Ana María, la estafadora que se hizo pasar por hija del Rey

Ana María, la falsa hija del rey Juan Carlos que se forró durante décadas

Esta navarra tenía un gran don de gentes y facilidad de palabra

Ana María Bea, de 50 años, se ha hecho pasar por hija del Rey o incluso nieta de Franco durante los últimos 25 años para estafar a un gran número de personas. La Guardia Civil la detuvo el pasado mes de diciembre y desde entonces son muchas las informaciones que han salido sobre el modus operandi que utilizaba.

Discapacitada desde que con sólo un mes y medio de edad sufrió una meningitis, una de las pocas verdades que contó, se encontraba en silla de ruedas y en la ruina. Vivía en la calle y dormía por la zona del mercado de abastos de Gerona.

En estas circunstancias la conocieron varios fieles de las iglesias evangélicas de la ciudad, quienes se apiadaron de su situación y empezaron a ayudarla, puesto que aseguraba que era una heredera de las bodegas Chivite a quien su familia había dejado de lado.

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Esta navarra era toda una experta en engañar a quienes la rodeaban. Tanto es así que les hacía creer que si le daban dinero ella después les haría entrega de diferentes privilegios como cuentas bancarias para que sus hijos estudiasen, inmuebles nuevos o cantidades de dinero increíbles.

Desde su casa en la urbanización Goba, ubicada en Vidreres, esta mujer dirigía su centro de operaciones. Poco a poco Ana María Bea fue ampliando su red, captando también a los familiares de los primeros abducidos.

Así entraron en este engaño precisamente Iván y Priscila. «Un día le preguntó a mi madre si tenía hijos y mi madre le dijo que sí. '¿Y tu hija tiene hipoteca? Pues también se la voy a pagar'», explica Iván a ‘El Mundo’.

«Mi madre me llamó, me lo contó y me dijo que me quería conocer. Una vez en persona, algo te hace, te embruja. A mí me tiraba por los niños. '¿Tu hijo quieren estudiar? Pues le pondré una cuenta a su nombre, pero no la podrá tocar hasta que vayan a la Universidad'», añade.

Les mostró imágenes de las propiedades que les donaría. «Mira, este piso es uno de los tuyos; fíjate, este hotel será para ti», aseguraba la estafadora. Para que todo pareciera más real les solicitó la documentación de la deuda hipotecaria y los DNI para que los abogados fueran preparando el pago, algo que por supuesto no sucedió.

«Ella tenía una perra que se llamaba Reina. Le hice un dibujo y mi suegro le compró un marco. Ese dibujo me supuso a mí un piso. Se lo llevé, se puso súper contenta y subí muchos enteros en los dineros. Su gracia, su cariño, se transformaba en dinero», explica Iván al mismo medio.

Si en algún momento alguno de los ilusos le reprochaba un engaño, ella asestaba un golpe definitivo. «Te decía que le habían dado un pequeño pago de la herencia y te invitaba a cenar. Claro, venía de recoger 200 euros de otros y se los gastaba en nosotros. Iba algún domingo a la iglesia y cuando llegaba la hora de pasar la ofrenda, como el cepillo de los católicos, cogía y sacaba un billete de 50 euros. ¡Ostias! Cómo maneja. Si me fuera a estafar no entregaría ese dinero, pensaba yo. Son detalles muy tontos que hacían que cayeras», se lamenta Iván.

Cada cierto tiempo reunía a todos los elegidos en la iglesia del padre de Priscila, que rondaban el centenar. En una de estas convocatorias, Ana María Bea cogió el micrófono y explicó por qué se estaba dilatando el cobro.

«Dijo que se había tenido que paralizar todo, toda la donación, porque alguno de los que estábamos allí tenía multas o embargos, que le salían a los abogados y que no podía seguir el notario con los pagos por eso. Y todo el que tenía deudas fue corriendo a pagar. Hay gente que hasta pidió préstamos para pagarlas», señala Iván.

«Mi hermano, que le debía a Orange, pagó corriendo. Lo que no consiguió Orange lo consiguió ella», añade Priscila.

El lunes 29 de enero de 2018, a las siete de la mañana, Ana María Bea convocó en la misma iglesia una especie de junta final, en la que definitivamente se ejecutaría la entrega de lo prometido a cada cual.

En aquel momento su nivel de vida había subido considerablemente. Dos chicos le hacían de vigilantes de seguridad para protegerla de los malvados primos, quienes supuestamente le habían enviado a un matón para amenazarla. Tenía también cuidadora y personal de limpieza.

«Llegaron a la iglesia los gitanos, nosotros, mis padres... Éramos cincuenta y pico personas. Todos allí esperando para repartir y no venía. Los gitanos fueron a buscarla y la casa estaba vacía, se había ido. Mi padre llamó al bufete de abogados: 'No, no, esta mujer vino un día a preguntar cómo se hacía una donación y no volvió más», señala a ‘El Mundo’.

Entonces Iván, Priscila y su familia se dieron cuenta del engaño, que aseguran haber caído en sus redes por necesidad.

«Fue más el daño psicológico, lo largo que se hicieron los dos meses que estuvo con nosotros, el tormento... Toda la noche sin dormir: Será verdad será mentira. Somos pobres, si nos paga el piso, nos soluciona la vida», explica Iván.

«Nos hizo perder la realidad, el norte. Y cuando empezamos a sospechar, a ver quién era el listo que le decía yo no te creo. 'Pues vete, tú no cobras'. No queríamos asumir el riesgo de quedarnos fuera», añade.

Un paso al frente

Priscila e Iván no habían atrevido a hacer su historia pública «por vergüenza» hasta que se enteraron de lo sucedido en Alicante. Allí Ana María Bea utilizó una nueva identidad, también ficticia, para engatusar a más personas. Una veintena de agentes de las unidades de intervención y de la Policía Judicial de la Guardia Civil entraron en el chalé de Elche donde vivía con todo tipo de lujos y la detuvieron.

«Se desplazaba en un vehículo adaptado y con todo su séquito, la cuidadora, la peluquera, el otro, para dar imagen de solvencia», explica el responsable de la investigación, realizada por el área de delitos económicos de la Policía Judicial de la comandancia de la Guardia Civil de Alicante.

Además, Ana María Bea había montado un despacho de abogados en Guardamar del Segura con el que daba visos de legalidad a la presunta estafa. El toque final era la imagen que tenía enmarcada en el salón en la que se veía a Franco con una niña. Insinuaba que era nieta del generalísimo y que por eso tenía muchas influencias.

Se calcula en un centenar el número de personas que picaron, aunque siguen apareciendo nuevas denuncias, y más de cuatro millones de euros la cantidad presuntamente estafada.

«La dinámica era que les ofrecía pisos y propiedades por un 20% de su valor real. Ofertaban por ejemplo una finca de limones de 1,5 millones en la Vega de Alicante por 10.000 euros, plazas de garaje: Cógete una para tu hijo. Y el hombre se cogía una para él y otra para su hijo y sacaba préstamos de 30.000 euros o de lo que fuera», explica el responsable de la investigación.

Junto a ella fueron detenidas otras nueve personas, sus presuntos subordinados en la trama. «Ella tenía una ascendencia muy importante sobre ellos, funcionaban como si fueran una secta. Lo que ella decía lo ejecutaban sin rechistar, no daban un paso sin su aprobación», explican en la Guardia Civil.

Un pasado turbio

Ana María podría llevar funcionando así desde hace más de dos décadas. En 1997, cuando tenía 26 años, ya fue condenada a cuatro años de prisión por estafa. Entonces ofertaba falsas inversiones en Bolsa y trabajaba con su tío Ángel, un sargento de infantería octogenario, tuerto y mutilado por heridas en la Guerra Civil. Él, que fue condenado a la misma pena, fue indultado por el Gobierno en 2003.

El papel preferido entonces de Ana María Bea era el de hija no reconocida del Rey Juan Carlos. Durante años se hizo pasar por Su Alteza Real Doña María de las Mercedes de las Anas de Todos los Santos y de Borbón, una supuesta hija ilegítima del emérito.