Antonio Carrero Jiménez fue un militar español destinado en una misión en Mali y que falleció prematuramente cuando el vehículo blindado en el que viajaba se topó con un autobús. Los hechos ocurrieron el 18 de mayo del 2018.
Angelines, su madre, recibió la llamada que le dio la terrible noticia. Era un día normal para ella, había ido a trabajar a las seis de la mañana y sobre las once ya había vuelto a su casa. Allí, sonó el teléfono y se encontró «un número de esos largos». Y se echó a temblar.
La voz que le respondía al otro lado de la línea confirmó sus malos presagios: Antonio había fallecido. Dos minutos después, su marido llegó a casa y se la encontró en el suelo, después de caerse al quedar en 'shock' por la llamada. Su marido Antonio volvió a llamar, y de nuevo, le confirmaron que su hijo había muerto.
'El Español' ha vuelto a ponerse en contacto con este matrimonio casi tres años después de los hechos que les rompieron sus vidas y denuncian que hubo errores que no han visto la luz. Uno de ellos, explican, es que no han recibido la indemnización que el Estado debe abonarles por la muerte de su hijo estando de servicio. De hecho, los padres ya han llevado el caso ante la Justicia.
Angelines ha explicado que todavía no ha podido superar la muerte de su hijo, de quien todavía quedan muchas fotos colgadas por toda la casa en un acto de recuerdo hacia él. «Este dolor no me lo quita nadie, esto yo no lo supero», explica.
Ellos no querían que su hijo fuese al Ejército
La situación se vuelve incluso más dura para ellos porque desde el principio se opusieron a que Antonio fuese militar. «Era buen estudiante, pero le llegó ese momento que siempre llega en las casas de las clases trabajadoras: Empezó con su primer trabajillo, a manejar dinero y dejó los estudios. Un día nos dijo que quería entrar en el Ejército, y se puso a estudiar. Sin ayuda, consiguió su plaza a la primera. De entre todas las opciones eligió la más dura: Infantería de Marina», explica su padre, Antonio, prejubilado a sus 63 años.
Ni su padre ni su madre querían que se fuese al Ejército y le aconsejaron que se dedicase a estudiar algún módulo de Informática, pero Antonio estaba convencido de cuál debía ser su futuro, así que unos meses después ya estaba jurando la bandera.
Seis meses después, Antonio ingresó en el Cuartel de Batallones de San Carlos de San Fernando, en Cádiz, donde trabajó hasta que se ofreció voluntario para la misión en Malí. Fue allí donde su vida terminó antes de hora.
En enero del 2018, Antonio le dijo a sus padres que se iba a Malí en una misión internacional de entrenamiento de la Unión Europea. Su padre explica que «Nos engañó. Nos dijo que lo habían elegido por ser buen tirador, pero luego supimos que había ido voluntario». «Él sabía que si me lo decía me iba a liar con él», explica su madre. Ambos tenían miedo, pero Antonio se mostró tranquilo.
Aun así, cuando el militar se despidió de ellos en el aeropuerto de Jerez de la Frontera, su madre observó que Antonio llevaba una placa colgando de su cuello, y él respondió, tirando de ironía, que eso sería lo que le darían a ella si a él le pasaba algo durante la misión. El comentario no sentó nada bien a Angelines, y la mala suerte hizo que poco después, esa placa acabara en sus manos.
Fallos en la versión oficial sobre el accidente
Durante su estancia en Malí, los padres de Antonio se dieron cuenta de que algo fallaba, pero él seguía insistiendo en que todo iba bien. Tiempo después de su muerte, Angelines y su marido descubrieron que su hijo estaba en una zona con presencia terrorista, pero que no les contó nada para que no se asustaran.
Pero eso no es lo que realmente preocupa ahora a sus padres, que denuncian varias irregularidades y datos sobre aquella misión que provocaron la muerte de su hijo. En primer lugar, saben que el equipo formó parte de una misión larga, que estaban visiblemente cansados y no fueron relevados.
Solo el conductor del convoy fue relevado, pero según cuentan, le sustituyó otro conductor con apenas cinco meses desde que se sacó el carnet y sin ningún tipo de experiencia conduciendo un vehículo similar.
Antonio falleció en acto de servicio, y por esa razón, la familia debería recibir una compensación que según ellos, no ha llegado. Además, han ido recopilando datos de lo que pudo pasar ese día, y hay cosas que no encajan. Según explican, el vehículo blindado no tenía indicios de haber sido golpeado por ningún vehículo.
Además, el convoy donde iba su hijo no había pasado la ITV y que tenía fallos en «la dirección, en los frenos y en las ruedas», según explicó Patricia Moncada, jueza del Togado Militar número 12 de Madrid que llevaba el caso hasta que fue apartada, según creen los familiares, por empezar a pedir pruebas.
Dos compañeros de Antonio que defendieron la versión oficial de los hechos acabaron cambiando su testimonio y aseguraron que el accidente fue provocado por un fallo del conductor, que debido a su falta de experiencia, no supo controlar el vehículo.
Ahora ellos intentan batallar para, por un lado, recibir lo que creen que es suyo, y por el otro verter algo de justicia a la muerte de su hijo, que para ellos no fue accidental, sino por temeridad y por dejadez del Ejército y por permitir, en primer lugar, que vehículos sin la ITV pasada fuesen a misiones en lugares peligrosos.