Tras el Gobierno surgido de la moción de censura a Mariano Rajoy, Pedro Sánchez formó un gobierno que, tras la caída de su primer proyecto de presupuestos en febrero de 2019, estaba destinado a durar tan solo unos meses. Pero la repetición electoral y los meses posteriores de negociación hicieron que hasta enero de 2020 no tomara posesión el actual Gobierno de coalición, con Sánchez consolidado en la presidencia y con capacidad para ejercer sin tapujos su indiscutible liderazgo.
Una tregua
Entonces, en aquel enero previo a la pandemia, el presidente del Gobierno lo tuvo claro: tras meses de lucha para ser investido y formar un ejecutivo que pudiera trabajar con cuatro largos años por delante, no entraba en sus planes abrir otras polémicas que pudieran contribuir a su desgaste. Dos meses más tarde, la pandemia irrumpió en nuestras vidas y todas las batallas políticas quedaron congeladas. El caso es que, a principios del pasado año, el sector 'sanchista' del PSOE andaluz asistió atónito a la firma de una tregua entre Pedro Sánchez y la líder del partido en Andalucía —sempiterna archienemiga del secretario general del PSOE—, Susana Díaz.
Sánchez pactó con Díaz situar a Sandra García, afín a la líder socialista andaluza, como Delegada del Gobierno en Andalucía. Fue un mazazo para el sector pro-Sánchez del PSOE andlauz: ¿dónde quedaba la tan ansiada renovación del partido que esperaban? ¿Por qué Sánchez no daba el empuje definitivo a Díaz para que abandonase y, por el contrario, le daba alas 'regalando' el cargo de la delegación del Gobierno a una 'susanista'? El secretario general del PSOE lo tenía todo calculado y, en aquel momento, necesitaba estabilidad; no abrir más conflictos. Una tregua y esperar el momento óptimo para pasar al ataque.
Sánchez inicia los movimientos para vengarse de Susana Díaz
Y a juzgar por las últimas decisiones de Pedro Sánchez, el momento óptimo ha llegado. Hace escasos días, Pedro Sánchez optaba por cesar, junto a otros delegados del Gobierno, a Sandra García. El movimiento se interpreta como el movimiento de apertura del secretario general del PSOE, que pasa después por ir arrinconando a Susana Díaz hasta forzar su retirada: sea por la vía de la renuncia o sea por el camino de la derrota. En todo caso, Pedro Sánchez cree que ha llegado el momento de la 'vendetta' y devolver a su archienemiga el trance por el que ella le hizo pasar hace unos años.
En octubre de 2016, Díaz y sus acólitos forzaron una crisis en el PSOE que llevó a Sánchez a dimitir del liderazgo socialista que ocupaba desde julio de 2014. Se iniciaron entonces meses de contundentes puñaladas internas, en un proceso pensado para llevar a Susana Díaz a la secretaría general socialista. Pero Sánchez, con apoyos contados entre los pesos pesados del partido, no dio su brazo a torcer y, contra todo pronóstico, se impuso a la entonces presidenta andaluza en las primarias del mes de mayo de 2017.
Ahora, está decidido a acabar políticamente con Susana Díaz. Tras destituir a García, Sánchez espera un gesto de respuesta por parte de quien fuera presidenta andaluza entre 2013 y 2019. El secretario general del PSOE tiene muy clara cuál será la jugada definitiva: la oficialización de la candidatura del alcalde de Sevilla, Juan Espadas, al liderazgo de los socialistas andaluces, con el apoyo explícito de Ferraz y del propio presidente del Gobierno. De conseguir su objetivo, Espadas también sería el candidato socialista a la presidencia de la Junta en las elecciones previstas para diciembre de 2022.
Díaz plantará batalla a una sola carta: lo hará cambiando la estrategia a la que nos tenía acostumbrados
Hasta ahora, la secretaria general del PSOE andaluz solía mantener un tono muy elevado en las disputas políticas, especialmente las internas, tal y como demostró en las primarias socialistas de 2017. Pero ahora, consciente de que Sánchez apuesta por apartarla, Díaz cambiará de estrategia. No es que no tenga ganas de batallar por no perder su posición: todo lo contrario, está dispuesta a defenderla con uñas y dientes. Pero lo hará desde la discreción y buscando evitar al máximo la confrontación pública y directa, consciente de que en 2017 no le funcionó en absoluto.
Díaz ignora —y lo seguirá haciendo— las 'indirectas' de Ferraz para apartarse y dejar paso: quiere conseguir poder hacer uso de un relato victimista, poder mostrar a la militancia andaluza que la dirección del partido va a por ella. La expresidenta de la Junta parece haber aprendido de su experiencia fallida de liderar el partido en 2017 y ha decidido hacer, ahora, una rotunda apuesta por el cambio de estrategia y no entrar al trapo contra la dirección del partido.
Plantará cara y se presentará a las primarias contra Espadas, pero lo hará jugándosela a la carta del relato victimista y la de la 'nueva Susana', la que ha abandonado el punto de soberbia y picardía que antes la caracterizaba para mostrarse inocente, pausada y con un tono conciliador. El próximo otoño, el PSOE andaluz deberá decidir si se cree la nueva versión de Susana Díaz o apuesta por el cambio, como Pedro Sánchez, y acaba con la carrera política de la expresidenta andaluza.