Una reunión en el Palau de la Generalitat de Barcelona el 15 de marzo de 2016. Esta es la última ocasión en que Carles Puigdemont y Pedro Sánchez se han visto las caras físicamente. El primero era, desde hacía dos meses, el 'president' de la Generalitat y entonces ni tan solo intuía lo que ocurriría tan solo un año y medio más tarde, con la organización de un referéndum, la declaración de independencia y su marcha a Bélgica, de donde no ha vuelto a día de hoy.
El segundo, en aquel entonces, ni se imaginaba ser algún día el presidente del Gobierno: era el jefe de la oposición de un Mariano Rajoy que había vuelto a vencerle en las urnas y, para llegar a la Moncloa, aún deberían pasar dos años, tres meses y una rebelión interna en el PSOE que le despojara de la secretaría general para volver a ganarla, meses después, contra todo pronóstico en unas primarias hechas a medida de Susana Díaz.
Como pueden comprobar, ha llovido mucho desde que Sánchez y Puigdemont se reunieron por primera y última vez, pero eso no obsta que uno y otro puedan tomar decisiones que puedan beneficiarles conjuntamente. Y esto es, precisamente, lo que ha ocurrido en los últimos días en el marco de la negociación para que se constituya un nuevo gobierno autonómico en Cataluña. La estrategia adoptada por Carles Puigdemont le viene como anillo al dedo al presidente del Gobierno y secretario general del PSOE: un regalo indirecto de JxCat a los socialistas en un momento político en el que hay mucho en juego en nuestro país.
Cataluña, pendiente de la formación de un gobierno liderado por ERC
Vayamos por partes y fijémonos en primer lugar en Cataluña. Las elecciones celebradas el pasado 14 de febrero dieron a los socialistas la victoria, pero ERC, que quedó segunda en número de votos, obtuvo los mismos 33 escaños que el PSC. Además, las tres fuerzas independentistas de la cámara autonómica (ERC, JxCat y CUP) suman mayoría absoluta y, desde el primer momento, han mostrado su voluntad de establecer un pacto que permita poner en marcha un gobierno regional liderado por ERC y, en concreto, por su candidato, Pere Aragonès.
En este marco, ERC y la CUP ya han llegado a un acuerdo que garantice la investidura, pero JxCat, la formación de Carles Puigdemont, se resiste todavía a dar sus votos a Aragonès. En la primera sesión de investidura, el pasado viernes, el partido de Puigdemont se abstuvo; mientras que Cataluña está a la espera de lo que ocurra en la sesión de este martes, 30 de marzo. JxCat decidirá este lunes por la tarde el sentido de su voto, pero se da por hecho que mantendrá la abstención y que Pere Aragonès tampoco podrá ser investido presidente.
Ello abre un periodo de dos meses en el que las formaciones independentistas deberían ponerse de acuerdo para evitar una repetición electoral en julio. El límite de este tiempo de negociación será el próximo 26 de mayo: un tiempo decisivo para la política en clave catalana.
Dos meses de tregua, un balón de oxígeno ideal para Sánchez
Y es esta parálisis provocada por el partido de Puigdemont la que representa un preciado 'regalo' para Pedro Sánchez. Que este martes Pere Aragonès no sea investido presidente de la Generalitat significa que Cataluña no tendrá Gobierno esta misma semana y que todo queda parado por unas semanas. Una situación ideal para el PSOE, que en caso contrario ser vería obligado a abrir carpetas en las próximas semanas que podrían perjudicarle mucho con las elecciones en la Comunidad de Madrid a la puerta de la esquina.
La constitución de un nuevo ejecutivo en Cataluña obligaría a Sánchez a convocar de nuevo la mesa de diálogo con el gobierno catalán, a desbloquear la cuestión de los indultos y a responder acerca de otros temas, como la reforma del Código Penal para rebajar las condenas que acarrea el delito de sedición. Son carpetas incómodas para Sánchez, que deberá tocar en los próximos meses y que generarán, cuando lo haga, una fuerte presión al Gobierno tanto desde la oposición como desde determinados sectores de la sociedad civil.
Gracias a la abstención de JxCat, Sánchez no tendrá la obligación de tocar estos temas antes del 4 de mayo, algo que podría perjudicar de forma notable a Ángel Gabilondo en Madrid. La decisión del partido de Carles Puigdemont, pues, perjudica a ERC —que desea constituir ya el primer gobierno autonómico presidido por el partido— y genera un regalo inesperado al PSOE y a Pedro Sánchez, que evitan un obstáculo notable de cara a las elecciones en la Comunidad de Madrid. La encajada de manos de aquel lejano 15 de marzo de 2016 se produce ahora de forma tácita con una jugada que beneficia a ambos.