Ramón era un hombre discreto. Desempeñaba labores de ujier en el parlamento de la Comunidad Valenciana y poco se sabía de su vida. Hasta esta semana, empezó a encabezar las páginas de sucesos de algunos medios.
Fue un familiar el que se encargó de avisar de que no iría a trabajar este lunes. "No se encuentra bien", apuntaron. La realidad era otra bien distinta.
Estaba detenido por el presunto asesinato de su hijo. A esas horas decenas de periodistas se concentraban a las puertas de su domicilio.
El joven, de apenas 21 años, era violento y sufría graves adicciones. La situación con su padre era mala, hasta el punto de tener una orden de alejamiento de él. El día de su muerte, la había incumplido.
Pese a estar rodeado de algunos de los políticos más poderosos de este país, Ramón nunca quiso pedir ayuda. Era una persona que pasaba desapercibida, hacía su trabajo lo mejor posible y nadie sospechaba nada malo en su vida.
La noticia cayó como un jarro de agua fría en el parlamento valenciano, donde pasaba muchas horas a diario el detenido. Fue el tema de conversación durante las últimas horas. La gente de tu entorno se mostraba "consternada".
Reconocen que lo más raro de todo es que "tuviera un problema tan grave en casa y no buscara ayuda aquí para solucionarlo". Mantenía en secreto su drama personal.
La situación era insostenible desde hacía mucho tiempo. No solo tuvo que soportar agresiones de su hijo, también desperfectos en el edificio donde residía la familia. El domicilio estaba en la calle José Aguilar de Valencia.
El día que ocurrieron los hechos, el hijo ya advirtió de que pasaría algo grave. Incluso llegó a comentar en un bar próximo a su casa que "esta noche vendrá a por mí la Policía". Sin embargo, los agentes no fueron a por él.
El arrestado fue su padre, que se encuentra desde entonces en prisión. Según recogen varios medios, el funcionario permanece en estado de shock, abrumado y bajo un protocolo antisuicidios.
Sorprendió en todo momento su actitud. Al contrario de lo que suele ocurrir en este tipo de situaciones, se mostró siempre dispuesto a colaborar con la justicia. Declaró ante el juez de guarda y dejó clara su postura.
Un joven con una orden de alejamiento y peligroso
Señaló que, una vez más, el joven volvió a sembrar el miedo en la comunidad de vecinos. Se había saltado la orden judicial que le impedía acercarse a la familia. Ante esto, el ujier decidió abrirle las puertas de casa.
Una vez en el interior, mantuvieron una discusión que acabó en pelea. Ramón sostiene que en un intento de defenderse le golpeó con cierta dureza. Finalmente consiguió inmovilizarle.
Todavía no hay una autopsia definitiva que confirme el motivo de la muerte. Los primeros indicios señalan que puede deberse a un ahogamiento, pese a los golpes en el cabeza.
El ujier tiene complicado librarse de una condena por homicidio. Sobre todo porque en ningún momento pidió ayuda ni intentó auxiliarle. Pasó en torno a una hora desde que comunicó su fallecimiento.
En primer lugar se lo trasladó a la madre del joven. A quien dijo que "ya está todo arreglado". Los vecinos la escucharon gritar desconsolada: "Mi marido ha matado a mi hijo".
Los compañeros de Ramón le definen como un hombre trabajador, serio e introvertido. Advierten que tenía algunas manías, como llevar dos relojes. El problema que arrastraba con su hijo era desconocido para la mayoría de personas.
Solo un grupo muy reducido lo sabía. De hecho, confirman que en más de una ocasión se vio obligado a cambiar los turnos del trabajo. Lo atribuía a problemas en casa, sin entrar en detalles.