cargador para contactar con el barco al que previamente habría embarcado a las niñas. Esto explica que el vigilante no las viera en el coche.
A partir de ahí, los investigadores vuelven hacia atrás e intentan reconstruir las últimas horas de Tomás. A las 19.30, estando con sus hijas, se despide de sus padres con una efusividad poco usual en él. Un detalle en el que también reparan sus amigos. Sale de la vivienda diez minutos después. Desde ahí empieza una fuga que le podría haber llevado a alguna cala de Candelaria (Tenerife) con un barco fondeado.
Creen que se ha ido a África
Según uno de sus amigos, Toni Herrero, han rastreado los barcos en aguas canarias estos últimos días en una página web, y han encontrado un velero sospechoso. Salió el mismo día que desapareció Tomás con las niñas, los horarios coinciden plenamente, y los movimientos son extraños y sin ninguna lógica. Su teoría es que subió a las niñas a ese velero, las dejó en el barco y se fue para hacer ver que él se iba solo en su lancha.
Tomás cargó su lancha con algunos enseres y salió al encuentro del barco donde había dejado a sus hijas. Es luego cuando vuelve, nervioso, para cargar el móvil. El barco en el que se cree que salieron iba sin sistema de seguimiento hacia la zona de Antequera, y podrían haber hecho un trasbordo sin que nadie los viera desde tierra.
La principal hipótesis es que Tomás puso rumbo con sus hijas hacia África, un continente en el que tenía contactos al ser gerente de una plantación de plátanos. Pero la embarcación salió de las Palmas y pasó por Tenerife rumbo a África, una ruta que no tiene mucho sentido, a no ser que volviera hacia atrás para recoger a alguien. Las piezas encajan.
Todo esto deja cada vez más claro que Tomás contó con al menos un colaborador, y sus amigos apuntan a una persona de la que no saben nada. La Guardia Civil se está centrando en interrogar al entorno de Tomás, a familiares y amigos, para encontrar una pista que les acerque más a Anna y Olivia. Un gran despliegue policial sigue rastreando la zona de Tenerife, pero mantienen abierta la investigación en las posibles zonas donde podría haber ido, como Sudáfrica y África.
Tomás odia a la pareja de su ex
Tomás Gimeno, de 38 años, tenía antecedentes y estaba obsesionado con la nueva pareja de su ex mujer Beatriz. Eric, un belga dueño de unas bodegas en las que ella trabajaba, estaba en el foco de la ira de Tomás, que no quería que las pequeñas vivieran con él. El cuidado de sus hijas había generado más de una discusión, e incluso llegó a abordar a Beatriz en un bar cercano a las bodegas de Eric.
Los testigos señalan que Tomás agredió al novio de su ex mujer mientras ella intentaba separarlos. Esto reafirma la hipótesis de que Tomás no quería hacer daño a las niñas, sino llevárselas para empezar una nueva vida lejos de Beatriz y su nueva pareja, Eric. Esto cuadra con lo último que dijo Tomás a Beatriz: «Nos vamos lejos, cuidaré de ellas». Y por eso Beatriz se muestra convencida de que Anna y Olivia siguen vivas, con su padre.