Pablo Iglesias tenía razón. El mensaje del rey Felipe en Nochebuena abrió de nuevo el debate en torno a la monarquía. Para algunos, consolidó su reinado. Para otros, fue una decepción. Para el Gobierno de Pedro Sánchez, el compromiso del rey con los «principios éticos y morales» allana el camino para poner en marcha un plan de renovación.
Pedro Sánchez entiende que el mensaje de Nochebuena de Felipe VI refuerza su compromiso con la renovación de la institución. Pero también cree que debe dar un paso más, y Moncloa y Zarzuela ya trabajan en una regulación para actualizar y consolidar la monarquía.
El Gobierno pretende llevar a cabo su intención de someter la monarquía a una legislación específica por primera vez en la historia de la democracia en España. Hasta ahora, la monarquía solo está regulada por la Constitución, pero el Gobierno quiere que tenga su propio decreto-ley. Una de las fuentes de la negociación lo define como una reestructuración «equivalente a la perestroika», un «cambio radical».
Pero el primer paso está dado. El Gobierno de Pedro Sánchez entiende que la palabra «renovación» en el discurso de Nochebuena fue el guiño necesario para poner en marcha el plan. Además, el silencio de Pablo Iglesias, el principal obstáculo para la consolidación de la monarquía, es interpretado como un visto bueno de Podemos, más allá de la gesticulación previsible de algunos de sus miembros.
Pedro Sánchez está dispuesto a respaldar la estrategia de la Casa Real de presentar a Felipe como un rey renovador y romper definitivamente sus vínculos con Juan Carlos I. Su decisión responde a la necesidad de estabilidad institucional en plena crisis, pero también a las encuestas que reflejan un apoyo mayoritario de los españoles a la monarquía.
Lo que queda claro es que tras el mensaje de Nochebuena se abre una etapa en la relación entre Gobierno y Corona. Desde su llegada a la Moncloa, el personalismo de Pedro Sánchez ha eclipsado el protagonismo del rey Felipe, dando lugar a todo tipo de fricciones que llegó incluso a desembocar en sonados enfrentamientos.
La Casa Real entendía que el excesivo protagonismo de Pedro Sánchez y su interpretación del límite de las funciones del presidente del Gobierno frente a las del Jefe del Estado ponían en peligro la relación institucional.
Consolidar la relación
Curiosamente, fue en el momento más crítico, con los escándalos judiciales de Juan Carlos, cuando ambos acercaron posiciones. Moncloa y Zarzuela coordinaron una respuesta conjunta que acabó con la salida del rey emérito de España. Una decisión histórica que fue posible gracias al buen entendimiento de las comisiones negociadoras de ambos bandos.
Aquellos días de julio y agosto demostraron que el acercamiento entre Gobierno y Casa Real es la única opción viable para que «salvar» el reinado de Felipe VI. Por eso, Pedro Sánchez ha decidido dar continuidad a la fórmula, y ambas comisiones ya trabajan en una ley que regule la institución monárquica para dejar atrás definitivamente el debate sobre la monarquía.
Pedro Sánchez pretende así culminar la idea que se viene fraguando desde el Gobierno de Felipe González: una ley sobre el rey. Los distintos gobiernos lo han ido aplazando por el temor a reabrir de nuevo el melón del debate sobre monarquía y república. Pero los acontecimientos dejan en manos de Sánchez la oportunidad ideal para llevarlo a cabo.
El camino no será fácil. Si bien hay un acuerdo sobre la necesidad de someter la Corona a una ley específica, aún existen demasiadas diferencias sobre el alcance de la misma. Por eso, Casa Real y Gobierno han fijado un plan a largo plazo que consiste en la estabilización de la institución primero, la gestualización después, y finalmente la consolidación.
Imponerse a Pablo Iglesias
El impulsor del proceso fue el propio Pedro Sánchez. Sus declaraciones públicas en las que se mostraba «perturbado e inquieto» por las informaciones aparecidas en torno a las actividades de Juan Carlos fueron un mensaje para Felipe. Sánchez quería impulsar de forma más enérgica la renovación de la Corona, y poco después empezaron las negociaciones.
Desde entonces, el discurso del presidente ha cambiado por completo. A pesar de las presiones de sus socios de Gobierno y de legislatura, Sánchez se ha mantenido firme en la defensa de la institución monárquica, haciendo un especial esfuerzo en distinguir las actividades de una persona de la responsabilidad de la institución.
El mensaje de Felipe VI en Nochebuena fue la última prueba de confianza entre el Gobierno y la Casa Real. Moncloa envió unas sugerencias a Zarzuela tras haber leído el discurso. Fue un gesto para contentar al sector más crítico de Podemos sin molestar demasiado al rey. Felipe mencionó de forma indirecta las actividades de su padre sin pronunciar su nombre, y el PSOE lo dio por bueno con un mensaje institucional de apoyo.
Pasado el temporal, ambas instituciones entienden que el rey Felipe ha pasado página con la historia de su padre y se prepara para afrontar la nueva etapa de su reinado. El punto de inflexión debe ser la ley sobre la monarquía, y Sánchez está dispuesto a darlo todo para consolidar el buen entendimiento entre ambas instituciones y, de paso, demostrar definitivamente que ejerce un control absoluto sobre Pablo Iglesias.