Ha pasado una semana desde la muerte de Yaiza, una niña de 4 años, a manos de su madre en Sant Joan Despí (Barcelona). La noticia apenas ha tenido eco, y las instituciones parecen no reaccionar. La familia rompe el silencio para denunciar tanta tibieza.
El padre de la menor ha expuesto su versión para visibilizar el caso de su hija. La familia paterna lo ve como un crimen «premeditado». No entienden la pasividad de las autoridades y piden que se pongan en la piel del padre.
El padre y la madre de Yaiza se separaron hace tres años, y la juez decretó la custodia compartida. Estaba una semana con cada progenitor. Los lunes entraba al colegio de la mano de uno, y el otro la recogía para hacer el cambio.
Pero el lunes 31 de mayo, su madre no la dejó en el colegio. Llamó para decir que estaba enferma, pero no avisó al padre. Este fue a esperarla a la salida del colegio, pero Yaiza no aparecía y la profesora le dijo que estaba enferma.
Entonces llamó a su ex, pero no cogió el teléfono. Trató de localizarla en el trabajo, en la unidad de farmacología de la Clínica Platón. La mujer también había llamado para decir que no iría, y el padre de Yaiza empezó a preocuparse.
En ese momento se activaron todas las alarmas: temía que su ex se hubiera largado con Yaiza. Llamó a su ex suegra para advertirla: «Voy a denunciarla a la policía».
Búsqueda agónica de Yaiza
Desesperado, el padre de la pequeña pidió ayuda a su padre. El abuelo de Yaiza solía prepararle el desayuno, la peinaba y la acompañaba a la escuela. Le pidió que fuera a casa de su ex para comprobar si estaban allí.
El abuelo se dirigió hasta la vivienda de la madre de Yaiza, en el barrio de Sant Pancraç de Sant Joan Despí. Llamó al portero, pero nadie respondía. Poco después llegó la abuela materna, y subió a toda prisa al octavo piso donde vivía su hija.
El abuelo apenas tuvo tiempo de preguntarle si sabía algo de la niña. De fondo empezaron a sonar las sirenas de las ambulancias y los coches de policía. Se detuvieron frente a él y entraron corriendo en el edificio.
El padre de Yaiza fue corriendo hacia la vivienda de su ex temiendo lo peor. Un agente le informó de que en el piso estaban su ex y su hija. Al parecer, la madre había envenenado a su hija, y luego se había intentado suicidar.
El padre recibió otra noticia esperanzadora, y es que una de las dos todavía respiraba. Durante más de una hora estuvo esperando el milagro, pero finalmente no sucedió. Su hija Yaiza, que lo era todo para él, había fallecido.
Crimen premeditado
La familia paterna considera que no fue un arrebato, sino un crimen premeditado. Esperó a que acabara su semana de custodia y llamó al colegio para buscar una coartada y ganar tiempo. También se hizo con medicamentos de la clínica donde trabajaba.
Supuestamente, utilizó esos medicamentos para envenenar a su hija. Incluso redactó notas para contar lo que iba a hacer. Pero hay otro detalle aún más escabroso.
El viernes 28 de mayo el padre de Yaiza hizo una visita fugaz a su hija acordada con su ex. La mujer aprovechó para decirle que la niña estaba enferma y necesitaba un tratamiento. Y que solo lo haría si él aceptaba volver con ella.
El chantaje emocional no funcionó, y ese fue el instante en el que seguramente decidió planear el crimen. Al día siguiente volvió a amenazarle con mensajes de WhatsApp. Estaba celosa porque creía que había empezado otra relación.
Ni una condena oficial
La familia se muestra dolida porque no ha habido «ni un solo gesto público ni privado de solidaridad» de las instituciones. La presidenta del parlament catalán condenó el asesinato, y los alcaldes de Sant Boi y Sant Joan Despí fueron al tanatorio.
Más allá de eso, ni una condena oficial ni un minuto de silencio. En el único comunicado del ayuntamiento de Sant Boi no se habla de asesinato, sino de «pérdida en circuntsancias muy dolorosas». No hubo concentración justificando las restricciones contra la pandemia.
Pero su familia pone el grito en el cielo: «Yaiza es una víctima de esta violencia. Ha sido asesinada para hacer daño al otro cónyuge, y también era una mujer, de 4 años». Piden recibir el mismo calor que se da a las víctimas de violencia de género.
Mientras, el caso sigue su curso judicial. La madre sobrevivió, y el padre se ha personado como acusación particular solicitando la prisión preventiva.