Karlos Arguiñano ha estado en el "El Hormiguero". Allí ha hablado de la actualidad general y de temas más personales. No ha esquivado ninguna pregunta incluidas las referidas a los acontecimientos más duros de su biografía.
Un confinamiento con su mujer y sus animales
El popular cocinero charló largo y tendido con Pablo Motos sobre el confinamiento. Lo ha pasado en su casa entretenido cuidando a sus animales de granja: «Tengo gallinero, tengo cabras, tengo cerdos, tengo gallinas, huerta», comentaba.
También ha podido seguir grabando nuevas entregas de su programa de cocina.
Y ha podido disfrutar de su casa. De la compañía de su esposa y de dar largos paseos por el monte: «He estado viviendo con mi mujer en casa 80 días solos. He hecho unos 800 kilómetros. Unos paseos de 12, 13 o 14 kilómetros de media cada día. Normalmente hago 8 o 10.»
Ha explicado que fue él el que se puso en contacto con Motos durante la cuarentena para decirle: «Éramos tan felices y no lo sabíamos. Las noticias han sido terribles todos los días. Tenemos que ir buscando la normalidad. Si no va a ser muy complicado. Qué difícil manejar este mundo tan duro. El bichito este es muy "cabroncete"».
Sus dos primeros hijos murieron con siete meses
Una vez superado el estado de alarma una de las mayores alegrías que ha tenido Karlos Arguiñano ha sido reunirse de nuevo con toda su familia formada por 27 personas.
Según Arguiñano: «Hay que celebrar la vida y hay que celebrar poder estar de nuevo con los nuestros».
El mediático chef desvelaba algunos de los momentos más duros de su vida. En los primeros años de casado él y su mujer tuvieron que vivir el drama de la pérdida de dos bebés.
«Ocho partos hubo en mi casa. Los dos primeros se nos murieron con siete meses. Se nos murieron los dos niños. Siete meses y nacieron muertos. Mi mujer lloraba y lloraba. Con razón, claro», dijo con emoción.
A pesar del dolor que ambos sufrieron dio muestras de su carácter optimista tan característico: «Y yo animándola. Le decía tranquila, que tienes un pedazo de marido. Lo vamos a intentar las veces que haga falta.»
Y tenía razón. «Y luego vinieron otros seis, y una que tengo adoptada. Somos siete. Todos emparejados, todos con hijos menos mi hija, que tiene pareja pero no tienen niños. Ahora me toca aprender los nombres», contaba con mucho sentido del humor.