El pasado 14 de diciembre, Andrea Campana de 37 años falleció en un accidente de tráfico. El italiano circulaba con su moto cuando un coche le atropelló. El suceso tuvo lugar en la localidad de Pioppa di Cesena, en Italia.
El fallecido tenía planes de futuro junto a su prometida, Giuseppina. Ambos, padres de una niña de 11 años, se iban a casar. Pero la muerte se interpuso en su camino.
Sin embargo, la pareja del fallecido decidió seguir adelante con el plan que ella y Andrea habían diseñado juntos. El mismo día del funeral del prometido de Giuseppina, se celebró el matrimonio por la Iglesia entre los jóvenes.
El amor de una mujer comprometida con su pareja ha traspasado todos los límites. Ni la muerte ha logrado deshacer la boda que ya estaba prevista.
La noticia del fallecimiento del futuro marido de Giuseppina dejó a la novia rota de dolor. Pero no canceló el día que iba a ser el más feliz de sus vidas.
Los amigos y la familia de los novios se reunieron en el mismo lugar donde tendría lugar la unión sacramental. Por un lado, para acompañar a Andrea y Giuseppina en la celebración nupcial. Y por el otro, para dar el último adiós al recién casado.
La novia llegó al altar con su hija pequeña. Allí les esperaba el cuerpo del padre de la menor y el futuro marido de la prometida, dentro de un ataúd.
Se trata de una lección de vida en la que la novia del fallecido demostró que sus sentimientos hacia el fallecido eran incondicionales y trascendían los límites terrenales. El amor es para siempre, incluso después de la muerte.
La mujer del fallecido celebró la boda con todo detalle
A pesar de que el alma de Andrea ya no estaba presente, su novia celebró la ceremonia como si su marido estuviera allí. El acto en sí no tendría valor legal, pero sí como acto simbólico. Giuseppina le juró amor eterno ante el altar a su novio recién fallecido.
La novia acudió a la iglesia con un ramo de flores muy colorido. En la misa, Giuseppina leyó una carta-oración que le había escrito a su futuro esposo para el día de su enlace matrimonial. La joven la había preparado con antelación.
Celebrar la boda de un difunto es algo extraño. Cuanto más si se hace el mismo día de su funeral. Sin la presencia y la correspondiente manifestación de la voluntad de los dos cónyuges, el matrimonio no tiene valor ante los ojos de la ley.
En cambio, para la mujer del fallecido lo relevante era el significado sentimental que tenía para ella y su pareja fallecida. Así que, siendo consciente de la rareza de la situación, no dudó en hablar con el párroco de oficio.
La joven le pidió al cura, Jacek Kusiak, celebrar de manera conjunta el amor y el paso a la muerte. Kusiak accedió aunque le aclaró que el valor de esta ceremonia sería simplemente espiritual.
"Andrea es tu alma gemela y siempre lo será. Les declaro marido y mujer", dijo el sacerdote recitando la fórmula ritual. La novia pronunció el "sí, quiero", quedando unida espiritualmente al recién difunto.
En la Iglesia, como testigo del evento, había un kiwi con un gran poder sentimental. Era el alimento que el italiano había plantado en el jardín del hogar familiar.
Para la recién casada, la fruta de su marido tenía gran significado. Era el símbolo del paso de la vida terrenal a la vida eterna. Era la demostración de que el amor no se desvanecerá, sino que continuará floreciendo para siempre.
Desde este 22 de septiembre, Andrea Campana y Giuseppina serán marido y mujer para el resto de sus días. Incluso, después de la muerte. La joven viuda tenía claro que el amor que sentía por su pareja traspasaba el límite entre la vida y la muerte.