Vivió como un incomprendido, entre insultos y pedradas, y ha muerto con el reconocimiento de los genios. Esta es la triste historia de Justo Gallego, el hombre que levantó una catedral con sus propias manos en Mejorada del Campo (Madrid). Sus vecinos le han despedido con elogios a pesar del infierno por el que tuvo que pasar.
Tras morir a los 96 años, Justo ha sido proclamado hijo predilecto de Mejorada del Campo, se decretaron tres días de luto, y cientos de vecinos le dieron el último adiós en el templo que levantó él solo. Pero detrás de las alabanzas se esconde la hipocresía de muchos, que siempre le trataron como un loco.
Hace 60 años que este genio decidió construir una catedral con materiales reciclados en el municipio. Una hazaña que en su momento no fue comprendida y que le condenó a una vida de soledad y desprecio. Los que siempre estuvieron a su lado recuerdan ahora su calvario y critican la hipocresía de algunos.
Rechazo e incomprensión
“Mejorada jamás podrá devolverle lo que les ha dado”, afirmaba el alcalde de este municipio a 30 kilómetros de Madrid. La admiración con la que le han despedido contrasta con el rechazo que sufrió hace años, cuando empezó a construir la catedral. “Siempre ha estado solo, le insultaban y le gritaban”, recuerda su amigo del alma.
Ángel López, mano derecha de Justo en los últimos 25 años, ha destacado que “él era capaz de ignorar a todo el mundo”. “Él iba a lo suyo, sólo quería satisfacer a Dios, y diría que lo ha conseguido”, añade. Tras la muerte del maestro, ha recibido el edificio en herencia junto a los Mensajeros de la Paz del padre Ángel.
Su ayudante recuerda con tristeza los años en los que le increpaban y le gritaban cuando le veía pasar con el tractor. “Incluso le tiraban piedras”, lamenta. El proyecto comenzó durante los últimos años del franquismo, una época oscura en la que una catedral con materiales reciclados era contemplada como una ofensa.
“Cuando Justo empezaba a construir la catedral, cada vez que algunos del pueblo le veían con su tractor, le tiraban piedras y le llamaban de todo”, recuerda Ángel. Luego vino el reconocimiento, y Justo pasó a la historia como el genio que consiguió poner Mejorada del Campo en el mapa nacional e internacional.
El infierno de Justo ha quedado enterrado en la memoria con el paso de los años. “Es un tema que la gente no quiere recordar, pero Mejorada, como la gran mayoría de los pueblos de España tras la guerra, era muy cerrado y sectario”, cuenta su amigo. El propio Justo hizo un intento por borrar aquellos años de su recuerdo.
Una vida marcada por la desgracia
La vida de Justo Gallego estuvo siempre marcada por la desgracia. Su padre murió cuando él tenía 12 años, y tuvo que ponerse a ayudar a su madre en el campo. Fue durante sus labores como labriego cuando empezó a leer “libros de castillos”, y a proyectar lo que más adelante sería el proyecto de su vida.
A los 27 años entró en el monasterio soriano de María de Huerta, del que fue expulsado por haber contraído tuberculosis. Estando enfermo le hizo una promesa a Dios: si se curaba, le construiría una catedral. De ahí volvió a Mejorada, donde cumplió su propósito gracias al patrimonio familiar heredado y a donaciones privadas.
El resultado fue un templo de 4.700 metros cuadrados y 35 metros de altura, una cripta, dos claustros, doce torreones de 60 metros, 28 cúpulas y más de dos mil vidrieras. La llamaron la catedral de Justo o la catedral del loco. Un epíteto que en los años del franquismo equivalía al desprecio y a la agresividad.
Iba con escolta
Justo también contaba con admiradores, que se ponían delante del tractor para que no lo lincharan. Cada mañana, el maestro iba en busca de ladrillos rotos y desperdicios con los que poder completar la construcción. Lo hacía a lomos de su tractor, y entre miradas de desconfianza y muestras de odio de algunos.
Testimonio de aquellos años es el cartel que da la bienvenida a la catedral: “Le llamaron loco, siempre ha hecho lo que ha querido y ha tenido tanta fuerza que nadie le ha parado”.
El genio incluso tuvo que ponerse escolta para que un día no sucediera una desgracia. Pero una vez acabada la obra, empezó a cosechar la admiración de locales y extranjeros. Y de repente, Justo Gallego empezó a salir en las televisiones de todo el mundo ante la estupefacción de sus vecinos.
Quieren terminar su obra
El ambiente en el pueblo se fue relajando, y el odio se convirtió en reconocimiento. En 2005, un anuncio de Aquarius le acabó de hacer famoso: “Hace 40 años que construye una catedral sin ayuda oficial, el ser humano es imprevisible”. El anunció llevó una oleada de visitantes a la humilde localidad madrileña.
Ahora, una firma ingeniera estudia las obras de culminación del sueño de Justo. Quieren acabar la obra, garantizar su seguridad y convertirla en lugar de culto. Lo que nadie podrá borrar es la injusticia que durante muchos años se cometió con este genio único en el mundo.