Los datos y las evidencias sobre el Coronavirus en el campo científico han ido cambiando con una gran rapidez durante estos meses creando, a veces, una gran confusión, pero algo ha quedado claro desde el principio: la pandemia no acabará hasta que llegue la vacuna. Y según los últimos datos de lo que dura la inmunidad, esto es más urgente que nunca.
Porque hasta la llegada de un antídoto contra el virus, la inmunidad es la gran arma que tienen los epidemiólogos para contener el virus, y a lo largo de las últimas semanas han recibido con preocupación los primeros datos del estudio de seroprevalencia que, en España, muestran que la gran mayoría de la población aún no tiene defensas contra el virus.
Ahora, nuevos estudios chinos y estadounidenses añaden más preocupación si cabe: los datos evidencian que los anticuerpos que desarrolla el cuerpo humano como defensa ante el virus pueden durar sólo dos o tres meses, y por lo tanto la protección frente al SARS-CoV-2 podría no tener efecto a largo plazo.
Esta es una de las grandes incógnitas que aún queda por resolver, y ante la falta de evidencias claras para determinar un marco temporal, la propia Organización Mundial de la Salud fijó en un período de seis a doce meses el tiempo que dura la inmunidad del nuevo Coronavirus basándose en la experiencia de virus parecidos como el SARS y el MERS.
Pero ahora la Universidad de Medicina de Chongqing, en el suroeste de China, publica un estudio según el cual el nivel de anticuerpos de la gran mayoría de los contagiados analizados disminuyó significativamente al cabo de dos o tres meses de haber pasado la infección, y esto podría afectar también a la efectividad de las nuevas vacunas en desarrollo.
Según el estudio, que comparó los resultados de los anticuerpos en asintomáticos y casos con síntomas, la mayoría de los infectados produjeron anticuerpos de coronavirus, y en concreto del tipo IgM, el que aparece habitualmente primero y de duración más corta.
Los datos arrojan que entre tres y cuatro semanas después de la infección, en su fase aguda, el grupo de pacientes asintomáticos tiene una tasa de 62,2% de IgM y una tasa del 81,1% de IgG. En el grupo con síntomas, la IgM era del 78,4% y la IgG del 83,3%, por lo que el estudio concluye que las infecciones asintomáticas muestran niveles anticuerpos más bajos que los casos confirmados, aunque son similares en ambos grupos.
Sin embargo, el nivel de anticuerpos de la gran mayoría de las personas infectadas muestra una disminución significativa dos o tres meses después de la infección. Lo niveles de IgG en el 93,3% de los asintomáticos y en el 96,8% del grupo con síntomas comenzaron a disminuir en el período de rehabilitación, es decir, 8 semanas después del alta.
Una vacuna más fuerte
Un informe publicado por la OMS el pasado 24 de abril aseguraba que no hay ninguna evidencia que pueda probar que los anticuerpos producidos tras la infección pueden proteger al cuerpo de una segunda infección.
El inmunólogo de la Universidad de Yale, Estados Unidos, Akiko Iwasaki, asegura que el principio de las vacunas es permitir que se produzcan anticuerpo neutralizantes para defenderse contra el virus, y que si los anticuerpos producidos por infecciones naturales son débiles y a corto plazo, la vacuna puede necesitar ser más fuerte que el virus.
A la luz de los resultados obtenidos en el último estudio, la poca duración de la inmunidad pone en peligro el hallazgo de una vacuna eficaz en un corto plazo si no se encuentran dosis más fuertes para neutralizar al virus. Mientras tanto, y hasta que no aparezca esta vacuna, la cruda realidad es que seguimos expuestos al virus y estamos a su merced.