El pasado miércoles, 13 de enero, tuvo lugar un terrible suceso en el distrito de Marina en San Francisco (Estados Unidos). Stephen O'Loughlin, un hombre de 49 años, mató a su hijo de 9, Pierce, y después se suicidió.
Las autoridades acudieron al lugar después de que Lesley Hu, la madre del menor, descubriese que ese día el niño no había acudido a clase.
Los hechos están siendo investigados, pero todo apuntaría que el padre habría decidido matar a su hijo para que este no fuera vacunado y que posteriormente se habría suicidado pegándose un tiro en la cabeza.
Mató a su hijo después de dar su autorización para vacunarle
Stephen O'Loughlin y Lesley Hu estaban disputándose la custodia del menor. La mujer pidió la tutela de su hijo porque su exmarido estaba obsesionado con las vacunas y con los efectos secundarios que pudieran tener en él. Desde que nació Pierce se había negado a vacunarlo.
Tal era su convicción antivacunas que creía firmemente en las teorías que señalaban que el Gobierno estaba utilizando la campaña de inmunización contra el coronavirus para ejercer un control sobre nuestras mentes.
Pese a sus ideas sobre la vacuna, Stephen finalmente accedió y dio su consentimiento para que Pierce recibiera la vacuna contra el coronavirus. Pero tan solo un día después de esto, el hombre tomó la drástica decisión de terminar con la vida de su hija y después suicidarse.
Stephen O'Loughlin y Lesley Hu se divorciaron en 2016 y desde entonces estaban disputándose la custodia de Pierce. La madre del niño quería tener la tutela completa de su hijo para poder tomar decisiones médicas en su nombre sin la interferencia de su exmarido.
Grababa la respiración de Pierce para «documentar su congestión nasal»
Según su exmujer, el padre del menor estaba enfermo y tenía un comportamiento obsesivo. Su postura antivacunas le llevó en 2012 a formar parte de una especie de secta llamada 'Grupo de autoayuda de la nueva era'.
Stephen se había negado a permitir que Pierce fuera vacunado desde que era muy pequeño. La razón para rechazar estas inyecciones eran los efectos secundarios que estos sueros pudieran tener en él.
Algo que supuestamente ya le había sucedido cuando a penas era un bebé y había provocado que el menor sufriera una pérdida de peso severa y vómitos.
Pese a esto, la madre de Pierce negó que los médicos hubieran diagnosticado en alguna ocasión que su hijo había sido dañado por la vacuna.
Lesley Hu afirmó que la «la postura» que había tomado O'Loughlin sobre este tema «había adquirido un tono de culto». Tan fuerte era su obsesión por la salud del menor que grababa en vídeo la forma en la que respiraba el pequeño para «documentar su congestión nasal».
Castigo para su exmujer
Lorie Nachils, la abogada de la madre del menor, señaló que Stephen padecía una enfermedad mental no tratada y que le volvía paranoico con las vacunas y obsesivo con la salud de su hijo. «Creo que es innegable que el padre de Pierce sufría de una enfermedad mental no tratada, lo que resultó en que se quitara la vida a su hijo y la suya propia».
«Pierce no fue asesinado por un desacuerdo sobre la congestión nasal y tampoco fue asesinado por un desacuerdo sobre la vacunación. Lo mataron por razones más complicadas», señaló la letrada a un medio norteamericano.
«Cuando el padre se dio cuenta de que estaba perdiendo el control, castigó a Lesley con el último acto de violencia: matar a su hijo».
La abogada destacó que la intención de Stephen O'Loughlin era asesinar a Pierce para hacer sufrir a la madre del pequeño y lo ha conseguido. «Ella sufrirá, como había previsto, por el resto de su vida».