“Un fenómeno”: Así es como describen a Pedro Espín los que tuvieron la suerte de trabajar a su lado.
La muerte de este guardia civil de 62 años, a causa de un cáncer de estómago, ha cubierto de luto la comandancia del cuerpo en Málaga. Allí, Pedro se significó como un maestro en localizar lanchas de drogas.
Pedro Espín, de origen manchego y afincado en Málaga, compaginaba la vocación por su trabajo con el amor por sus hijos. Hombre de acción pero también volcado en el hogar, su entorno habla de él con tristeza y admiración. El pasado martes se lo llevó el cáncer que le diagnosticaron hace apenas unos meses.
Los suyos le despiden hoy con una misa funeral en Parcemasa, y sus compañeros le rendirán un emotivo homenaje. Pedro cosechó amistades allí por donde fue y son muchas las personas que le querían y le admiraban. “Siempre en el recuerdo”, ha publicado la asociación de guardias civiles en redes sociales.
Su mayor talento
Pedro Espín nació en Albacete, pero su vocación de guardia civil le llevó por varios lugares de España hasta recalar en Málaga. Primero estuvo destinado a Campdevàndol (Girona), y luego fue trasladado al País Vasco donde residió durante diez años. Finalmente puso rumbo al sur, y se instaló en Málaga hace tres décadas.
Inicialmente sirvió en el municipio malagueño de Igualeja para después pasar a Manilva, como miembro de los Núcleos de Servicio de la Comandancia. En todos esos lugares demostró su valía como guardia civil y dejó un recuerdo imborrable en sus compañeros. Es en Málaga precisamente donde más se ha sentido su pérdida.
Pedro Espín estuvo 25 años en los Centros Operativos de Servicio de Málaga, donde puso en práctica su verdadero talento. Y es que este guardia civil era toda una eminencia en cazar narcos de la droga en alta mar. Por eso siempre estaba presente en las grandes operaciones contra el tráfico de drogas.
Un guardia civil con mucha intuición
Uno de los hijos de Pedro, Álex, también es guardia civil. Estos días no deja de recibir llamadas de los mandos y compañeros de su padre, que le recuerdan como un auténtico cazador de narco. “Todos me están diciendo que no había nada con su intuición para dar con narcotraficantes”, explica en Diario Sur.
La labor de Pedro era localizar lanchas de drogas a través de las cámaras del sistema de vigilancia, y había desarrollado una gran habilidad para ello. “Era un hacha encontrando a los narcos, ellos son los únicos que no lo van a echar de menos”, añade su hijo. Tras su partida queda su legado, todo un ejemplo para sus compañeros.
En noviembre del año pasado, Pedro recibió el golpe más duro de su vida: le encontraron un cáncer de estómago en fase terminal. Ha sido una enfermedad fulminante, que sin embargo no ha apagado la vitalidad del agente hasta el último momento. Murió rodeado de sus hijos, que eran su otra gran pasión.
Crió a sus cuatro hijos
Pedro Espín era el mayor de siete hermanos y por eso le llamaban ‘El Patriarca’, ya que cuidaba de sus hermanos pequeños. Debido a eso desarrolló un sentido paternal que más tarde transmitió a sus cuatro hijos. Pedro cuidó a sus vástagos casi en soledad desde que se separó de su mujer.
Su hijo Álex le recuerda como un padre excepcional que supo encontrar el equilibrio entre el trabajo y la familia. Según explica, iba con su personalidad ya que tenía un don especial para tratar a los demás. Y es que a pesar de su “apariencia de seriote”, el agente Espín “se ganaba a la gente en seguida”.
El agente fallecido pasaba sus ratos libres con sus hijos, y también era asiduo a la peña malagueña La Amistad. Allí se rodeó de amigos con los que quedaba para jugar a fútbol. Además era un apasionado de la feria de Albacete, y siempre pedía vacaciones en septiembre para no perdérsela.