Detrás de la imagen de una dulce anciana, se encuentra posiblemente una de las asesinas en serie más sorprendentes de la historia. Y es que nadie se creyó en 2015 que Tatiana Samsonova, que entonces contaba con 68 años, hubiera sido capaz de a 11 personas. Entre ellas estaba su marido, su suegra y varios inquilinos, a los que varios de ellos mutiló y comió.
Nadie esperaba que el mal olor que se notaba en un suburbio de San Petersburgo fuera de restos humanos. Alguien había abandonado 7 bolsas de basura, pero junto a ellas había el cuerpo de una mujer desaparecida envuelta en una cortina de ducha. Las cámaras de vigilancias sirvieron a la policía rusa para identificar a la autora.
Y esta no era otra que Tamara Samsonova que no dudó en confesar fríamente que había matado a su amiga con la que vivía. Todo por una cosa tan simple como que ella se había dejado unos platos sin fregar. Su relato sirvió para confirmar que se encontraban posiblemente ante una auténtica 'serial killer'.
No dudó en confesar que realmente el crimen estaba totalmente planeado. “Lo hice todo deliberadamente”, explicaba la que acabó siendo conocida como la abuela destripadora y caníbal. Su testimonio sirvió para confirmar que era la autora de al menos 11 crímenes de tremenda crueldad.
Empezó a matar en el año 2000
En principio nada hacía sospechar que una mujer como ella fuera semejante asesina. nació el 5 febrero de 1947 en la ciudad rusa de Uzhur. Tras la secundaria, se licenció en el Instituto Estatal de Lingüística de Moscú. Finalmente se trasladaría a San Peterburgo donde conocería y se casaría con Alexei.
Durante décadas vivieron tranquilamente en uno de los suburbios de la ciudad. Ella trabajó en una agencia de viajes o en un conocido hotel de 5 estrellas la ciudad. Como suele pasar en estos casos, nadie nunca sospechó de que era capaz de hacer lo que hizo.
Su primera incursión criminal tuvo lugar en el año 2000 cuando se produjo la desaparición de su marido. Algunos de sus familiares pidieron a la policía que abriera una investigación. Esta dio por buena la versión de Tamara diciendo que se había fugado de otra mujer.
A partir de entonces, ella empezó a alquilar una habitación de su casa para ganar un dinero extra. Seguramente, ninguno se esperaba que iba a convivir con una auténtica asesina y que alguno sería su víctima.
Por ejemplo Voydola, de quien dijo que lo descuartizo en el baño, aunque su cuerpo no aparecido. O Sergei, al que desmembró y arrojó a la calle y cuyo cuerpo fue encontrado en 2003.
Pero como decíamos, fue su última víctima quien hizo que fuera detenida. Era su amiga Valentina de 79 años con quien llevaba un tiempo conviviendo. Una simple discusión por una pila de platos desencadenó el crimen.
Tras dormirla con somníferos, la empezó a mutilar con una sierra y luego se deshizo del cadáver como explicábamos antes. La policía, tras ver las grabaciones, empezó a preguntar en el edificio quien había cometido el crimen. '¡Fui yo!', no dudo en confesar.
Se declaró fan de uno de los asesinos en serie más crueles de la historia y pidió ser arrestada
En un proceso judicial rocambolesco, ella misma confesó que el último crimen lo confesó para hacerse famosa. Ante el juez llegó a explicar lo siguiente: “Estuve preparándome para esta acción judicial durante decenas de años. Todo se hizo deliberadamente. No tengo otro lugar donde vivir. Soy una persona mayor. He pensado 77 veces en esto y luego decidí que debo estar en prisión. Moriré ahí y el estado probablemente me enterrará. Con este último asesinato cierro un capítulo”.
Algunas personas que la conocían ataron cabos a una de sus pasiones ocultas más extrañas. Durante mucho tiempo coleccionó recortes de prensa e información de Andrei Chikatilo, el ‘carnicero de Rostov’. La mujer era una fanática y comentaba con cierto placer los crímenes del peor asesino de la Unión Soviética.