Fotos de las víctimas

'Barbarie escalofriante': Isaac y Julio, el crimen homófobo que conmocionó a España

Jacobo Piñero les cosió a puñaladas antes de quemar el piso y un jurado popular le absolvió por legítima defensa

El 13 de julio de 2006, en Vigo, dos jóvenes de 27 y 32 años fueron atados, asesinados a puñaladas, y quemados. Se llamaban Isaac y Julio, y eran pareja. Horas después, la policía detuvo al culpable y empezó uno de los casos más polémicos en nuestro país.

En las últimas horas, el crimen de Samuel Luiz Muñiz en La Coruña ha levantado una ola de indignación en España. Lo mataron a golpes al grito de «maricón». Antes que él hubo otros asesinatos homófobos cuyos ecos vuelven ahora de manera trágica.

Isaac Pérez Triviño, español de 27 años, y Julio Anderson, brasileño de 32, recibieron 57 puñaladas en su piso del número 12 la calle Oporto, en Vigo. El autor del brutal crimen, Jacobo Piñero, fue absuelto por un jurado popular. Lo consideraron un acto en legítima defensa.

La justicia rectificó y obligó a repetir el juicio por el crimen. Finalmente fue condenado a 58 años de cárcel por un crimen que la sentencia definió como «barbarie escalofriante». Aquel caso marcó un antes y un después a la hora de juzgar estos sucesos.

La defensa armó una estrategia basada en el «miedo insuperable a la homosexualidad» o «pánico gay». El acusado dijo haber sufrido un intento de agresión sexual por parte de uno de ellos. Eso fue aceptado como motivo suficiente para su absolución.

Tras una larga lucha en los tribunales, fiscalía y defensa lograron demostrar que el salvaje ataque era incompatible con la legítima defensa. Las víctimas tenían cortes hasta en la cara. Muchos de ellos se habían producido una vez ya estaban muertos.

Cómo sucedieron los hechos

El día de los hechos, Jacobo Piñero conoció a Isaac en el local gay donde este trabajaba. Al finalizar su turno, a las 16:30 horas, se fueron a casa de Isaac y pasaron la tarde juntos. Pasadas las diez de la noche llegó Julio con dos amigos más. 

Después de cenar, los dos amigos del brasileño se marcharon y se quedaron en el piso Isaac, Julio y Jacobo. En torno a las 4 de la madrugada, según los forenses, empezó la orgía de sangre. El primero en recibir las puñaladas fue Isaac.

Jacobo le asestó varias puñaladas hasta dejarle moribundo. Entonces se dirigió a Julio y le asestó varias puñaladas mientras este intentaba escapar por el pasillo. Isaac, aún vivo, se atrincheró en el dormitorio e intentó llamar a la policía.

Jacobo echó la puerta abajo y le asestó más de treinta puñaladas más. Entonces ató a Julio y cubrió el cuerpo con una manta, haciendo luego lo mismo con Isaac. Una vez perpetrado el crimen se duchó y permaneció cuatro horas en el piso intentando destruir pruebas.

Antes de salir llenó una maleta con pertenencias de valor, roció el suelo con alcohol, abrió la llave del gas y prendió fuego al inmueble. Pidió ayuda a varios amigos para esconder la maleta. Pero estos le delataron y fue detenido dos días después.

Un caso que marcó un antes y un después

Un jurado popular compró la teoría de la defensa. Le absolvieron de los delitos de homicidio y le culparon del de incendio. Le cayeron solo 20 años, pero el Tribunal Superior de Justicia de Galicia obligó a repetir el juicio por el asesinato de Isaac y Julio.

La sentencia del segundo juicio consideró probado que el culpable había asestado 57 puñaladas a las víctimas: 35 a Isaac y 22 a Julio. También que quería causarles la muerte y que aumentó su dolor de forma deliberada e inhumanamente.

El jurado desestimó la teoría de la legítima defensa y los atenuantes por estar bajo los efectos del alcohol y las drogas. Se apoyó en el análisis de los forenses, según el cual las víctimas estaban indefensas y no pudieron defenderse.

La sentencia consideró probado que Jacobo Piñero había quemado el piso, consciente del riesgo de que el fuego se extendiese al resto del edificio. Y añadió que se había llevado objetos de valor en una maleta antes de desaparecer del piso.

Al acusado le cayeron 58 años de cárcel en una sentencia que marcó un antes y un después. Recibió la sentencia con una gran frialdad, y se apresuró a abandonar la sala. Antes de perderse se encaró con los presentes, les insultó y les amenazó.