Antonio Serantes García, al que los suyos llamaban cariñosamente Toño, tenía 38 años y un montón de sueños que ya no podrá cumplir. Murió el sábado al volcar el tractor en el que iba y quedar atrapado bajo la barra de seguridad. A su lado estaba Diana, su pareja con la que llevaban media vida juntos.
La tarde del pasado sábado se tiñó de luto en la localidad de Poio (Pontevedra), donde Toño vivía y trabajaba. Como cada tarde, estaba realizando sus labores a bordo del tractor, en una de sus fincas. Se lo conocía todo al dedillo, tanto el lugar como la máquina. Pero esta vez algo salió mal, y se desencadenó la tragedia.
Su pareja fue testigo del accidente con el vehículo agrícola y llamó a emergencias, mientras trataba de socorrerle. En su entorno, consternado, aseguran que era un currante nato y que se pasaba las horas con Diana. No es extraño pues que perdiera la vida en el trabajo y cerca de ella: murió como vivía.
Se ocupaba de la casa desde pequeño
Hijo de un marinero y una mariscadora, Toño era de A Banda do Río, en Poio, de toda la vida. Su padre pasaba muchas horas en el mar faenando, así que él se hizo cargo de la casa desde muy joven. De ahí que fuera un chico muy trabajador y responsable.
“Desde bien pequeño ya andaba por las fincas familiares trabajando”, afirman sus allegados en La Voz de Galicia. El joven tomó las riendas del negocio cuando su padre se jubiló. En aquellos tiempos trabajaba de constructor, pero al salir del trabajo echaba una mano en casa, con el campo y los animales.
Los caballos, su gran pasión
Su gran pasión eran los caballos, y pertenecía a la Agrupación de Cabaleiros Ruta Rumba de Poio, en Pontevedra. Le gustaba salir a hacer rutas con los animales cuando tenía tiempo, y además poseía una yeguada a la que cuidaba con dedicación. Los vecinos le recuerdan siempre con el tractor, limpiando fincas, dando de comer a los animales.
“Estaba loco por los caballos, tenía yeguas de raza española, su vida se la pasaba entre el trabajo de construcción y los animales”, explica un compañero de la agrupación. Ahora no puede creer que su amigo esté muerto, y lanza un lamento: “Era un chico fenomenal, trabajador a más no poder”.
Un sueño por cumplir
Otros compañeros de ruta de Toño destacan la generosidad de la que siempre hacía gala. Le recuerdan como un chico tranquilo, que siempre rechazaba las discusiones y que disfrutaba con los pequeños placeres de la vida. Salir a montar a caballo en medio de la naturaleza era su gran pasión, junto con su pareja Diana.
Toño y Diana hacían “una pareja perfecta”, aseguran sus allegados. Él tenía muchos sueños por cumplir, como el de tener una casa junto a su compañera del alma. Estaban arreglando una vivienda de sus abuelos, y había depositado toda su ilusión en ese proyectos.
Todos sus deseos se esfumaron el pasado 30 de octubre, cuando en un giro de mala fortuna perdió el control de su vehículo. Los servicios de emergencia no pudieron hacer nada para salvarle la vida. Los que le conocen bien no entienden cómo pudo suceder, porque es la misma labor que repetía todos los días.
Estaba recuperando la ilusión
Por lo que dicen de él, no tenía nunca un mal gesto para nadie ni una mala contestación. La pandemia había hecho mella en la familia de Toño, que poco a poco estaba recuperando la ilusión. Después de la crisis estaban saliendo adelante, y parecía que venían buenos tiempos para él y para los suyos.
Pero Toño encontró la muerte en el mismo lugar donde había dejado media vida, en una finca próxima a su casa. Esta tarde, los suyos se han despedido de él en una emotiva ceremonia en la misa de San Xoán de Poio. Estaba previsto que fuera incinerado.
La muerte de Toño ha sido un golpe especialmente duro para su pareja, Diana, que tuvo que ver cómo fallecía. Pero también para sus familiares, amigos y vecinos. Sus compañeros de Cabaleiros llenaron las redes de mensajes cariñosos para despedirse de él.
Vïdeo: Santi, el español hallado sin vida en la bañera por su mujer