Foto de archivo de Déborah Fernández, asesinada en Vigo en 2002

Un paso más para descubrir quién acabó con Déborah hace 19 años

Por orden de un juez se procederá a la exhumación de los restos mortales de la joven para encontrar pruebas sobre su trágico final

La muerte de Déborah Fernández continúa siendo uno de los crímenes del que no se conocen todas las piezas, pero toda la información que existía hasta el momento ha sufrido un giro inesperado. La titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Tui ha autorizado la exhumación de los restos mortales de la joven, esta decisión se llevará a cabo el 18 de mayo en el cementerio de Pereiró, cerca de Vigo.

Allí descansan sus restos desde hace prácticamente 20 años. El motivo por el que se ha llevado a cabo esta orden es a través de una causa presentada por la familia para encontrar resto de ADN de terceras personas. «Recibimos la noticia con la esperanza de que este duro proceso pueda cerrar el círculo sobre la(s) persona(s) que intervinieron en la desaparición, muerte y posterior manipulación y traslado del cuerpo e Déborah» escribe en un comunicado la familia.

El motivo por el cual se ha iniciado este intento por parte de la familia es que en 2022 prescribirá el caso y el asesino seguirá libre. Los abogados de la familia de Déborah trabajan a contrarreloj para demostrar que la muerte de la joven fue un crimen, y no un fallecimiento accidental como decía la autopsia practicada hace veinte años.

El caso de Déborah

Déborah Fernández vivía con sus padres, aunque tenía dos hermanos más que se habían independizado. Era estudiante de diseño gráfico y llevaba una vida de lo más normal: hacía ejercicio, aficionada a todo tipo de artes, buena estudiante y era una chica que socializaba en general.

Su desaparición ocurrió el 30 de abril de 2002. Débora acudía a la escuela de diseño para ir unas clases de refuerzo, ya que pretendía subir nota en un examen. Más tarde fue a la peluquería para depilarse, y allí contó que tenía una cita. Llegó a su casa a las tres de la tarde y, después de comer, se metió en su habitación para conectarse a una aplicación de mensajería. Su prima Nuria la llamó para que se vieran pero Déborah dijo que no porque tenía otros planes.

A mitad de la tarde, Déborah volvió a salir de su casa con ropa de deporte y sin documentación, ni el teléfono, ni dinero encima. Quedó entre tantas con su prima y hablaron. La joven volvió a mencionar que no podrían verse por la noche y se despidieron. Eran las 20.45, y la joven estaba a solo diez minutos de su casa a pie.

Ese preciso instante es el que continúa siendo una incógnita para todos aquellos que participan en la reconstrucción del caso. En los testimonios aportados es mucha la gente que asegura haberla visto, pero a pesar de todas las hipótesis planteadas, no se conoce ni a donde ni con quien fue.

El proceso de pesquisa

El caso ha sido archivado hasta en quince ocasiones, pero una petición de revisión en noviembre de 2019 lo reabrió. La investigación se centra en los testigos que pudieron haberla visto, pero el caso sigue lleno de incógnitas debido a una cadena de errores en la fase de instrucción inicial. El primero de ellos tiene que ver con el testigo que declaró haber visto a la chica en la zona donde se perdió. Aunque detalló la localización, las fuerzas del orden no solicitaron las cámaras de seguridad o de control de tráfico para seguir su rastro.

La familia sospechó que algo extraño había pasado, ya que la chica había abandonado su domicilio en chándal y sin pertenencias. A pesar de ello, la policía entendió que Déborah, al ser mayor de edad, podría haberse marchado voluntariamente. La policía buscó luego por montes y playas cercanas a Vigo. Tras diez días una vecina de Portecelo un pueblo a 40 kilómetros de Vigo, encontró un cuerpo desnudo en una cuneta, en la única recta de una carretera llena de curvas.

El principal sospechoso fue el primer novio de la chica, un hombre cuyo nombre no ha trascendido y con el que tenía planes de boda. En los últimos meses su relación se había enfriado. Al ser preguntado por la policía negó haber visto a Déborah, aunque en el registro telefónico consta que habían hablado el día de los hechos.

La podría haber sido la pista principal llegó a ser descartada. Uno de los agentes sintió un fuerte olor a podrido que salía del maletero del coche donde llegaba su exnovio, y al ser preguntado por eso respondió que había olvidado una caja de langostinos. La policía aceptó la explicación, y no se llegó ni a revisar el interior del vehículo. Con todo ello se realizará una nueva autopsia al cadáver de la joven, para esta vez sí, tratar de encontrar pruebas concluyentes.