En 48 horas tras las elecciones y ante la sorpresa generalizada de toda España, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firmaron el acuerdo que daría lugar al primer Gobierno de coalición de la historia de España. Era el 12 de noviembre de 2019 cuando los líderes del PSOE y Unidas Podemos se comprometían a gobernar de la mano. Aún pasarían dos meses para que consiguieran los apoyos necesarios para la investidura, pero en enero de 2020, el primer Gobierno bicolor de la historia de España se puso a trabajar. Lo que no imaginaba especialmente Pablo Iglesias eran las dificultades que se encontraría.
Iglesias, cada vez menos en sintonía con el ejecutivo
En primer lugar, en el encaje entre el PSOE y Unidas Podemos, a menudo en desacuerdo en varias de las acciones clave del ejecutivo; y también por lo que se refiere a la capacidad de transformación desde el Gobierno. De esta forma, Iglesias se ha visto en muchas ocasiones incapaz, desde su posición, de llevar a término cambios que considera fundamentales en la gobernabilidad de nuestro país y, poco a poco, ha ido asumiendo como su papel en el Gobierno tenía una incidencia muy escasa en la vida diaria de los ciudadanos. Una constatación que llevó al líder de Unidas Podemos al convencimiento de que debía abandonar el Gobierno.
Y la convocatoria inesperada de elecciones en Madrid constituyó la ocasión perfecta para hacerlo. Pablo Iglesias optó por unir su salida del ejecutivo, una decisión ya tomada a falta de encontrar el momento idóneo, a su apuesta por presentarse como candidato de Unidas Podemos a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Lo anunció, levantando una gran oleada de sorpresa generalizada, el pasado 15 de marzo y, dos semanas más tarde, Iglesias acudía a su último Consejo de Ministros, tras el cual cesó en el cargo de vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030.
Han pasado ya casi quince días desde que Iglesias salió del ejecutivo dejando a la ministra —ahora vicepresidenta tercera— Yolanda Díaz en el lugar de mando interno de Unidas Podemos, y parece que en Moncloa las cosas han ido a mejor. Según apunta 'La Razón', el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha quitado «un peso de encima» con el adiós de Pablo Iglesias. Sánchez tenía frecuentes conversaciones con su socio de Gobierno para limar las asperezas que surgían en el día a día del Ejecutivo y su relación había pasado por etapas de grandes tensiones durante los casi quince meses en que Iglesias fue vicepresidente.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ya no hablan
Sánchez e Iglesias no han mediado palabra desde la marcha del aún líder de Unidas Podemos del ejecutivo, y el presidente del Gobierno está aliviado después de meses de tanta intensidad, en los que, por momentos, ha visto a Iglesias más como un jefe de la oposición dentro del Gobierno que como un aliado. Sánchez respira tranquilo y, aunque todavía es muy pronto para asegurarlo con contundencia, parece que se entenderá mucho mejor con la nueva cara visible de los morados en el Gobierno, la vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz.
Lo cierto es que la 'sucesora designada' por Iglesias no es vista desde el PSOE como una futura líder a temer. De hecho, voces socialistas creen que su elección es «poco pensada» y que se hizo con prisas, por la urgencia de Pablo Iglesias para apostar por Madrid y dejar atrás un Gobierno en el que cada vez se encontraba más esquinado. Sean o no sean ciertos los pronósticos sobre el liderazgo de la vicepresidenta tercera, cabe apuntar que Yolanda Díaz goza de cualidades que pueden dar pie a una mejor coordinación entre socios de Gobierno.
En sus negociaciones como ministra de Trabajo, sindicatos y patronales ya la han apodado como 'ministra consenso', por el émfasis que pone Díaz en este concepto para lograr avances, más aún en una materia complicada como la laboral. Su talante dialogante y negociador ya le ha llevado en más de una ocasión a resolver desacuerdos con el PSOE y directamente con Pedro Sánchez, de forma que el presidente y la política gallega podrían gozar de mayor capacidad de entendimiento que la que tenían Pedro Sánchez y un Pablo Iglesias que, a menudo, defendía con vehemencia sus posicionamientos y dificultaba la llegada a acuerdos.
En definitiva, pues, parece que el presidente del Gobierno se encuentra más cómodo en la coalición del ejecutivo tras la salida de Iglesias, con quien ya no habla desde que decidió dejar el cargo de vicepresidente segundo. El fin —por lo menos, provisional— de la relación entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias coincide con la tranquilidad que al presidente le genera que, a partir de ahora, su interlocutora sea Yolanda Díaz, con quien es mucho más sencillo negociar y llegar a puntos de entendimiento. En esta coyuntura, parece sencillo inducir que Pedro Sánchez no echa demasiado de menos a Pablo Iglesias.