Durante los últimos años Antonio Méndez había emprendido una batalla. Se había marcado como objetivo recuperar la casa de la que había sido desahuciado. Esa lucha le hizo muy conocido en Tacoronte y en Tenerife.
De hecho, su caso dio origen a la plataforma ciudadana Yo también vivo en el 102. Junto con Anti Desahucios le acompañó en esos dramáticos momentos.
Antonio, que se había convertido en todo un símbolo para estos colectivos, acabaría falleciendo el pasado martes a los 85 años. Cinco meses antes había perdido a su esposa Berta, su gran apoyo.
Este matrimonio residía en la localidad tinerfeña de Tacoronte, en concreto en el número 102 de la calle Ismael Domínguez. Vivieron en ese inmueble durante 28 años, hasta que un vecino les denunció.
Entendía que dicha propiedad, que pertenecía a Antonio y a Berta, se sujetaba sobre los cimientos de la suya. Y eso que la justicia tenía pruebas que demostraban que el otro inmueble se había construido antes.
Lucharon con todo su empeño para que se hiciera justicia. Su caso llegó hasta la Península. No era una situación de impago como podría pensar la mayoría.
Detrás de este desalojo se escondía una acumulación de errores por parte de las administraciones. Tampoco contribuyeron a ello los distintos abogados de oficio que les defendieron y que prestaron un mal asesoramiento.
El primer intento de desahucio fue el 29 de noviembre de 2012. Finalmente se detuvo con la promesa del vecino implicado de encontrar una solución. Aquello le empezaba a pasar factura a la salud de Antonio Méndez.
Su estado de ansiedad obligó a llamar a una ambulancia. Los intentos por calmarle resultaron estériles.
Durante un par de años encabezó manifestaciones y marchas para impedir que le quitaran su casa. Incluso trató de que mediara Paulino Rivero, en aquel momento presidente de la comunidad, pero tampoco le prestaron mucha atención.
El plazo para encontrar una solución se le echó encima, El vecino reclamó la casa y la justicia le acabó dando la razón.
Antonio vivió unos momentos de mucha tensión
Antonio y Berta volvieron a pasar otro mal trago en septiembre de 2014, perdiendo finalmente su vivienda. A partir de ahí residirían en un inmueble próximo, que habían heredado de un vecino.
Entre los dos le cuidaron hasta el último momento al carecer de familia. Entre un grupo de vecinos y amigos se encargaron de arreglar dicha vivienda. Le cambiaron la puerta, techos, pintaron las paredes y les ayudaron con la mudanza.
Querían que no se cambiaran de barrio, que continuaran viviendo en la misma zona. Uno de los que mejor conocía a Antonio fue Cristian González, portavoz de Yo también vivo en el 102. Poco tenían en común.
Solo aquella desagradable situación les había unido. Asegura que "tenía un carácter un poco particular, era muy suyo y bastante exigente". Hasta el último momento le estuvo ayudando con todos los trámites, junto con otra vecina.
Entre ellos se acabaría estrechando la relación. Incluso le acompañaba al médico y salían a pasear juntos. De hecho, mantiene una amistad con sus dos hijos que residen en Holanda.
Durante las últimas semanas Antonio empezó a sentirse mal. Acudió al médico antes los dolores de estómago que tenía. Le acabarían detectando un cáncer.
Sin embargo, su entorno sospecha que le hizo más daño "la muerte de su mujer que la enfermedad, porque vivía para ella".
Los dos principales protagonistas de esta historia ya no están vivos para seguir luchando por sus derechos. Ahora queda por saber si sus descendientes continúan con el pleito a su vecino y finalmente lo llevan a los tribunales europeos.