Roberto tenía 76 años, vivía solo en su piso en el barrio de Sants (Barcelona) y era conocido por su carácter mujeriego. Sus vecinos aseguran que era frecuente verle acompañado de mujeres jóvenes, en muchos casos prostitutas. La última, una joven de 30 años, fue a su casa el lunes por la tarde.
Media hora después de que la mujer se fuera, los vecinos se alarmaron al ver salir humo de la vivienda. Tras apagar el fuego, los bomberos encontraron el cuerpo sin vida de Roberto. Su triste final ha causado conmoción pero no sorpresa, ya que más de uno temía que algún día ocurriera una desgracia.
La trágica muerte de Roberto ha sacado a la luz su agitada vida, que dio un vuelco cuando se separó de su mujer. Estos días los vecinos no hablan de otra cosa, mientras en el piso de Roberto aún huele a quemado. Mientras, la policía sigue investigando las causas que provocaron el incendio mortal.
La desordenada vida de Roberto
Roberto nació en Asturias hace 76 años y siendo pequeño se mudó con su familia al barrio de Sants en Barcelona. Se crió en el número 57 de la avenida Josep Tarradellas. Tras separarse de su mujer se trasladó al número 61 de la misma avenida, donde vivía de alquiler por 300 euros al mes.
La separación de su mujer cambió radicalmente la vida de este hombre flaco y bajito que parecía “poca cosa”. Justo coincidiendo con el fin de su matrimonio tuvo un grave problema de salud por el que tuvo que ser intervenido del corazón. A pesar de ello, Roberto empezó a llevar una vida desordenada.
Sus vecinos recuerdan el constante ir y venir de mujeres que siempre le llamaban como “papi”. Además de las mujeres de compañía recibía también la visita de compañeros de juerga asiduos a las fiestas que montaba en su piso. Alcohol, tabaco y mujeres, allí nunca faltaba de nada.
Fumaba y bebía mucho
Los vecinos de Roberto solían quejarse del ruido, de las molestias y del humo de los puros. Pero él, un hombre esquivo y con un carácter difícil, iba a la suya y hacía oídos sordos de las quejas de los demás. A lo largo de todos estos años, el hombre cosechó una mala fama de juerguista y mujeriego.
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Los residentes del inmueble coinciden en que traía siempre mujeres a su casa, y personajes a los que muchas veces ni conocía. “Fumaba y bebía mucho cuando no podía por su salud”, cuenta un vecino. Y añade que “siempre pensé que algún día se la caería el puro mientras dormía y acabaría quemado”.
Su presagio se hizo realidad este lunes por la tarde, sobre las 18:00 horas, cuando el piso de Roberto salió ardiendo. El conserje recuerda haber visto a una joven de 30 años con un carrito de bebé meterse en su casa. Media hora más tarde salió de allí con el carrito, y se desató la tragedia.
Investigan el incendio
Los vecinos observaron que del tercero tercera, donde vivía Roberto, salía mucho humo. Avisaron a los bomberos de Barcelona, que una hora y media después consiguieron extinguir el fuego. En el piso quemado yacía el cadáver del anciano, que había muerto como muchos temían.
Los Mossos d’Esquadra investigan las causas del incendio, que en principio no parece intencionado. Barajan como principal hipótesis un descuido, quizás un puro encendido en la cama o el sofá, tal y como durante años temieron sus vecinos. Una muerte que se veía a venir, aseguran todos.
Se trata de un nuevo incendio grave en Barcelona, y ya van unos cuantos en poco tiempo. El último se cobró la vida de tres personas en un piso okupado de Santa Coloma de Gramenet. En este caso, sin embargo, el incendio sí fue provocado según la investigación de los Mossos d'Esquadra.
Amigo de las chatarreras
Roberto se separó de su mujer hace veinte años, y desde entonces no trabajaba. Habían llevado una empresa de ordenadores en Madrid y habían tenido dos hijos, un hombre y una mujer. La hija de Roberto le dio dos nietas, pero con el tiempo se distanciaron y su familia no le visitaba.
El portero del edificio asegura que Roberto era un tipo inteligente, que a pesar de no haber estudiado supo sacar su empresa adelante. Sin embargo, con los años su comportamiento empeoró. Siempre se quejaba por todo, nunca hacía caso y entraba siempre fumando y sin mascarilla.
Con los años estableció una relación de confianza con las mujeres que se pasean con el carro de la chatarra arriba y abajo. De vez en cuando les invitaba a un café en el bar de la esquina y las llevaba a casa. Era frecuente que las muchachas llamaran al interfono pidiendo por “papi”.