A Lesley O’Neill, una mujer inglesa de 60 años, le ha tocado vivir la experiencia más dura de su vida. Su hijo Louis, de 24 años, falleció mientras hablaba con ella por teléfono.
«Hablando con mi hijo Louis por teléfono, escuché la ansiedad en su voz. Había estado enfermo durante un par de semanas y dijo que todavía no se sentía bien. Sabiendo que era propenso a entrar en pánico, le dije que descansara y se relajara, nunca imaginé que sólo unas horas después, moriría», explica Lesley O’Neill al diario inglés ‘The Sun’, donde ha narrado su tragedia.
Se encerró en sí mismo
Los progenitores de este joven de 24 años se divorciaron cuando él apenas tenía un año y su madre rehizo su vida junto a James, con quien tuvo a su hija Molly.
Cuando Louis llegó a la adolescencia desarrolló ansiedad. Y es que, aunque tenía un buen grupo de amigos, él era más feliz jugando fútbol o al ordenador.
A los 20 años, Louis decidió comenzar sus estudios para convertirse en un futuro no muy lejano en entrenador de fútbol en la universidad de Blackpool. Allí se ofreció como voluntario para la Blackpool Football Club Community Trust incluso jugando él mismo.
Al terminar la universidad, este joven inglés se marchó a vivir con su padre y logró un trabajo en la cadena de cafeterías ‘Starbucks’. Louis quería ahorrar para un curso de formación de profesores, que cuando llegó la pandemia se suspendió.
«A causa del confinamiento, no podía verlo, así que hablábamos o nos enviábamos mensajes cada día, y siempre le preguntaba si salía y hacía ejercicio. Decía que sí, pero más tarde descubrí que pasaba la mayor parte del tiempo en su habitación. Si su padre, con quien vivía, trataba de animarlo a salir, él decía que no», declara Lesley O’Neill.
Un dolor que pasó prácticamente desapercibido
A mediados del mes de mayo, este joven inglés empezó a quejarse de un dolor a la pierna derecha. Los sanitarios que le atendieron pensaron que era un tirón muscular y para curarlo le recomendaron que se pusiera una bolsa de hielo y la mantuviera elevada.
Poco después, el padre de Louis llamó a Lesley O’Neill y le dijo que su hijo había tenido problemas intestinales e incluso se había desmayado. Los servicios de emergencias dijeron que los síntomas parecían propios de una intoxicación alimentaria.
Ese mismo día, hablaron con un médico de cabecera local, que aconsejó al joven que descansase. Aunque la pierna le seguía molestando, nadie encontraba la conexión entre ambas dolencias.
La noche del 2 de junio, pocas horas después de haber hablado con Louis, el joven cayó redondo en el suelo de casa. «Stanley me llamó y, mientras esperaba que llegara la ambulancia, Louis consiguió sentarse y le pasó el teléfono», cuenta su madre. «Estaba llorando y tenía mucho miedo de ir al hospital por si se contagiaba de Covid-19 allí, así que intenté calmarlo», añade.
Cuando los sanitarios llegaron, unos 15 minutos más tarde, pensaron que Louis estaba teniendo un ataque de pánico. «Intentaron estabilizar su respiración, pero de repente su respiración paró y oí un ruido sordo. Podía escuchar a los sanitarios diciendo: 'adrenalina' y dándole reanimación cardio pulmonar a Louis mientras Stanley lloraba», relata Lesley O’Neill a ‘The Sun’.
«Llegaron tres ambulancias más y un helicóptero. Todavía estaba al teléfono escuchando, incapaz de hacer nada. Fue espantoso», explica rota de dolor esta mujer inglesa. Aunque los sanitarios trataron de salvar la vida del joven reanimándolo durante 45 minutos, finalmente nada pudieron hacer por salvarle la vida.
Una dolorosa experiencia
«Cuando colgué, fue como una experiencia extracorporal. ¿Cómo puede estar muerto mi hijo? Lo único que me reconfortó fue pensar: Louis sabía que yo estaba con él», explica.
Al día siguiente por la mañana, Lesley O`Neill y James tuvieron que contarle la terrible noticia a su hermana pequeña, Molly, que se quedó completamente desolada.
Un examen realizado tras su fallecimiento mostró que el joven de 24 años había fallecido debido a una embolia pulmonar causada por una trombosis venosa profunda.
El funeral de Louis tuvo lugar el 24 de junio en el crematorio de Luton, al que solo pudieron acudir 20 personas debido a las restricciones por Covid-19.