Dicen que donde hay confianza da asco, y puede que tengan razón. Público y notorio es que desde su llegada al trono de España el rey Felipe VI ha tratado de distanciar su figura de la alargada sombra de su padre. Sobre todo en lo que se refiere a los asuntos de faldas y a las cuentas secretas en bancos suizos.
Pero también es cierto que algún viejo tic de Juan Carlos I si parece habérsele quedado. Será cosa de la genética.
Una de las cosas más características de la personalidad pública del rey emérito era su campechanía, ese tratar a todos sus súbditos como si los conociese de toda la vida, con cierto desparpajo y familiaridad fuera de toda norma protocolaria.
De visita en Mercamadrid
Este jueves de madrugada el monarca y su esposa la reina Letizia realizaron una visita a Mercamadrid para conocer de primera mano la que es la mayor plataforma de distribución de alimentos de la capital.
Acompañados de la ministra de industria, comercio y turismo Reyes Maroto y del alcalde de Madrid Martínez Almeida, la pareja real estuvo viendo la zona de distribución de frutas, hortalizas y pescado.
Aprovecharon para saludar a varios de los trabajadores que se encargan del abastecimiento alimentario en prácticamente todos los mercados y supermercados de la ciudad.
Ataviados con guantes y mascarillas, y chocando los codos en lugar de los tradicionales apretones de manos, y por supuesto sin besos de ninguna clase, siguiendo en todo momento las recomendaciones sobre distanciamiento social dictadas por las autoridades sanitarias.
Los monarcas pudieron hacerse una idea aproximada del funcionamiento diario de un centro logístico de semejante magnitud e importancia.
De la familiaridad a la grosería solo hay un paso
El incidente se produjo cuando Felipe VI, habitualmente siempre tan sobrio y protocolario en la mayoría de sus apariciones públicas le espetó a uno de los trabajadores: «No habéis parado nada, macho.»
El comentario ha suscitado malestar en algunos sectores, ya que una cosa es ser simpático, y otra pasarse de la raya y hablarle al otro como jamás consentirías que ese otro te hable a ti.