Nunca un 8 de marzo había sido tan polémico como el que se vivió en España en 2020. Las marchas multitudinarias en plena alerta sanitaria fueron seguidas del peor brote sufrido en nuestro país, con miles de contagiados y fallecidos. A pocos días de un nuevo 8-M, el presidente Pedro Sánchez ha advertido a la ministra de Igualdad, Irene Montero.
«Si promueves otro 8 de marzo no podremos asumir centenares de muertos a mediados de marzo», le ha dicho Sánchez a Montero. En Moncloa crece el miedo de que pueda ocurrir lo mismo que el año pasado, y se desate la temida cuarta ola.
El ministerio de Igualdad y la Comisión organizadora del Día Internacional de la Mujer tienen muy claro que hay que volver a «tomar las calles». En declaraciones al diario ABC, aseguran que hay que celebrar la jornada para que se escuche el grito de las mujeres que sufren aún desigualdades en España, «pese a la amenaza latente de una cuarta ola de la pandemia».
El formato aún no está del todo claro. En la capital se prevén marchas por el centro «siempre respetando las normas de seguridad e higiene». Tanto en Madrid como en el resto de España, tendrán que ser las delegaciones del Gobierno las que autoricen o rechacen la celebración de las concentraciones.
Pero el ministerio de Sanidad está con Pedro Sánchez y lanza una alerta sobre el riesgo de contagio y repunte descontrolado del coronavirus si se celebran las concentraciones. El departamento que dirige Carolina Darias teme volver a cometer «el mismo error» del año pasado, y no aceptará presiones para que Sanidad mire hacia otro lado.
En Sanidad no olvidan los problemas que trajo la celebración del último 8-M, que supuso un problema de imagen para el Gobierno e incluso acarreó denuncias y querellas en los juzgados. Ahora, en pleno descenso de la tercera ola y con el reto de evitar una cuarta con la campaña de vacunación en marcha, Moncloa quiere evitar cualquier riesgo.
Pedro Sánchez se ha dirigido a la ministra de Igualdad para recordarle la advertencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el peligro de levantar las restricciones demasiado deprisa. «Si los muertos vuelven a repuntar, el Gobierno tendrá que asumir el error de haber alentado el 8-M y pedir perdón», le ha dicho, «y entonces no podremos escudarnos en que la decisión se ha tomado en base al criterio de unos expertos».
Pedro Sánchez está muy preocupado por lo que pueda pasar y ha enviado un mensaje de prudencia a las delegaciones del Gobierno en todas las provincias españolas. En ellas recaerá la responsabilidad de autorizar o rechazar las convocatorias, pero la consigna de Moncloa es tomar la decisión priorizando ante todo la prevención de nuevos contagios.
El Gobierno está dispuesto a autorizar las concentraciones siempre que las autoridades locales negocien con las organizaciones feministas unos «actos contenidos». La prioridad es evitar las aglomeraciones, y por eso se propondrán recorridos con distintos accesos, distancia de seguridad, mascarillas y una dispersión de las manifestaciones para evitar que la gente de junte en un mismo punto de las grandes ciudades.
En las últimas horas ha aumentado la inquietud en el círculo cercano a Pedro Sánchez, y crece la idea de que hay que evitar una bronca política como la del año pasado. La prioridad es evitar que el Gobierno vuelva a quedar señalado ante un eventual repunte de contagios que se puedan vincular a «concentraciones descontroladas».
Según los cálculos del ministerio de Sanidad, el 8 de marzo de 2020 se produjeron más de 12.300 contagios solo en Madrid. Entre ellos los de la propia Irene Montero, la esposa de Pedro Sánchez, Begoña Gómez, y las ministras Carmen Calvo y Carolina Darias.
En paralelo, la estrategia del Gobierno pasa por dar relevancia a los motivos epidemiológicos y desvincular la decisión sobre el 8-M de motivos ideológicos. Ayer se escenificó un hecho histórico en el Congreso: todos los partidos, desde el PP y Ciudadanos a la CUP y Bildu, haciendo frente al discurso de Vox contra las políticas de género. Con ese espíritu, Monclo cree que es compatible reforzar el discurso feminista sin poner en riesgo la lucha contra el Covid-19.