Gregorio Cano Beltri, más conocido como el violador de la Verneda, ha muerto a los 50 años. Así lo ha anunciado hoy en directo el programa de TV3 Planta Baixa, aunque en realidad el violador murió hace trece meses. Según esas fuentes, Gregorio falleció por enfermedad el 15 de octubre de 2021.
El célebre violador fue condenado a 160 años de cárcel por 17 agresiones sexuales. Pasó 20 años en la cárcel y salió en libertad en 2018, aunque según los informes penitenciarios no estaba rehabilitado. Una enfermedad se lo llevó el pasado mes de octubre, y sus restos mortales fueron incinerados en el tanatorio de Sancho de Ávila.
Gregorio Cano sembró el temor en el barrio barcelonés de la Verneda a finales de los años noventa, cuando cometió multitud de agresiones. Su nombre volvió a aparecer en la prensa nacional dos décadas después, cuando salió en libertad. Hubo una campaña en redes sociales para evitar que pisara la calle.
Un auténtico depredador sexual
Gregorio Cano Beltri cometió al menos 17 violaciones entre febrero de 1997 y marzo de 1998. Aunque él sólo reconoció haber cometido 15 agresiones, la policía le atribuía 37 tentativas más. En muchos casos culminó su propósito, pero cuando las víctimas se defendían, él se asustaba y salía corriendo.
Gregorio era un depredador sexual de manual y actuó inicialmente en zonas periféricas de Barcelona: primero en la Verneda, y luego en localidades vecinas. Su modus operandi era siempre el mismo. Esperaba a sus presas agazapado y las abordaba con un arma blanca, normalmente una navaja.
Una vez sometida la víctima, le obligaba a realizarle una felación hasta satisfacer su instinto sexual. El perfil de las víctimas solía ser siempre el mismo con contadas excepciones: chicas jóvenes, morenas y delgadas. Tras las primeras agresiones amplió su radio de acción a Montcada i Reixach y L’Hospitalet de Llobregat.
Le tendieron una trampa
Gregorio era vecino de La Verneda y empezó a actuar los fines de semana al filo de la medianoche. La sucesión de violaciones en el barrio llevó a un estado psicosis por la existencia de un violador en serie. Al ampliar la frecuencia y su radio de acción llamó la atención de los investigadores, que le tendieron una trampa.
El 8 de marzo de 1998, una agente de policía de paisano actuó como cebo simulando caminar sola por la calle de noche. Cerca de ella esperaba escondida otra compañera, que pudo actuar cuando el violador de la Verneda se le abalanzó. Gregorio Cano fue arrestado mientras pedía que le pegaran un tiro.
Le cayeron 160 años de cárcel, pero lejos de rehabilitarse salió a la calle tiempo después siendo una auténtica bomba de relojería. Instituciones penitenciarias y psiquiatras forenses coincidían en que no estaba reinsertado y que podía volver a actuar en cualquier momento. Aun así, volvió a pisar la calle ante la alarma de los vecinos.
Una bomba de relojería
Cuando salió en libertad, Gregorio Cano era consumidor habitual de cocaína y tuvo algunos episodios de agresiones. Fuentes cercanas a su familia reconocieron que no estaba rehabilitado ni estaba interesado en ello. Simulaba ser una buena persona, pero “sigue siendo un peligro público”.
La adicción de Gregorio a la heroína complicaba sus trastornos mentales, que durante su estancia en la cárcel estaban más o menos controlados. Pero su salida en libertad suponía todo un riesgo. “Es una persona sin dinero y con necesidad de caballo”, aseguraban.
Los que le rodeaban le definían como un ser inadaptado e incapaz de convivir con otras personas. Entre todos sus problemas mentales, el más preocupante era el del sexo. Cuando salió de permiso en 2015 se hizo un perfil en redes sociales a través del cual buscaba relaciones sexuales.