Remontándonos unos cuantos años atrás, en la boda de Rocío Carrasco con José Ortega Cano, cuando la cantante recién había cumplido su tan ansiada mayoría de edad, se había ido de casa para vivir una nueva etapa de su vida, de la mano de su guardia civil, y, orgullosa como su madre, al parecer le explicó: «No me hace falta tu dinero, yo sé ganarme la vida».
Palabras que todavía en estos días muchos recuerdan como si las hubiera pronunciado ayer. Hizo sus primeros pinitos en el modelaje nupcial vistiendo trajes de novia recorriendo Catalunya de centro comercial en centro comercial para marcas como Tot Nuvis de Paco Flaqué y con la conocida de Hilario López Millán, que la trasladó incluso a un Gaudí, en donde desfiló con David Meca y la Jesulina.
De cualquier forma, su relación siempre estuvo en el foco de todas las miradas, tanto es así, que en una de las ruedas de prensa de Argentona organizada por Amador a la que había traído consigo numerosos y grandes camiones de televisión que estaban estacionados en la calle, los vecinos de su pueblo y alrededores aclamaban con alegría y vitoreaban a los periodistas famosos.
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En aquel momento, Rociito, emocionada, les trasladó a algunos de sus confidentes a hurtadillas, que su madre le había dicho: «Sé que estás preñada… Pues aquí estoy y no te preocupes».
La boda de su niña
A la hora de la verdad, momentos previos a la boda, en su organización, la madre de Rocío Carrasco exigió: «Para mi Rocío, como la infanta Elena», que se acababa de casar hace muy poco en Sevilla por aquel entonces, usando incluso el mismo ‘catering’.
Quería una boda lujuriosa, con todo detalle, que diera que hablar y acorde a la ocasión y los protagonistas del evento nupcial.
La Jurado en el terreno íntimo siempre quiso por encima de todo a su primera nieta, que, cuando Ortega Cano se lanzaba al ruedo en Barcelona se alojaban en uno de los hoteles más codiciados de la zona, en el Juan Carlos I, y era entonces cuando la abuela enviaba a su marido a otra habitación distinta para poder disfrutar y dormir plácidamente con su Ro. Siempre se han mostrado muy cariñosos públicamente con su ‘niña’ a la que habían llevado en varias ocasiones incluso a comer marisco al Botafumeiro. Sin embargo, Rocío y Ortega ya no dormían juntos. En este sentido, Rocío Jurado le había confesado a Luis Sanz, íntimo amigo suyo, que no era del todo feliz y que quería separarse de Ortega Cano, algo que señaló igualmente en sus memorias. Una decisión que mantenía firme y que no provenía por ninguna infidelidad del torero, sino por falta de intimidad conyugal en el sentido de a la hora de mantener relaciones sexuales.
«Necesito hacer el amor a diario»
«Necesito hacer el amor todos los días», confesó en aquel momento Rocío Jurado. Y también: «Desde hace seis años no me ha faltado nunca una noche de pasión con mi Petrosko». La misma confesaba que tan solo podía mantener una relación estable con un hombre si existían ese tipo de relaciones más íntimas, ya que se calificaba como «¡mucho mujerío!». Cuando Rocío se puso enferma, su marido, Ortega Cano, se convirtió en el más devoto de los maridos, aunque sí bien es cierto que en muchas ocasiones el dolor le superaba, se rompía y tenía por costumbre encerrarse en una habitación para ahogar las penas en alcohol y llorar su pena. El diestro quería mucho a sus nietos, pero siempre se volcó en su hija: «Ven aquí, reina de mi corazón, que te doy la luna y las estrellas...».