Portugal se ha puesto seria en la lucha contra el coronavirus. A partir de hoy entra en vigor en Portugal el confinamiento parcial del 70% de la población de Portugal, Lisboa y Oporto incluidas, una medida tomada el fin de semana por el Gobierno del socialista António Costa que muchos consideran que llega tarde y que no es suficiente.
Muchas son las críticas que está obteniendo el gobierno luso por aplicar ahora esta medida pues llega cuando el país, de 10 millones de habitantes, ha batido durante una semana todos sus récords de contagios diarios que ya han superado los 4.000, las muertes diarias, y con los profesionales sanitarios anticipando el colapso en pocas semanas.
Restricciones sin sanciones
Además, se la critica por no ser suficiente, pues no supone un avance cualitativo en lo que se refiere a restricciones efectivas, comparado con lo que había hace pocos días, al no tratarse de un confinamiento duro, pues su incumplimiento no implica sanciones.
‘Deber cívico de recogimiento domiciliario’, lo han llamado. Es decir, los ciudadanos solo deberían salir de casa para trabajar, ir al colegio, hacer la compra, ejercicio, o ir al médico; pero se trata solo de una recomendación y su incumplimiento no acarrea ninguna sanción económica.
Además, no se cerrarán comercios ni restauración, animando incluso a seguir yendo a espectáculos culturales —lo que se ha considerado contradictorio con la recomendación de estar en casa si no es esencial—, y se permitirán mesas de hasta seis personas en restaurantes, cuando hasta ahora las reuniones en cualquier contexto estaban limitadas a cinco personas. Todo un sinsentido para muchos.
Los ciudadanos piden restricciones más efectivas
Es por eso que muchos portugueses piden restricciones más duras, sobre todo viendo cómo media Europa está adoptando el cierre de sus bares y restaurantes y hasta de sus regiones. Si de lo que se trata es de salvar la economía, dicen, mejor cerrar todo a partir de una hora que dejar abierto pero pedir a la gente que se quede en casa. Hablan del 'toque de queda’ instaurado en España y en otros países, como medida que puede no afectar tanto a la economía y que podría ser mucho más efectiva para evitar las reuniones sociales nocturnas, las fiestas, y los botellones, que consideran grandes focos de contagio.
Mientras, se teme el colapso de los hospitales y las UCI, algunas de las cuales ya están a rebosar. El tiempo se agota y el debate nacional es acordar cuál será el siguiente paso. Y si será por fin algo severo.
Un camarero de un restaurante luso en Picoas ilustra con sus quejas el hartazgo y demandas de la población portuguesa: «Nosotros no podemos teletrabajar aquí en el restaurante, y nuestros clientes, la mayoría de oficinas, teletrabajando. Nos quedamos sin nada y para los que arman las fiestas en casa sin control y contagian no hay medidas. Hay que poner toque de queda para parar eso», afirma rotundo en palabras al 'El Confidencial'.
«Es lo de siempre, este Gobierno dice que toma medidas, pero no hace nada. ¿Quieren salvar la Navidad? ¿A qué esperan para poner toque de queda? ¡Como en España! Hay que obligar ya a la gente a quedarse en casa. No vamos a resistir», unas quejas que reflejan el sentir general de la población.
El Estado de Alarma, próximo paso
Es por eso que Portugal se encamina hacia una estrategia calcada a la de España y todo parece indicar que proclamará pronto el Estado de Alarma, una opción que empieza a estar sobre la mesa en el Gobierno luso.
El debate nacional ahora es si se actuará pronto y se declarará el estado de emergencia, el nivel de alerta más grave del país. Algo que el Gobierno quiere, no para volver a las medidas duras que los portugueses vivieron cuando se declaró la última vez en primavera, sino para tener un esqueleto jurídico robusto que le permita ir tomando decisiones sobre la marcha.